Tan grande es el deseo de la compañía china de cotizar en bolsa, que Chris Xu, fundador y consejero delegado, no dudó en contratar a un ejecutivo experto en banca de inversión para allanar ese camino
05 ago 2024 . Actualizado a las 08:53 h.Llevan en el gigante de la moda ultrarrápida de origen chino Shein largo tiempo acariciando el sueño de salir a Bolsa. Pero no está siendo ese un camino fácil. Querían que su puesta de largo fuese en Wall Street. No pudo ser. No estaban las autoridades estadounidenses muy por esa labor. Y eso que Shein ya no tiene su sede en China, que ahora la tiene en Singapur. Pero, les dio igual. Tampoco es que sea una operación muy del agrado del Gobierno de Pekín. Cerrada esa puerta, al menos de momento, decidieron llamar a la de Londres. Y en ello andan.
Tan grande es el deseo de cotizar en Bolsa de la compañía, que no dudó Chris Xu, fundador y consejero delegado de Shein, en contratar a Donald Tang, un ejecutivo experto en banca de inversión, expresidente de Bear Stearns para Asia y fundador de Tang Media Partners (una compañía de producción audiovisual), para allanar ese camino. Primero como asesor, en el 2021; y un año después, como vicepresidente ejecutivo.
Él es ahora la cara visible del gigante de origen chino. El contrapunto al enigmático Xu, del que casi nada se sabe. Tan poco, que los empleados de la compañía bromean con la idea de que la inmensa mayoría de ellos no lo reconocerían si se cruzasen con él por los pasillos de la firma o en el ascensor.
De Chang, sin embargo, se conoce casi todo. Hasta que acabó en Estados Unidos siguiendo los dictados de su corazón. Por amor, vaya.
Hijo de un matrimonio de profesores universitarios, nació en Shanghái. En 1963. Tenía tan solo 14 años cuando en su vida se cruzó una joven llamada Jean. La conoció compitiendo en una olimpiada de matemáticas en su Shanghái natal. Se enamoró perdidamente de ella. Tanto, que cuando la familia de Jean decidió mudarse a California en busca de un futuro mejor, Tang no se lo pensó dos veces y se fue tras ella. Corría el año 1982. Tres años más tarde, ya se habían casado y era ciudadano norteamericano.
No fueron fáciles los comienzos. Estudió ingeniería química en la Universidad Politécnica de California. Pero para sufragar esos estudios tuvo que emplearse a fondo. Su primer trabajo en suelo estadounidense lo encontró en un restaurante. Su tarea: lavar los platos, limpiar los baños y mantener las mesas impolutas. Tenían que pagarle al menos 3,35 dólares por hora —así lo establecía el salario mínimo vigente en aquel momento—, pero su jefe se lo dejó en uno, aprovechando que no tenía la tarjeta de residentes. Así lo ha relatado Tang en más de una entrevista. «No cogí vacaciones durante mis primeros 12 años en Estados Unidos», ha contado también.
Lo de invertir en Bolsa, llegó después. Trabajando los dos, había margen para destinar algo de dinero a probar suerte. No le fue mal. Tenía olfato para ello. Y, cuando se quiso dar cuenta, estaba trabajando en Merrill Lynch.
Por delante tiene ahora el reto Tang de sacar a Shein del oscurantismo que envuelve a la compañía. No le queda otra. Si quiere cotizar en Bolsa, tiene que desnudarse. Mostrar los números. Hasta el más recóndito. Y eso, y desmontar una a una todas las acusaciones que, día sí, día también, se vierten sobre el gigante asiático de la moda ultrarrápida. Empezando por aquellas que aseguran que el algodón que emplea en sus prendas procede de la región china de Xinjiang, donde la minoría musulmana Uigur está sometida a trabajos forzosos.