«China niega la masacre de Tiananmen porque pondría en peligro al régimen»
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Perry LInk, catedrático de Princeton y coeditor de los «Papeles de Tiananmen», asegura que treinta y cinco años después el recuerdo aún infunde miedo en el país
18 jul 2024 . Actualizado a las 21:50 h.El martes se cumplieron 35 años de las protestas que, en China, sacaron a la calle a más de cien millones de ciudadanos pidiendo democracia, para acabar aplastados por carros de combate en los entornos de la plaza de Tiananmen durante la madrugada del 4 de junio de 1989. Perry Link, catedrático emérito de Princeton, coeditó con el profesor Andrew Nathan los Papeles de Tiananmen, una colección de documentos clasificados del Partido Comunista chino sobre cómo se perpetró la masacre del 4 de junio. Como testigo directo de los acontecimientos, explica el alcance de la tragedia que truncó la transición del gigante asiático hacia la democracia,
—¿Cuál es el origen de los Papeles de Tiananmen?
—Su origen podría ser una filtración perpetrada por algún cargo chino de rango intermedio en la jerarquía del partido, miembro de una facción probablemente vinculada a Qiao Shi [alto cargo de la formación], pero no puedo afirmarlo con certeza. Andrew Nathan y yo trabajamos directamente en la traducción con un funcionario chino, que fue quien nos proporcionó los documentos. Parte de nuestro acuerdo con él consistió en no revelar su identidad, porque eso podría poner en peligro a su familia.
—Pero todo podría ser una noticia falsa, podrían haberles engañado con alguna intencionalidad.
—Incluso en el caso de que alguno de los materiales contuviera errores, voluntarios o involuntarios, y aunque algún documento específico fuera parcial o totalmente falso (eso no lo sé, porque se incluyen referencias difícilmente verificables, como reuniones privadas entre altos cargos del régimen chino), la gran mayoría de los archivos son auténticos. Existen abundantes evidencias al respecto. Además, muchos datos han sido corroborados por los medios y por otras fuentes.
—En toda China, y desde la pandemia también en Hong Kong, está prohibido conmemorar Tiananmen. ¿A qué se debe ese ensordecedor silencio?
—Lo que sucedió hace 35 años tiene que ver, incluso hoy, con la legitimidad del régimen. Reconocer la masacre dañaría gravemente su imagen y, por lo tanto, erosionaría su prestigio y poder. Además, aun en el caso de que lo acontecido careciera de importancia, el mero hecho de que las autoridades chinas crean que sí la tiene lo convierte en relevante.
—Pero ¿realmente se trata de una masacre? Algunos sostienen que Deng Xiaoping no deseaba derramamiento de sangre.
—Por supuesto que se trata de una masacre. Deng [el sucesor de Mao Zedong como líder supremo] quería, en primer lugar, que la represión fuera violenta; y, en segundo lugar, que se supiera que había sido así. Pretendía asustar al pueblo chino para someterlo, para controlar todo el territorio y para que los efectos disuasorios duraran muchos años. Logró sus objetivos. Podría haber utilizado gases lacrimógenos, cañones de agua y porras para el desalojo de la plaza, pero si hubiera procedido de esa manera no habría logrado lo que pretendía: una intimidación de amplia proyección, durante un tiempo prolongado.
—A veces se dice que los manifestantes provocaron de tal modo a las fuerzas de seguridad que estas tuvieron que intervenir.
—Eso me parece una excusa ridícula. A los soldados se los colocó en una coyuntura imposible. Se les ordenó, en primer lugar, dejar la plaza completamente despejada antes de las seis de la mañana. En segundo lugar, se les dijo: «No derramen sangre, por favor». Pero se les proveyeron carros de combate y ametralladoras. Esta es una vieja táctica del Partido Comunista Chino: dar órdenes contradictorias y luego responsabilizar de todo lo que pueda ir mal a los destinatarios de las órdenes y no a quienes las han dado. Pensar que las fuerzas armadas sufrieron provocaciones y excesos por parte de los manifestantes, y que los soldados no tuvieron más remedio que contraatacar es una absoluta idiotez, una forma burda de intentar culpar a las víctimas.
—¿Cómo responder a quienes dicen que los manifestantes eran un pequeño grupo de «agitadores» instigados por fuerzas extranjeras?
—Ese modo de hablar no es más que un arma política, fruto del cinismo. Los gobernantes chinos saben que los manifestantes no representaban únicamente a una minoría insignificante. Y es precisamente por ello por lo que erradicaron las protestas de un modo tan contundente.
—¿Qué habría sido de China sin Tiananmen?
—Es difícil saberlo. Si el espíritu que tenía la sociedad china en la década de los ochenta hubiese continuado desarrollándose, hoy podríamos ser testigos de una China mucho mejor. Las protestas podrían haber tenido éxito; se habría logrado la transición hacia la democracia, aunque esto conllevara cierta dosis de inestabilidad y violencia.
—¿Cómo es posible que muchos expertos sigan apelando al excepcionalismo cultural chino y a su particular civilización para justificar la falta de democracia?
—Lamento decir que eso lo veo como una elegante expresión de racismo. No existe ninguna incompatibilidad entre la democracia y la cultura china; miremos a Taiwán, por ejemplo. Es una verdadera democracia. Xi Jinping amenaza con conquistarla porque necesita imponerse a sus rivales. Su preocupación es más el control del poder que la isla de Taiwán en sí misma. El régimen tiene fisuras. Las tenía en 1989 y hoy continúan existiendo. Antes se debían a diferencias en el plano político. Ahora, no lo sé. Puede que se trate más bien de una lucha en torno a quién ostenta el poder.