Decir que en las elecciones regionales alemanas de Turingia y Sajonia ha ganado la extrema derecha es quedarse en la superficie de la cuestión. Si buceamos un poco en los números veremos que lo que ha ocurrido es mucho más llamativo. Tomemos el ejemplo de Turingia. En las elecciones regionales anteriores, las de l2019, la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) había obtenido un 23.4 %. Ahora ha subido casi diez puntos. Pero lo sorprendente es que esto sucede mientras otro partido populista, la izquierda radical de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) aparece de repente con casi el 16 %. La BSW, que solo tiene unos meses de existencia, es una escisión de los neocomunistas de Die Linke (La Izquierda). Sigue siendo un partido de izquierda en lo económico, pero en lo social es ultraconservador, además de tan anti-OTAN y anti-inmigración como Alternativa por Alemania. De modo que se puede decir que ese conjunto de ideas se ha disparado en Turingia más de un 25 %, nada menos. Y otro aspecto curioso de la cuestión es que esto no ha ocurrido mediante un corrimiento del voto de derecha, puesto que la conservadora CDU incluso ha aumentado su porcentaje. El crecimiento insurgente procede exclusivamente de la izquierda, absorbiendo en parte voto de los socialdemócratas, verdes y liberales, pero sobre todo de Die Linke, que era el primer partido de Turingia y ahora se derrumba. Puesto que este era ya un partido anti-OTAN parece claro que el control de la inmigración es el motor principal de este giro del electorado.
Eso sí, a pesar de estos éxitos (y del que parece inminente, en las elecciones de Brandemburgo), Alternativa para Alemania no conseguirá entrar en los gobiernos regionales, porque la CDU ya ha dicho que mantendrá su «cordón sanitario» contra la formación. Pero no será fácil. El BSW de Sahra Wagenknecht tiene ahora la llave de la gobernabilidad en Turingia, y posiblemente la tenga pronto también en otras regiones. Suponiendo que quiera colaborar (al fin y al cabo, es un partido antisistema), incorporar a la BSW a la política institucional tiene sus riesgos. Aunque de momento se los considera más respetables políticamente que la AfD, un politólogo diría que su combinación de nacionalismo y socialismo es más parecida a la antigua ideología nacionalsocialista, incluso, que el ultranacionalismo libertario de Alternativa por Alemania. Inevitablemente, la normalización de uno conducirá a la del otro, al debilitar los argumentos para el «cordón sanitario». Pero, sobre todo, la mera existencia del BSW revela que en Alemania todavía existe una bolsa de votos populistas mucho mayor de la que se pensaba.
El electorado antisistema tiende a ser muy fluido e incoherente y, en ese sentido, la Alianza Sahra Wagenknecht podría incluso acabar convirtiéndose en un «partido de paso», una formación intermedia que recicla voto de la izquierda en sufragio populista para que luego este se vaya, más fácilmente, a engrosar los resultados de la extrema derecha.
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