Mélenchon, un lastre para la coalición de izquierdas francesa

Asunción Serena PARÍS / E. LA VOZ

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Mélenchon, en un mitin en Montpellier.
Mélenchon, en un mitin en Montpellier. Guillaume Horcajuelo | EFE

Sus otros socios, comunistas, socialistas y verdes, critican su omnipresencia y que se postule como primer ministro si el Frente Popular gana las elecciones

27 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde la creación del Nuevo Frente Popular (NFP) tras la disolución sorpresa de la Asamblea Nacional francesa, muchos votantes de izquierdas, especialmente socialdemócratas, repiten que no votarán jamás por los amigos de Jean-Luc Mélenchon, líder de La Francia Insumisa (LFI), y que prefieren abstenerse incluso asumiendo el riesgo de que la extrema derecha gane las elecciones.

Mélenchon fue quien logró dar vida a la unión de la izquierda en el 2022, bajo el nombre de Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes). Pero durante estos dos años se han puesto de relieve las diferencias flagrantes en el seno de este matrimonio de conveniencia, hasta el punto de que cada uno fue por su cuenta en las elecciones europeas, lo que permitió a los socialistas resucitar de la mano de Raphaël Glucksmann.

Con la convocatoria anticipada de elecciones, Emmanuel Macron cortó por lo sano la independencia que buscaba el Partido Socialista y le obligó a unirse de nuevo con LFI, esta vez bajo el nombre de Nuevo Frente Popular (NFP).

Jean-Luc Mélenchon no ha perdido el tiempo y se pasea por los platós de televisión ofreciéndose como primer ministro si la izquierda gana las elecciones. Pero el resto de líderes de la coalición, como el comunista Fabien Roussel y el socialista Olivier Faure, le han contestado que «nadie puede autoproclamarse primer ministro». La ecologista, Marine Tondelier ha sido más clara: «No será primer ministro».

Pactar con el diablo

Los ecos que llegan desde las ejecutivas de los partidos no auguran nada bueno. Cuando sus candidatos van a los mercadillos para hacer campaña, tienen que escuchar que no votarán por ellos «por culpa de Mélenchon». Y el propio Raphaël Glucksmann ha tenido que sufrir que sus propios votantes le acusen de pactar con el diablo.

Hasta en el entorno de LFI hay quienes prefieren mantener alejado a su líder. «Él es él, y yo soy yo», dice François Ruffin, otra de las figuras de la extrema izquierda, que quiere marcar distancias por la «conflictividad» de Mélenchon, hasta el punto de rechazar el apoyo de la formación: «Gracias pero no os he pedido ninguna investidura ni permiso. No he caído preso de vuestra estupidez y sectarismo».

Ante tanto rechazo, Mélenchon ha limitado su omnipresencia, pero advirtió al secretario general del Partido Socialista, Olivier Faure, que no saldrá elegido si los electores de LFI no votan por la coalición de izquierdas.

Mélenchon actúa a través de sus fieles escuderos, como Manuel Bompard, que representó a La Francia Insumisa en el debate televisado la noche del martes con el primer ministro, el macronista Gabriel Attal, y el presidente de la Agrupación Nacional, Jordan Bardella.

Durante el debate, Bompard sorprendió por su imagen convencional, su lenguaje pausado, alineándose con la imagen de sus contrincantes, lejos de la agresividad que suele caracterizar sus intervenciones. Los temas de discusión estuvieron centrados en la reforma de las pensiones, los impuestos o el poder adquisitivo, pero los analistas coinciden en decir que el debate no variará los resultados del domingo.