Miguel Navarro, experto en productividad: «En España está bien visto hacer horas de más, eso en Alemania implica ser poco productivo»
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Este experto en hábitos y productividad asegura que la conciliación es un problema muy grave para muchas familias, y que puede estar detrás de «conflictos familiares, separaciones, falta afectiva hacia los hijos o insatisfacción personal»
12 ago 2024 . Actualizado a las 10:18 h.Hace cuatro años, en plena pandemia, este ingeniero de Caminos, que ya había pegado un giro de 180 grados al pasar del sector de la construcción a la formación unos años antes, tuvo que reinventarse de nuevo ante la dificultad para ofrecer cursos presenciales. Fue así como Miguel Navarro, experto en hábitos y productividad, fundó Productividad Feroz, la empresa con la que ofrece formaciones tanto a compañías como a particulares para mejorar el rendimiento en el trabajo sin perdernos la crianza de los más pequeños.
—¿La conciliación es cosa de mujeres?
—Lamentablemente, las madres tienen más carga familiar, y es una realidad. Y, sobre todo, mucha carga mental. Lo digo porque la mayor parte de mis alumnos son mujeres, son madres, y es uno de los puntos de dolor, todo lo que tiene que ver con esa carga mental.
—Aún hay quien no cree en ese concepto.
—Yo trabajo en el cambio de las personas, y cuesta mucho que una persona cambie cuando no quiere cambiar, que vea cosas cuando no las quiere ver... Igual suena radical, pero cada uno tiene que hacerse responsable de su vida, y si dos personas comparten una relación, y una de las dos está descuidando esa parte, la otra tiene que sentirse empoderada para tomar decisiones. Es importante que los hombres, aquellos que estamos comprometidos con esta igualdad, y con el reparto equitativo de las tareas, de la carga mental, de todo lo que implica la conciliación familiar, tengamos más visibilidad, y que nos sintamos orgullosos. Y voy más allá. Que sepamos levantar la voz, y ser ejemplo cuando hay un comentario machista, porque también está en nuestra responsabilidad como hombres el poder corregir o interpelar este tipo de comportamientos, de hábitos que se han mantenido durante décadas.
—¿Alguien te ha negado que la carga mental exista?
—Afortunadamente, trabajo en un entorno espectacular, mi equipo es maravilloso, y hace mucho tiempo que no tengo situaciones desagradables como las que planteas, pero sé que no es lo habitual. No quiero dar el mensaje de que no existen, porque sé que no es así. Pero hace diez años cuando trabajaba en una constructora... sí pasaba, y también fue un aprendizaje de dónde no quiero estar.
—¿A las mujeres todavía nos penaliza tener hijos?
—Sí, para qué negarlo. Por el condicionamiento que hemos tenido de generaciones anteriores, ese poso todavía está ahí, y no existe una igualdad real, en cuanto a que es en las mujeres en las que recae esa parte mental de estar pensando qué tiene que hacer en el cole, reuniones de clase, qué le hace falta.... que se suma a la profesional.
—Pero cada vez hay más padres implicados en la crianza.
—Está claro. Es una realidad, pero lo ideal sería que hubiera un equilibrio total. Estamos en ese camino, pero queda un poco.
—¿Qué nos falta para conseguirlo?
—Conciencia, en el sentido de reconocer que los hábitos que teníamos hasta ahora a nivel de sociedad son predeterminados, pero pueden cambiar. Por ejemplo, mucha gente se resiste al cambio, en el caso de los hombres «esos privilegios» los han tenido durante mucho tiempo por ser el sexo fuerte, por decirlo de alguna manera simplificada, y requiere una apertura emocional, mirar hacia dentro, tener una capacidad de empatía mucho mayor por parte de todos, pero especialmente por parte de los hombres, y reconocer la importancia que tiene que el padre esté cerca de la educación de los hijos. Y ya no solo «ayudando», porque el lenguaje a veces también nos confunde. Muchas veces se dice: «No, no, si yo ayudo en casa». Pero no se trata de ayudar, sino de hacer. De que los dos hagan, no que uno haga y otro ayude.
—Es importante que los niños vean que tanto los recoge uno como otro, que los baña uno como otro...
—Es que la clave es la educación, el ejemplo. Aquí todos somos responsables, hombres y mujeres, pero especialmente los hombres, tenemos mucho que cambiar y enseñar desde una nueva perspectiva. Los niños replican lo que hacemos, y si los hombres toman esa responsabilidad y son ejemplo de una igualdad real y efectiva, no solo a nivel de acciones, sino de carga mental, las nuevas generaciones serán lo que hayan visto y lo que hagan también.
—¿Conciliar pasa factura?
—Sin duda, y evidentemente también hay un problema de estructura de trabajo. Por ejemplo, yo en mi empresa busco unos horarios para mi equipo lo más razonables posible, de 8 a 16 horas, tardes libres, viernes hasta las 15 horas, dos días se trabaja en casa, hay flexibilidad, cuando la gente lo pide, puede trabajar a distancia, si tiene un tema personal, incluso durante más tiempo... Creo que también está en nuestra responsabilidad como empresarios el hecho de ponernos en la piel de nuestro equipo, y pensar en cómo le podemos hacer la vida más fácil. Pero hay una gran parte del mercado laboral que esto no lo tiene en cuenta, y, al final, pasa factura. Sueldos más precarios, condiciones que no son fáciles para conciliar... y eso provoca que esa tensión te la lleves a casa. Hay una responsabilidad como empresario, y otra como individuo.
—¿Dónde deberíamos plantarnos?
—Es muy importante que cada persona desarrolle una responsabilidad individual al cien por cien de lo que está siendo su vida. Si en ese momento no existe conciliación con el trabajo en el que estás, toma las riendas, enfréntate a decisiones difíciles, y ten valentía y coraje, aunque a veces es complicado, para cambiar la realidad, porque está en tus manos. Lo que nos transmiten la mayor parte de los medios es que no se puede hacer nada, y que el sistema es el que es. El cambio no es instantáneo, pero con otra mentalidad, una actitud diferente, pueden plantearse alternativas. No tenemos las manos atadas para estar en un trabajo, hay que buscar opciones que faciliten esa conciliación.
—La realidad es que es un problema grandísimo para miles de familias.
—Totalmente, es uno de los principales motivos por los que existen los conflictos familiares, las separaciones, la falta afectiva hacia los hijos, la insatisfacción personal... ¿Cuántos padres llegan a esa crisis de la mediana edad y sienten como una especie de vacío existencial porque su vida se ha convertido en una rutina: levantarse, trabajar, vuelta a casa, ver a los críos poco, ducharlos y a la cama? Y así todos los días. Es un problema grave para un montón de familias.
—Tú ayudas a las familias a que esta conciliación sea más efectiva...
—Doy cursos de productividad, enseñamos técnicas de gestión del tiempo para que las personas puedan hacer más en menos tiempo, y sobre todo, para que la gente se empodere y empiece a plantear límites, a decir que no, a desarrollar relaciones profesionales y personales más transparentes. Cuánta gente tiene miedo a poner límites por miedo a las consecuencias. Pero cuando uno se empodera y tiene la capacidad para confiar más en uno mismo, entiende que puede defender perfectamente esos límites.
—¿Cuál nos cuesta poner?
—El más habitual tiene que ver con la conexión. El teletrabajo parece que facilita, pero a veces dificulta encontrar ese límite entre lo que es trabajo y lo que no. Hay que parar, apagar el teléfono, dedicar tiempo a no estar pendiente todo el día del trabajo. Esa gente que sale y sigue conectada al teléfono, contestando correos... eso, a largo plazo, no es saludable. Si un proyecto, un cliente... tiene que esperar, en la mayor parte de los casos no pasa nada.
—¿Incluso un jefe?
—Incluso un jefe. Por eso hablaba antes de la importancia de que las personas se empoderen y empiecen a confiar en sí mismas, para que se den cuenta de que su vida no acaba en una empresa, ni en un puesto de trabajo en el cual no se sienten realizados o no se les respeta. Evidentemente, un empleado tiene que aportar y generar, pero también tiene que saber poner límites. Pero en general, las personas tienen muy poca confianza, miedo a las consecuencias, mucho apego a un puesto de trabajo, piensan que no serán capaces de encontrar otro... Esto se junta con una situación de cargas familiares, hipotecas... y muchas veces se aguantan cosas que no se deberían aguantar.
—¿Para irse a casa con el móvil en la mano es mejor quedarse en el trabajo?
—Lo mejor sería que eso no sucediera. Obviamente, hay picos de trabajo y circunstancias, si te tienes que ir a casa por un motivo concreto. En relación a los niños, el hecho de no estar cien por cien presente sí que les afecta mucho. Lo ideal es diseñar tu jornada y convertirte en una persona productiva para que eso no suceda. Me sorprendí mucho cuando conocí la cultura alemana de trabajo. En España está bien visto el hecho de calentar la silla, eso de: «Me quedo hasta más tarde para demostrarle a mi jefe que estoy más comprometido». Eso, en Alemania, implica que no has sido suficientemente productivo y necesitas quedarte más tiempo para cumplir con tus objetivos. La pregunta es otra: ¿Qué tengo que hacer para no quedarme en el trabajo ni estar con el móvil en casa?
—¿Qué propones para ser más productivo?
—En la mayor parte de los trabajos, porque cada uno tiene sus características, siempre aconsejo algo que va muy bien: bloquear un espacio al principio del día sin distracciones de otros compañeros, sin teléfono, aunque sea media hora, pero podría decir una o dos horas, para ese trabajo que requiera de una mayor concentración, de más exigencia cognitiva, para no entrar en una dinámica en la que cae mucha gente de: abro correo, mando uno, lo cierro, me meto en el banco, no sé que de la factura... Picotean de una cosa a otra, pasan las horas y no hacen nada. También sería obligatorio que cada persona antes de su jornada tuviera claro, con total precisión, sus objetivos para ese día. La mayor parte de las personas poco productivas en su trabajo lo son porque no saben qué es lo que se espera de ellos.
—¿Que te lo marque tu jefe?
—Incluso si no te lo hace nadie, deberías tener autonomía para marcarte unos objetivos. «Tengo ocho horas por delante, ¿cómo las voy a invertir de la manera más eficiente para llegar lo más rápido posible a casa?». Ya no solo por ayudar a la empresa, que obviamente generas un valor, es que si tú eres bueno, te esfuerzas, te desarrollas, eso te lo llevas para ti para siempre trabajes donde trabajes.