Gallia est omnis divisa in partes tres (la Galia está dividida en tres partes). Más de dos mil años después, lo que escribió Julio César vuelve a ser cierto: Francia está dividida en tres partes, tres bloques políticos de tamaño parecido, pero de vocación irreconciliable. Es el resultado de unas elecciones legislativas que en realidad se han transformado en un referendo acerca del derecho a gobernar o no de la Agrupación Nacional (RN). En cuanto a eso, el plebiscito ha sido concluyente: una amplia mayoría de los franceses ha dicho no a RN, y la negativa ha sido tan vehemente que incluso los ha llevado a votar, en muchos casos, en contra de sus propias convicciones.
Conservadores y centristas han votado a candidatos de izquierda o incluso de extrema izquierda a los que rechazan; izquierdistas y radicales de izquierda han votado por candidatos macronistas a los que detestan. Buena parte de Francia ha votado contra sí misma, y ahora, a partir del resultado de este referendo para decir lo que no se quiere hay que gobernar un país, lo que no será fácil con un parlamento que no refleja filias sino fobias.
¿Qué opciones hay? Aunque el presidente puede nombrar primer ministro a quien quiera, existe el entendimiento tácito de que debe ofrecerle la dirección del Gobierno a la fuerza más votada, y la izquierda se ha apresurado a presentarse como tal. Esto es cierto y no lo es. En realidad, el Nuevo Frente Popular (NFP) es una plataforma electoral formada por una veintena de partidos que dejarán de ser los «ganadores de las elecciones» en el momento en que se sienten en grupos diferenciados en el nuevo Parlamento. Incluso el partido de Macron supera a cada uno de ellos por separado. Por eso, el presidente ha dicho que esperará «a la estructuración de la Asamblea Nacional». Cuenta con que, para entonces, la ilusión óptica de una victoria de la izquierda se vea sustituida por otra ilusión óptica: la de un centro que parece que ha aguantado bastante bien cuando en realidad se sostiene en votos prestados, más aún que el propio NFP.
El problema para Macron es que los números no le dan para una coalición hacia su derecha con los neogaullistas de Los Republicanos (LR). Otra posibilidad sería un gobierno en minoría o tecnocrático, pero se vería contestado fuertemente en la calle por la izquierda, y en el parlamento por esta y la extrema derecha. La izquierda exige un ejecutivo dirigido por el NFP, y basado en sus políticas, al que se sumen los macronistas si quieren, lo que suena bastante inverosímil. Supondría imponer al país un programa radical que solo han votado «de verdad» el 28 % de los franceses.
En los planes de Macron probablemente estaba una cuarta opción: que los socialistas se desgajasen del bloque de izquierda para formar un gobierno con él. Pero eso requeriría sumar a la derecha neogaullista (lo que sería mucho sumar) y aún así quizá no llegase. En todo caso, el secretario general del PS, Olivier Faure, ha radicalizado su discurso y se ata al bloque de izquierda. Esta semana, en la que ese bloque de izquierda tiene que presentar un candidato a la Jefatura del Gobierno, se podrá comprobar cómo es de sólido. Si lo es, Macron tiene un serio problema.
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