Entre la «melonización» y la ultraderecha de rostro amable
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A fin de cuentas, no importa demasiado si la dirección de Los Republicanos (LR), el partido conservador francés, desautoriza y expulsa a su líder Éric Ciotti por su propuesta de acercamiento a la derecha radical de Marine Le Pen. Les jeux sont faits, como dicen en francés los crupieres de los casinos: ya no va más, es ya demasiado tarde para retirar la apuesta. Una vez roto el tabú de un pacto poselectoral con la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) de Le Pen, de poco sirve que la dirección de LR quiera restablecer ese «cordón sanitario» ya roto.
El votante que quiera ese pacto se irá a la RN. De modo que Le Pen absorberá a los conservadores, ya sea directamente mediante un acuerdo o indirectamente mediante la fuga de electores. Y eso suponiendo que Los Republicanos, un partido que nunca ha sido muy estable, no implosione y sufra una escisión, porque en ese caso el caudal de votos hacia el partido de Le Pen sería aún mayor. Si a ello le sumamos que también ha entrado en crisis el partido de Éric Zemmour, que quizá está algo más a la derecha que el de la propia RN, las buenas noticias para Le Pen y su candidato a primer ministro, Jordan Bardella, no empiezan a amontonarse.
Frente a este avance, aparente imparable, del antiguo Frente Nacional, la izquierda ha reaccionado oponiéndole un Frente Popular. Es una estrategia que puede favorecerles en el sistema a dos vueltas francés, pero que también puede impulsar aún con más fuerza a la RN hacia el triunfo. La cuestión es esta: la unidad de la izquierda y la fortaleza de la derecha radical pueden dejar fuera de la segunda vuelta al centro macronista en buena parte de Francia. Naturalmente, los partidos de izquierda esperan que ese «voto útil» de los centristas y moderados vaya a ellos, pero se trata de una apuesta arriesgada.
A diferencia del Frente Popular francés de la década de 1930, cuyo núcleo principal era la relativamente moderada SFIO (el Partido Socialista de entonces), en este nuevo Frente Popular pesan más los partidos de la extrema izquierda, y su programa rupturista, que ha empezado ya a conocerse, podría empujar a muchos electores de centro a la abstención o incluso a votar en segunda vuelta a la RN. Esto no ha ocurrido nunca antes en unas elecciones francesas, pero esta vez podría ser distinto, porque bajo la dirección de Bardella el partido de Le Pen ha limado muchas de sus asperezas y su imagen es menos extremista. Se habla incluso de la «melonización» de los de Marine Le Pen, en alusión al itinerario ideológico de la primera ministra italiana Giorgia Meloni desde el populismo radical y euroescéptico hacia una relativa moderación y la respetabilidad internacional que se ha certificado precisamente estos días con su papel de anfitriona de la cumbre del G7.
Pero Meloni gobierna ya, mientras que Bardella todavía no, por lo que no es fácil saber cuánto hay de convicción y cuánto de táctica electoral en su ultraderechismo de rostro amable. Si las tendencias que reflejan las encuestas no se invierten pronto, no tardaremos mucho en saberlo.
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