Así descubrieron dos niños argentinos que sus dos padres eran espías rusos: «Ni siquiera sabían quién era Putin»

P. V. LA VOZ

ACTUALIDAD

Vladimir Putin camina junto a la espía rusa Anna Dultseva y su hija a su llegada al aeropuerto gubernamental Vnukovo en Moscú
Vladimir Putin camina junto a la espía rusa Anna Dultseva y su hija a su llegada al aeropuerto gubernamental Vnukovo en Moscú MIKHAIL VOSKRESENSKIY / SPUTNIK / KR | EFE

El matrimonio Dultseva, parte del canje de presos entre Rusia y varios países occidentales, se había hecho pasar por los argentinos Ludwig Gish, supuesto experto en informática, y María Rosa Mayer Muños, propietaria de una galería de arte que usaba como tapadera

06 ago 2024 . Actualizado a las 19:00 h.

Dos hermanos argentinos, de 12 y 9 años, acaban de descubrir que sus padres, María Rosa Mayer MuñosLudwig Gish, son, en realidad, los espías rusos Anna Dultseva y Artem Dultsev. Y lo han hecho por el intercambio de presos recientemente propiciado por Vladimir Putin y que ha devuelto a los dos agentes del gobierno y a sus dos hijos a su verdadero país natal. Los dos pequeños, que habían sufrido la detención de sus padres en el 2022 tras las investigaciones de Eslovenia, donde residían últimamente, no han sabido toda la verdad sobre su origen hasta que volaban a Rusia desde Ankara.

Cuando aterrizaron en el aeropuerto de Vnúkovo-2 en Moscú, los dos menores no tenían ni idea de quién era ese hombre trajeado que los saludaba cortés y cariñosamente con un «Buenas noches» en perfecto español. «Les preguntaron a sus padres quién era ese señor; ni siquiera sabían quién era Putin», reveló Dmitri Peskov, el portavoz presidencial. Ni tampoco hablar en ruso, de ahí el saludo hispano que les dedicó el inquilino del Kremlin.

Los dos niños —ella tiene 12 años y él, 9— descubrieron todo el pastel horas antes de llegar a Moscú. «Supieron que eran rusos solo cuando el avión salió de Ankara», detalló Peskov sobre el desconocimiento de cualquier relación con el verdadero país de origen de sus padres. Una vez en la capital rusa, los pequeños bajaron del avión, desubicados y expectantes, y se encontraron con Vladimir Putin, que abrazó primero a la madre de ambos, Anna Dultseva, el nombre real de la persona que durante sus aún cortas vidas habían conocido como María Rosa Mayer Muños. A ella y a su hija les regaló el mandatario ruso sendos ramos de flores.

A continuación, el presidente se dirigió al padre de ambos, Artem Dultsev —que operó bajo la identidad falsa de Ludwig Gish desde el año 2012— y al que le dedicó unas palabras de agradecimiento.

El desconcierto de los dos pequeños era palpable durante el camino entre el avión y el aeropuerto en el que fueron acompañados del propio Putin, que incluso se permitió hacerle un arrumaco cariñoso a la niña. Su turbación no era para menos. No todos los días se descubre que toda la vida que habías creído vivir hasta ahora era solo una tapadera minuciosamente planificada durante años. Concretamente, desde el año en el que ella había nacido.

El matrimonio Dultseva se instaló en el 2012 en un acomodado barrio de Buenos Aires. Ella, María Rosa Mayer Muños, era la propietaria de una galería de arte; él, Ludwig Gish, un experto en informática. Usando documentos falsos, consiguieron la ciudadanía argentina, contrajeron matrimonio y concibieron en el país austral a sus dos hijos.

La galería artística que regentaba Mayer Muños no era más que una sofisticada tapadera de la inteligencia rusa para integrar a su compleja red de espías encubiertos, que se hacían pasar por ciudadanos de varios países del mundo en distintos lugares, especialmente en Europa.

En el 2017, la pareja de espías, junto a sus dos hijos hispanoparlantes nativos, se mudaron a Eslovenia. La excusa: la inestabilidad creciente en su país de residencia. María Rosa Mayer Muños siguió con su negocio en el país europeo. Su tapadera continuaba intocable: a todos los efectos, eran dos argentinos con sus dos hijos, que se habían mudado a Eslovenia para empezar su nueva vida. Allí los habían escolarizado en la prestigiosa British International School. A 10.000 dólares al año por alumno. Una cantidad elevada si se tenían en cuenta los informes financieros que ellos mismos habían presentado sobre sus negocios particulares.

Pero ni ahí saltaron las alarmas. Todo les fue aparentemente bien a los Dultseva hasta el 2022. Ese año, un aviso por parte de un servicio de inteligencia extranjera —se cree que Reino Unido, país al que solían viajar y en el que organizaban exposiciones— hizo que las autoridades eslovenas actuasen. Tras varios meses de investigación, se destapó la operación encubierta. Mayer Muños y Gisch no eran argentinos. Se llamaban en realidad Artem Dultsev y Anna Dultseva y eran ciudadanos rusos. En diciembre de ese año fueron detenidos y sus hijos, trasladados a un hogar de acogida temporal a las afueras de Liubliana. Sus padres habían sido arrestados, pero los dos pequeños no tenían todavía ni idea de por qué. Desconocían por completo su historia familiar, su origen ruso y cualquier tipo de vinculación con el país natal de sus dos progenitores.

El matrimonio accedió esta misma semana a declararse culpables ante la justicia eslovena de los cargos de falsificación de documentos y espionaje, con una condena de un año y siete meses y la expulsión del país. Fue ahí cuando se incorporaron al intercambio de prisioneros, por el que Rusia recuperó ocho presos liberados por los países occidentales a cambio de devolverles 16 personas encerradas en Rusia.

«Quiero felicitaros a todos por vuestro regreso a la patria. Y quiero dirigirme a los que tenéis una conexión directa con el Ejército para agradecer vuestra lealtad al juramento y al deber a la patria, que no os ha olvidado en ningún momento. Todos recibiréis condecoraciones estatales. Nos volveremos a ver y hablaremos de vuestro futuro», les dedicó como palabras de bienvenida Vladimir Putin.