La política europea es la política nacional
![Miguel-Anxo Murado](https://img.lavdg.com/sc/XzczWOuOElvroLPwLQy-m6UN6iQ=/75x75/perfiles/249/1577556912365_thumb.jpg)
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![Marine Le Pen con el candidato a las europeas Jordan Bardella.](https://img.lavdg.com/sc/BwagjrMKTs683fgex1FDuuIuZPI=/480x/2024/06/10/00121718046842133589949/Foto/reu_20240609_192421130.jpg)
No ha habido terremoto en Europa, pero, extrañamente, sí ha habido una fuerte réplica en Francia. El seísmo que se anunciaba para las elecciones del domingo en tonos un tanto sensacionalistas no ocurrió ni podía ocurrir. El de Bruselas-Estrasburgo no es realmente un parlamento sino una cámara de ratificación, y el pacto de hierro entre conservadores y socialistas hace prácticamente imposible que los partidos euroescépticos (moderados o radicales) y extremistas (de derecha o izquierda) puedan llegar a ser determinantes. En ese sentido, las elecciones europeas importan poco, pero sirven como indicio de la dirección en que sopla el viento de la política nacional de cada estado miembro. Porque, para bien y para mal, son los Gobiernos de los países, y no el Parlamento Europeo, los que deciden por dónde irá la UE. De ahí que lo más importante de estas elecciones europeas es lo que han tenido de elecciones nacionales, especialmente en Alemania y Francia, que son los dos puntales de la Unión, también para bien y para mal.
Lo de Alemania es en buena medida un efecto óptico. Alternativa para Alemania (AfD) ha subido, pero, con menos de un 16 por ciento, y con los conservadores de la CDU en un sólido 30 por ciento, la ultraderecha alemana todavía está muy lejos de la Cancillería. Si logra el segundo puesto es únicamente por el derrumbe de socialistas y verdes. Lo de Francia es otra historia. La decisión del presidente Macron de disolver el Parlamento en respuesta al triunfo de Marine Le Pen y al hundimiento de su propio partido, sí podría llegar a cambiar el rumbo de la UE, en el caso de que la Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) gane las elecciones anticipadas.
¿Qué posibilidades hay de que eso suceda? Por primera vez en la historia francesa moderna, bastantes. No hace mucho, una encuesta proyectaba para la RN una victoria arrolladora que en la parte media de la horquilla daba la mayoría absoluta a los de Marine Le Pen, aunque hay que tener en cuenta que el sistema electoral francés a doble vuelta hace difícil esta clase de predicciones. La decisión de Macron es, en cualquier caso, muy arriesgada. Quizá confíe en los precedentes. La disolución sorpresa le salió bien dos veces a De Gaulle (fue así como derrotó al Mayo del 68) y otras dos a Mitterrand. La de 1997 de Chirac, en cambio, le obligó a la «cohabitación» con la oposición socialista. En el caso de esta nueva convocatoria, va a ser difícil sorprender a la RN de Le Pen, porque llevan meses preparándose para esta eventualidad; incluso tienen ya las preparadas las listas de candidatos. Fracturada y vapuleada en estas elecciones, es a la izquierda a la que Macron va a coger por sorpresa. Y puede que ese sea su plan: convertir las legislativas en otras presidenciales en las que su primer ministro, Gabriel Attal, se presente como el único «voto útil» frente Jordan Bardella, el más que probable candidato de Le Pen a sustituirle. Significativamente, se sabe que Attal intentó convencer el domingo a Macron de que no disolviese el Parlamento. No lo consiguió y ahora le toca recoger la moneda que Macron ha tirado al aire.
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