Yasmina y Moisés: «Nos compramos una casa por un euro»

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Esta pareja vivió durante tres años en una caravana en Ibiza porque no podían pagarse un alquiler. Un día él vio una increíble oferta en Italia y se la envió a su novia: «Pensé que era una estafa, pero investigué y ¡bingo!», cuenta ella

02 jun 2024 . Actualizado a las 10:26 h.

Yasmina y Moisés llevan ocho años juntos, ella ahora tiene 29 y él 36, actualmente viven en Valencia, pero su vida, como la de tantos jóvenes, ha sido una aventura. Sobre todo por la falta de trabajo y de dinero para hacerse con un alquiler. De hecho, estuvieron un tiempo largo viviendo en una caravana en Ibiza porque su sueldo no les daba para pagar los abusivos alquileres que hay en la isla, adonde se habían mudado desde Valencia porque no acababan de encontrar un empleo. «En Ibiza había más oferta, pero en aquel momento no teníamos nada, y como éramos jóvenes, pensamos: ‘Para no tener nada en Valencia, no tenemos nada en Ibiza, que es más bonito’.

 «Estuvimos tres años así, yo trabajaba de lo que me salía: camarera, limpiadora, en una floristería... Y Moisés de mecánico, que es su oficio», cuenta Yasmina, que asegura que ese mundo aventurero también le hizo mella. «La furgoneta estaba camperizada, teníamos una ducha, le pusimos una cocina, la cama..., estaba bastante bien. Suena muy hippy, pero cuando llevas seis meses así, te quieres morir, y más, si vives en cuatro metros cuadrados con otra persona»», relata Yasmina, que siempre ha tenido que ganarse la vida con esfuerzo y pone la carne en el asador. «Para que te hagas una idea, en Valencia vivíamos de alquiler, aunque los muebles eran nuestros. Así que cuando tomamos la decisión de marcharnos a Ibiza, vendimos el coche que teníamos parar comprar la furgoneta, y los muebles los pusimos a la venta en Wallapop. De ese modo, con el dinero que íbamos consiguiendo nos podíamos permitir adquirir lo necesario para hacer de nuestra furgoneta un pequeño hogar», expresa Yasmina.

«En Ibiza había momentos de aventura —continúa—, pero también había golpes de realidad que te hacían ver que no podías ni conseguir un triste apartamento. Porque todo mi sueldo, 1.200 euros, era lo que en aquel momento costaba un mínimo alquiler en la isla. Y la verdad, trabajar todos los meses para tirar lo que yo ganaba a la basura por hacerme con un zulo y pagarle la vidorra a otro, pues no», dice rotunda. En ese extraño confort vivían, disfrutando de la playa, permitiéndose algún lujo, como ir a cenar alguna noche, ahorrando parte de lo que ganaban, cuando les llegó una oportunidad con la que no contaban.

«La casa está en un pueblecito de Sicilia, es muy grande y mira a la montaña»

«Mi novio vio una noticia de una chica que se había comprado una casa por solo un euro en Italia y me dijo: ‘Mira, cari, ¡y nosotros aquí en una furgoneta! Yo, por supuesto, no me creí nada de lo que contaba la información y le contesté: ‘A ver, eso va a ser una estafa, si te cuesta más el café que una casa...’. Pero él me insistió, porque había visto que habían hecho incluso un artículo que estaba publicado en internet y me puse a investigar».

UNA LLAMADA A ITALIA

La información que encontró Yasmina era bastante ambigua, contradictoria y desactualizada, así que ni corta ni perezosa se le ocurrió que lo mejor era llamar a los ayuntamientos de los pueblos italianos que ofrecían estas casas. «Encontré una lista en Google y fui llamando solo para ver su reacción, si pedían alguna información concreta o por si decían: ‘Uy, esta española loca que cree que puede comprarse una vivienda por un euro’. También puse en Instagram los hashtags #Oneeurohouse, #Oneeurohome y me llevé la sorpresa de ver a gente de distintos lugares del mundo reformando sus casas en Italia, un australiano, un argentino... Y pensé: ‘Todos estos no pueden estar confabulándose para engañarme a mí’», señala Yasmina.

Yasmina en plena reforma. La fachada de la casa, y Moisés arreglándola
Yasmina en plena reforma. La fachada de la casa, y Moisés arreglándola

En ese momento los dos vieron que era cierto y que algunos pueblos italianos pedían distintos requisitos: algunos solicitaban que los propietarios se fueran a vivir allí, otros que reformaran la casa en un tiempo determinado, otros que montaran un negocio, otros que al cabo de veinte años devolvieran la propiedad...

«Yo le vi un aura de hogar que jamás había tenido, porque mi hogar era de chapa y sobre cuatro ruedas»

«Pasó un poco de tiempo, por aquella época yo era autónoma en Ibiza y estaba con mucho trabajo, y, la verdad, dejé este tema aparcado. Hasta que un día mi novio me llamó por teléfono al trabajo para saber cómo me iba el día y me soltó: ‘Bueno, lo de la casa de un euro lo vas a dejar, como todo’. Mira, me sentó tan mal [se ríe] que, aunque lo dijo una sola vez, yo lo escuché como un eco repetido: ‘Como todo, como todooo’ —se ríe Yasmina—. Me piqué tanto que cogí el teléfono y pensé: ‘El primero que me coja allá voy’». El primero no le cogió, pero el segundo sí. A Yasmina le respondieron de Mussomeli, un pueblo que tiene 11.000 habitantes y está en la provincia de Caltanissetta, en Sicilia.

«Como yo no quería irme a vivir a ningún lado ni tenía dinero para una reforma grande —indica— y, además, en Mussomeli no me pedían nada, solo que fuera allí en unos días, nos decidimos. Fuimos los dos otra vez a la aventura, sin saber muy bien a qué, si para inscribirnos en una lista o para hacer un casting entre futuros propietarios... Además, nos citaron en una plaza a las nueve de la mañana. Y, claro, yo cuando me vi allí, me dije: ‘Verás tú, que aquí ahora pasa una furgoneta, nos llevan todos los órganos y nadie se entera, ja, ja, ja». «Pero justo cuando estábamos esperando, aparecieron un chico argentino y otra chica búlgara que también estaban allí para comprar una casa por un euro. Ella buscaba una diáfana para montar una escuela de yoga, y el argentino quería una casita pequeña para él, su pareja y su hijo. A mí, cuando me preguntaron después las chicas de la inmobiliaria qué buscaba, les dije que me gustaría una casa grande y con vistas a la montaña. Una petición difícil», apunta.

En Mussomeli, un pueblo con un antiquísimo casco histórico, que no es especialmente cómodo para la vida diaria, Yasmina y Moisés junto al resto se pusieron a hacer una ronda para ver las propiedades que se ofrecían por ese curioso valor económico. Eran todas viviendas muy viejas, a cuyos herederos no les compensaba reformarlas, o bien porque la herencia estaba muy repartida entre muchos familiares o bien porque nadie se hacía cargo del coste. Por eso los ayuntamientos las ponían a la venta regaladas, con el compromiso de que los nuevos propietarios se ocupasen de que no fuesen una ruina. «En España —añade— hay alguna opción de compra barata en pueblos semiabandonados, pero suelen exigirte montar un negocio o vivir allí, algo que no nos planteábamos, porque ¿de qué trabajas?».

En Mussomeli, después de unas horas mirando, la de la inmobiliaria se acordó de que había una vivienda de unos cien años con vistas a la montaña y a Yasmina, nada más ver la puerta, algo le removió. «Yo sentí que esa casa iba a ser para mí y empujé al argentino, porque él entraba siempre de primero en todas, y ahí fui yo por delante. No lo dudé, era justo lo que quería y al salir ya di mi palabra: ‘Me la quiero quedar’», cuenta.

Yasmina valoró la compra con Moisés, porque ambos tienen toda su economía en común y ella no quería que la decisión le afectase a él: «Le dije que me hacía cargo yo sola, que no quería arrepentirme de esta oportunidad, y que si él no lo veía, yo separaba una parte de mi sueldo». Pero él lo vio claro y juntos iniciaron los trámites. Como extranjeros, tuvieron que solicitar un código fiscal italiano, que es gratuito, y solo pagaron 490 euros de gestión inmobiliaria y, posteriormente, 2.500 euros en el notario. En total, 3.000 euros.

UN AURA DE HOGAR

«Solo nos pidieron, aunque nadie me ha hecho un seguimiento, que arreglásemos la fachada y el techo en un período de tres años. En ese mismo viaje, entre un vecino, Moisés y otro albañil ya dejaron el tejado y las grietas de la fachada listas», apunta Yasmina, que lo que más le gusta de su casa es lo espaciosa que es. «Yo le vi un aura de hogar que jamás había tenido, porque mi hogar era de chapa y sobre cuatro ruedas. Cuando la compramos sentí que, por lo menos, tenía un sitio donde caerme muerta. Yo no sabía cómo me iba a ir la vida en España, pero sé que el italiano es parecido al español y que sé hacer las uñas, y las uñas se las hacen en todo el mundo», señala Yasmina toda emocionada.

Desde el 2021 es propietaria con Moisés de la casa de Mussomeli y allí ahora van en vacaciones. La reforma avanza muy lenta, es tediosa, según indica ella, pero en estos momentos tampoco es una prioridad. «Mi idea es disfrutarla en un futuro, no la quiero tener vacía, y por eso no hemos dado de alta ni la luz ni el agua, porque para una semana o dos que vamos al año... Aún está por reformar, solo metimos una cama y, cuando vamos, el vecino me pasa un cable para cargar los móviles y cada dos o tres noches pagamos un hotel para darnos una buena ducha», explica Yasmina, que ha avanzado mucho más en su aventura. Ahora los dos se han metido a comprar un chalecito en Valencia, ella trabaja como comercial y él sigue como mecánico. En @yasmina.rakib.requena y en su tiktok, Yasmina Rakib Requena, se puede comprobar que la casa de un euro no era una estafa.