«China libra contra Taiwán una guerra cognitiva, política y cibernética»

Mar Llera

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Chen Ming-chi, en una imagen de archivo.
Chen Ming-chi, en una imagen de archivo. Santiago Ramírez Antonete

Chen Ming-chi, CEO del Instituto de Investigación en Defensa y Seguridad Nacional de Taiwán, asegura que entre el 60 % y el 70 % de los taiwaneses están dispuestos a luchar por su país

27 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las recientes elecciones en Taiwán han provocado un escenario marcado por la incertidumbre, tanto en el terreno político como en el militar. El candidato ganador en las presidenciales, Lai Ching-te —del Partido Democrático Progresista (PDP)—, tomó posesión de su cargo el pasado lunes. Pekín lo tacha de «independentista irredento», aunque las cosas no son exactamente así. Lai asegura que no va a promover la independencia, su posición se caracteriza por el pragmatismo y el realismo. En los últimos años su partido ha suavizado la retórica soberanista debido a la doble presión a que se ve sometido. No solo China, también Estados Unidos ha lanzado serias advertencias sobre las deplorables consecuencias que tendría cualquier amago independentista.

Chen Ming-chi, CEO del Instituto de Investigación en Defensa y Seguridad Nacional de Taiwán (INDSR), está acostumbrado a seguir en detalle todo lo que se mueve en su país, y analiza las posibilidades de un conflicto militar que podría tener consecuencias globales.

—¿Se ha producido recientemente algún cambio en la estrategia militar china?

—Pekín ha cambiado su estrategia defensiva por una ofensiva. Sus ambiciones territoriales suponen un desafío a la legalidad vigente y al orden mundial. Su armada es la más numerosa del mundo: dispone de una importante flota de alta mar (Blue-Water Navy), posee submarinos nucleares y está terminando de construir otro portaviones. Ahora bien, al Ejército chino le falta experiencia militar. Por eso, de momento, China está recurriendo a tácticas de confrontación grey zone (zona gris) que no alcanzan la categoría de conflicto armado, aunque se aproximan a ella. La comunidad internacional debería alzar la voz. El Mar de China Meridional constituye uno de los puntos más calientes del planeta, por él pasa el 60 % de los buques de carga para el transporte marítimo; las actuales tácticas ponen en riesgo a la economía global.

—¿Podría explicar las principales operaciones que China lanza contra Taiwán?

—La amenaza china es híbrida: se despliega simultáneamente en las áreas militar, económica, informativa (a través de la llamada «guerra cognitiva», que promueve la desinformación), política (mediante una influencia perniciosa en el proceso electoral), y cibernética. Los ataques contra nuestra ciberseguridad son una rutina diaria. Pekín recurre al hackeo masivo de datos, lleva a cabo ataques DDoS (Distributed Denial of Service, consisten en sobrecargar una red con una gran cantidad de tráfico hasta hacerla inaccesible) e instrumentaliza redes sociales como TikTok para manipular a la opinión pública, sobre todo a los más jóvenes. Esta plataforma ha sido catalogada como una amenaza a la seguridad nacional.

—¿Existe la posibilidad de un ataque anfibio?

—El estrecho [de Taiwán] no es demasiado ancho, pero supera al paso de Calais, por lo que no sería imaginable una operación como la que supuso el desembarco de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Un ataque anfibio conllevaría muchísimo esfuerzo, sería una operación muy compleja. Según muchos expertos militares, lanzar con éxito una invasión de este tipo contra Taiwán a través del estrecho sería extremadamente difícil, casi imposible. Nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, Kinmen [un archipiélago taiwanés a solo 10 kilómetros de la costa China] fue bombardeado y sufrió un ataque anfibio por parte de Pekín, pero la operación resultó un fracaso.

—¿Es cierto que Xi Jinping ha acaparado el poder político y militar de un modo que carece de precedentes?

—A Xi puede pasarle lo mismo que a Putin con la invasión de Ucrania. Al asumir tanto poder, no ha habido nadie que se atreviera a decirle que se estaba equivocando; no ha habido capacidad de oposición, ni contrapesos a las decisiones unilaterales del líder. Putin ha convertido todas las instituciones del Estado en cajas de resonancia de su poder dictatorial. Lo mismo le está sucediendo a Xi. El presidente chino ha llevado a cabo importantes purgas en la administración pública y en las fuerzas armadas, en función de criterios meramente ideológicos y de su ambición de poder, lo cual debilita al Ejército.

—Sabemos que Taiwán está desarrollando una estrategia «puercoespín», debido a las necesidades estratégicas que conlleva un conflicto asimétrico. ¿Qué nos puede explicar al respecto?

—Es algo que nos han enseñado nuestros colegas estadounidenses. La adquisición de grandes fragatas o aviones de combate, como hacíamos antes, ya no corresponde a nuestras necesidades reales. Debemos ser conscientes de la asimetría con China en lo que respecta a capacidades militares. Por eso hemos de focalizarnos en disponer de un armamento que no sea caro, pero sí abundante y eficiente; contar con dispositivos de menor alcance, pero fáciles de lanzar y de efectos letales. Estamos hablando, por ejemplo, del uso de drones, de misiles de defensa antiaérea como los Stinger o de misiles para sistemas antitanque portátiles como los Javelin. Aquí el número sí importa. Como he dicho, se trata de una estrategia de defensa total, basada en la imagen del puercoespín. Queremos convertir nuestra asimetría en una ventaja, adquiriendo armas más baratas y eficientes, y mejorando la comunicación con nuestros aliados. No es que hayamos cambiado completamente nuestro enfoque, pero sí hemos reorganizado nuestro orden de prioridades.

—¿Podría explicarnos en qué consiste la «ambigüedad estratégica» de Estados Unidos respecto al reconocimiento de China y a su compromiso militar y político con Taiwán?

—Aunque oficialmente la posición de Estados Unidos no ha cambiado, ya no es tan ambigua como solía serlo, se está clarificando. En los últimos años, Washington ha incrementado tanto la escala como el alcance de su cooperación militar con Taiwán. Ahora bien, la guerra de Ucrania implica una competencia por los recursos. Y se hace evidente que otros países democráticos [Europa] no han invertido suficientemente en defensa, de ahí la renuencia de una parte del establishment [sector dirigente] norteamericano a seguir proporcionando material defensivo.

—¿Hasta qué punto la ciudadanía de Taiwán se siente comprometida con su país?

Una encuesta reciente muestra que entre el 60 % y el 70 % de la población estaría dispuesta a luchar para defenderlo. Quizá no parezcan cifras demasiado impresionantes, pero son similares a las que se manejaban en Ucrania justo antes de la invasión. Podemos colegir, por tanto, que una gran mayoría de taiwaneses, si llega la ocasión, mostrarán la determinación de plantar cara a China. Pekín lo sabe, por eso se empeña en minar la autoconfianza y la voluntad del pueblo taiwanés. Intenta desalentarlo a través de esa «guerra cognitiva», mediante estrategias de manipulación, desinformación y propaganda que buscan impacto psicológico. Parte de esta campaña son los alardes en torno a la creación de armas hipersónicas que podrían alcanzar bases militares estadounidenses como la de Guam, impidiendo que Estados Unidos acuda en ayuda de Taiwán cuando China lance su ataque. Pero la experiencia de Ucrania nos demuestra que los Patriot han podido interceptar con éxito los misiles hipersónicos lanzados por Rusia.