El rey que rescató una monarquía muy dañada

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

Felipe VI, Letizia, Leonor y Sofía en el acto en el que Juan Carlos firmó la ley de su abdicación (2014)
Felipe VI, Letizia, Leonor y Sofía en el acto en el que Juan Carlos firmó la ley de su abdicación (2014) Fernando Alvarado

Felipe VI ha logrado estabilizar y consolidar la institución mediante un ejercicio impecable de sus funciones

17 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Felipe VI accedió al trono con una monarquía debilitada tras los escándalos protagonizados por su padre. Diez años después, ha logrado consolidar la institución a través de un ejercicio impecable de sus funciones constitucionales. Los expertos analizan sus logros y los retos a los que se enfrenta.

Los logros

Estabilizar y consolidar la monarquía, ejercer sus funciones de forma impecable. «Lo más relevante es que, diez años después de aquella abdicación casi obligada de Juan Carlos I, con la Corona en ‘números rojos', encontramos una monarquía que recibe en las encuestas valoraciones por encima del notable y con un rey aceptado por los ciudadanos con absoluta normalidad», asegura José Apezarena. «La pugna monarquía-república, que entonces llenaba calles, con carteles de rechazo y quema de banderas, hoy ha desaparecido», explica. «Recibió una Corona tambaleante y ha conseguido estabilizarla y consolidarla», concluye. Para Ana Polo, «lo principal es que Felipe VI ha salvado la institución, lo que no era nada fácil». «Cuando subió al trono, la monarquía estaba completamente desacreditada ante la opinión pública por la retahíla de escándalos de Juan Carlos I y el caso Nóos», explica. «No era fácil remontar e hizo falta una buena estrategia: seguir adelante, no cometer ni un solo fallo, adoptar un perfil bajo para no desatar críticas y adoptar medidas para hacer la institución más transparente», añade.

«El rey es consciente de su responsabilidad como jefe del Estado, se ha desmarcado de las prácticas corruptas de su padre y está ejerciendo de forma pulcra e impecable sus funciones», afirma Juan María Bilbao. «Gracias al cuidado que ponen los reyes en sus actuaciones públicas, la monarquía está recuperando buena parte del prestigio y la credibilidad perdidos», estima. Y «puede jugar un papel útil, valioso, para la estabilidad del sistema político como institución que simboliza la unidad y la permanencia del Estado y contribuye a amortiguar las tensiones políticas».

Momentos clave

Alejar a su padre y el discurso contra el «procés». «El rey ha debido tomar decisiones muy dolorosas en lo personal, como fue retirar el ducado de Palma a su hermana, la infanta Cristina, imputada junto a su marido», señala Apezarena. Pero especialmente «dar el visto bueno a la salida de su padre hacia Emiratos Árabes». A lo que se añadieron «las sucesivas trabas a las visitas a España, aunque solo fuera para competir en Sanxenxo». Pero «el momento más delicado se vivió en el 2017, el 3 de octubre, dos días después de la intentona separatista montada en Cataluña el 1-O». «El rey decidió que tenía que salir al paso para proclamar rotundamente su oposición a la independencia, a que se rompiera España», sostiene. «Puede resultar ilustrativo volver a visionar las imágenes que ofrecieron las televisiones aquel día, para entender que los independentistas, de cualquier signo, nunca contarán con la complicidad, y menos aún la complacencia, del rey de España», sentencia. Ciertamente, «aquel día, Felipe VI se la jugó. Y ganó. Como se ha dicho más de una vez, fue ‘su 23-F', aunque también tuvo que pagar un precio por ello: la animadversión de los separatismos».

Casa de S.M. el Rey | EUROPAPRESS

Polo apunta dos momentos. El primero, «cuando sube al trono y tiene que hacerse cargo de un barco que hace aguas por todas partes, comienza a tomar medidas, como las normas de transparencia y de apertura, (que habría que seguir desarrollando)». «No le tembló el pulso al expulsar de la familia real a todos los miembros que hubiesen tenido problemas de algún tipo con la Justicia. Fue un ‘borrón y cuenta nueva'», considera. El otro gran momento «fue el discurso que pronunció cuando se proclamó la independencia en Cataluña, para él fue su verdadera consagración como rey».

Los desafíos

Trasladar que la monarquía es útil y eficaz, los separatismos y una nueva estrategia de comunicación. «Tiene que conseguir que la monarquía siga aguantando en un país de claras simpatías republicanas, lo que no es fácil», opina Polo. «Hasta ahora ha centrado su agenda en demostrar que la monarquía es útil al país, pero creo que no siempre el mensaje cala», añade. «Hay un claro problema de comunicación: la Casa Real sigue un manual de gestión de agenda y organización de actos completamente trasnochado, excesivamente encorsetado, necesita urgentemente pasar a una estrategia más activa», considera.

Apezarena coincide: «Siempre he dicho que en España ha faltado una ‘pedagogía' de la monarquía, es algo que nunca se ha hecho». En su opinión, a Felipe VI le queda tarea para «trasladar a los ciudadanos y convencerlos de una manera rotunda que la monarquía constituye un sistema de gobierno tan fiable y adecuado como los otros, eficaz y moderno, tal y como se ha asumido en Inglaterra, los países nórdicos, etc.». En cuanto a los retos, «el más complicado son los nacionalismos, cada vez más atrevidos, como se comprobó con los episodios del procés, y que ahora aprovechan que el Gobierno precisa de sus apoyos para mantenerse en el poder». «Los separatismos han encontrado y encontrarán en Felipe VI uno de los principales rivales», destaca. También, «aunque posiblemente se trata de una situación coyuntural, ha tenido que convivir, y convive, con la novedad de un Gobierno en el que se sientan ministros declaradamente republicanos, no teóricos, sino beligerantes, que incluyeron en su programa el objetivo de acabar con la monarquía». Por eso, «Felipe VI ha tenido que moverse con muchísimo cuidado».

Bilbao señala que «para ejercer su función integradora y arbitral, siempre con la debida discreción, tiene que mantener y cultivar su autoritas, ganarse el respeto de los españoles y no comprometer su neutralidad política».

Felipe VI ayuda a Juan Carlos I a sentarse en el aniversario de Constantino de Grecia
Felipe VI ayuda a Juan Carlos I a sentarse en el aniversario de Constantino de Grecia Jonathan Brady | REUTERS

Marcar distancias con su padre en un país que ha cambiado

«En el discurso de proclamación, se comprometió a instaurar una monarquía renovada para un tiempo nuevo, cercana a los ciudadanos, merecedora de su respeto y confianza, que, para ello, observe 'una conducta íntegra, honesta y transparente'», recuerda Apezarena. «Y en ello se ha empleado con determinación Felipe VI, alejándose así de comportamientos pasados, que marcaron con intensidad los últimos años del reinado de su padre», estima. «Ha aplicado luz y taquígrafos a las cuentas de La Zarzuela, se ha mantenido ajeno a negociaciones económicas...», explica. «Felipe VI quiere y admira a su padre, reconoce el papel que ha desempeñado en la instauración de una democracia moderna para España, pero también asumió que su figura se había convertido en un problema, en un obstáculo para la nueva etapa», afirma.

Antes como rey que como hijo

«Y ha actuado en consecuencia, alejándolo del escenario nacional. Puede afirmarse, sin temor a equivocarse, que, en este terreno, Felipe VI ha actuado antes como rey que como hijo», concluye.

«Las diferencias son enormes, y no solo porque padre e hijo tienen personalidades muy diferentes», considera Polo. «El país no es el mismo, ni la prensa tampoco, Juan Carlos I disfrutó de un silencio que Felipe VI no tiene», explica. «Y es normal: en las democracias plenas, todas las instituciones tienen que estar sujetas a un sano escrutinio y rendición de cuentas», añade. Además, «durante el reinado del emérito, muchos medios nos vendieron la estampa de una familia ideal, unida, sencilla y campechana. Hoy sabemos que la realidad distaba mucho de la versión edulcorada que nos transmitían». «La gente tiene una visión más crítica de la institución y de la familia real», asegura.

Resalta que «Juan Carlos I disfrutó durante años de un bipartidismo y de la lealtad total, inquebrantable, de los principales líderes políticos, incluso los que se decían republicanos». Por contra, «Felipe VI se encontró con un parlamento mucho más fragmentado, con dificultades a veces inmensas para llegar a coaliciones para formar gobierno, con nuevas formaciones políticas abiertamente republicanas…». «Felipe VI no tuvo mas remedio que crear un ‘cordón sanitario' frente a su padre y no le tembló el pulso. Fue la decisión acertada», sostiene.