Han pasado dos siglos en el Supremo y casi medio en el CGPJ para que una mujer presida ambos. Tres pioneras valoran esta conquista por la igualdad
15 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«¿Que si estoy casada? No, solterísima; ponga solterona, que me gusta». Milagros Calvo Ibarlucea se tomaba con humor provocador, preludio de un discurso preñado por el feminismo, las preguntas periodísticas que buscaban trazar un perfil de aquella jueza desconocida que en el 2002 entraba en las hemerotecas al convertirse en la primera mujer entre todos los hombres que habían copado el Tribunal Supremo desde los tiempos de la Constitución de Cádiz.
Este 4 de septiembre, transcurridos 212 años desde que los constituyentes alumbraran el Supremo bajo la luminosidad gaditana, otra mujer, Isabel Perelló Doménech, catalana de 66, especialista en Derecho contencioso-administrativo en la Sala Tercera, protagonizó el hito de erigirse en la primera de su sexo en presidir el alto tribunal y el Consejo del Poder Judicial. Dos siglos después y tras casi medio de democracia.
No han faltado el pulso entre los nuevos 20 vocales del CGPJ ni las intrigas palaciegas en las que, esta vez, PSOE y PP se habían comprometido a abstenerse tras un lustro de inédita parálisis en la renovación del gobierno de la Magistratura. Pero más allá de cómo se forjó el consenso para nombrarla, la elección de Perelló representa, en verdad, un acontecimiento histórico. Ella misma echó a volar su esperado discurso en la apertura del año judicial por ahí, por el reconocimiento a las de su género, por la deuda contraída. «Nací en una España en la que las mujeres no podían acceder a la carrera judicial», hizo dolorida memoria, antes de subrayar que hoy son mayoría y encarnan el 80 % de quienes superan la prueba de entrada. Perelló es la última en alcanzar el club de las primeras. Las que rompieron techos de cristal que eran de cemento armado y ahora celebran su designación.
María Emilia casas
Expresidenta del Tribunal Constitucional. «Se hacían comentarios con tanta naturalidad que ni sonrojaban...». Respetuosa siempre con la responsabilidad institucional que desempeñó, María Emilia Casas (León, 1950) sonríe cuando se le pide alguna anécdota ilustrativa del machismo judicial. Solo se permite recordar que en aquel Constitucional a caballo entre los 90 y el siglo XXI en el que era la única mujer, un togado la recibió con la pretendida y recurrente chanza de si iba a poner el café. Casas puede enorgullecerse de haber sido la primera catedrática en Derecho del Trabajo y la primera y única en presidir el TC. La conquista cristalizó en el 2004, pero no olvida el previo: entre la salida de Gloria Begué en 1989 y su llegada en 1998, la jurisprudencia constitucional se aplicó y redactó sin participación de quienes suponen la mitad de la ciudadanía. «No tenía sentido», reprueba aquel vacío de una década. Casas reivindica la paridad en los cargos con poder de decisión: «Nuestro terreno no es la excepción, debe ser la normalidad».
María Luisa Segoviano
Expresidenta de la Sala Social del Supremo. La madre de María Luisa Segoviano (Valladolid, 1950) estudió Derecho cuando solo se contaban «dos o tres mujeres en su aula» y aprendió de ella y de su padre que no cabía distinción entre hijas e hijos. Segoviano, la primera jueza en dirigir una Sala del Supremo y feliz hoy de seguir explorando en el TC el «enriquecedor» ecosistema de las leyes, ríe al rememorar la charla de ascensor que cazó una amiga suya a los protagonistas de un pleito recién iniciada la carrera: «No entendían cómo podía haberme metido yo en esto, estando mejor en una boutique». «Hay que irradiar la igualdad. Todo lo que se visibilice tiene sus efectos», se felicita ante el espaldarazo de Perelló, «una magnífica magistrada».
Manuela Carmena
Exjueza decana de Madrid. Cuando Manuela Carmena (Madrid, 1944) estrenó destino judicial en Canarias, alguien le instruyó con que «la costumbre» era agasajar con unos puros a las autoridades -hombres- locales. Ella llevó unos bombones. Aunque peor había sido escuchar si no le daba «vergüenza actuar como abogada estando embarazadísima». Carmena fue la primera decana de los juzgados de Madrid y no cree que el derecho sea una disciplina más masculinizada que otras. «Pero quizás a las mujeres nos interesa menos el poder de gobierno; tenemos menos interés en promocionarnos o en mandar de determinada manera».