Venezuela: escenarios para después del fraude
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El sistema electrónico de voto en Venezuela tiene muchas salvaguardas para impedir el fraude, pero hay algo que no se puede evitar: que el Consejo Nacional Electoral (CNE) anuncie resultados distintos a los que arrojen las urnas. Esto es, aparentemente, lo que ha sucedido. El 51 % que le ha otorgado el CNE a Maduro es poco creíble, como ha dicho el presidente chileno Gabriel Boric, en teoría un aliado de Maduro, al menos al principio. Ese 51 % es una cifra sospechosa, casi el mínimo que le permite ganar, y choca con todas las encuestas independientes conocidas, que le daban a la oposición hasta 40 puntos de ventaja. Incluso tras las elecciones, una encuesta a pie de urna de Edison Research registraba un 65 % para la oposición y un 31 % para Maduro. Para certificar el fraude, ya solo queda que la CNE no permita consultar las actas de escrutinio de las mesas. Que Maduro haya dejado caer que ha habido «un ataque informático masivo contra el CNE» hace temer que se está preparando ya la excusa para impedir esa verificación de los resultados.
Ahora cabe esperar una repetición de la pauta ya conocida de manifestaciones de la oposición, violencia policial y parapolicial, y detenciones arbitrarias de líderes políticos. La hipótesis optimista es que, sin embargo, esta vez podría ser diferente. A partir de los datos electorales y de participación, las manifestaciones pueden ser ahora mucho más masivas e incontrolables que en ocasiones anteriores. Se detecta un gran descontento en el llamado «chavismo blando», que podría acabar inclinando la balanza y propiciando el derrumbe del régimen. Incluso hay quien piensa que Maduro, con el fraude electoral, tan solo intenta ganar tiempo y negociar desde una posición de fuerza, pero que podría acabar cediendo el poder a cambio de garantías para él y la cúpula chavista. Cabe recordar que, durante toda la campaña, la oposición no ha dejado de repetir la palabra «amnistía» en sus mítines.
De momento, la única base para esta teoría es que Maduro ha dejado caer que «quiere hablar con todo el mundo». También permite algo de esperanza la presencia en Caracas de Celso Amorim, el ministro de Exteriores brasileño, de quien se rumorea que habría sido enviado por Lula da Silva para facilitar una salida negociada al régimen, pero no hay constancia de que Maduro esté dispuesto a esa negociación. Hay, en fin, quien cree que el ejército podría intervenir. Lo cierto es que los militares han llevado a cabo tantas purgas internas que hay que considerarlos un órgano lealmente chavista, incluso su núcleo más duro. También es cierto que se trata de un poder relativamente autónomo y podría avenirse a negociar una salida pragmática que le libre de rendir cuentas. Esas son las hipótesis optimistas, pero de momento solo son eso: hipotéticas y optimistas, posiblemente demasiado de lo uno y de lo otro.
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