El régimen iraní se sumerge en la incertidumbre después de la muerte del presidente Raisí

Ricard G. Samaranch ATENAS / E. LA VOZ

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Miles de iraníes participaron el lunes en una ceremonia de luto en las calles de Teherán.
Miles de iraníes participaron el lunes en una ceremonia de luto en las calles de Teherán. ABEDIN TAHERKENAREH | EFE

El país está envuelto en agitación interna, ante el espectro de una posible guerra con Israel

21 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La muerte en un accidente de helicóptero del presidente iraní, Ebrahim Raisí, así como otros altos cargos, incluido el ministro de Exteriores, ha situado al régimen teocrático iraní en su período de mayor incertidumbre desde la muerte de su fundador, el ayatolá Jomeini. De acuerdo con la Constitución, el vicepresidente del país, Mohamed Mojber, ha asumido de forma interina el poder y ha convocado elecciones para el 28 de junio. Sin embargo, el traspaso de poder no será fácil, pues una multitud de incógnitas rodean el futuro del régimen de los ayatolás.

Y es que la muerte del presidente, que Irán achaca al mal tiempo y la falta de mantenimiento del helicóptero, no podía llegar en un peor momento para el guía supremo y hombre fuerte del régimen, el ayatolá Alí Jamenéi. Afectado por un delicado estado de salud, a sus 85 años, Jamenéi estaba preparando su sucesión, y Raisí era uno de los favoritos, pues era un fiel ultraconservador que conocía muy bien las interioridades del sistema.

Además de este desafío, el país se enfrenta a una fuerte contestación interna tras la fallida revuelta popular por el asesinato de la joven Mahsa Amini, a una gravísima crisis financiera, a un contexto regional muy tenso, en plena guerra de Gaza y con el espectro de una guerra con Israel más real que nunca. Sin olvidar, claro, la presión internacional respecto al polémico programa nuclear del país, que una victoria de Trump en noviembre podría intensificar. Así pues, las crisis internas y externas se acumulan en el momento de mayor debilidad de Teherán. La última fase del liderazgo de Jamenéi no se antoja precisamente plácida.

Ahora bien, en al menos un aspecto, la desaparición de Raisí podría favorecer las ambiciones no confesadas de Jamenéi: aumenta las posibilidades de que su hijo Mojtaba sea elegido como su sucesor. Durante los próximos meses, se espera una dura pugna por el poder en el seno del opaco régimen teocrático iraní, ya que no existen figuras de consenso para ocupar las plazas vacantes tras el accidente, y la que pronto puede dejar Jamenéi. Esta situación podría suponer una oportunidad para la oposición, sobre todo si las diversas facciones del régimen no son capaces de acordar una distribución pactada del poder.

De momento, mientras los sectores oficialistas se hallan conmocionados por la pérdida de uno de sus líderes más destacados, Jamenéi se está esforzando en proyectar una imagen de continuidad institucional. El guía supremo ha prometido a la nación iraní que habrá un traspaso de poderes «sin ninguna disrupción». Sin embargo, no hay ningún líder que cuente con un amplio apoyo para sustituir a Raisí. A nivel legal, la figura de la vicepresidencia goza de poderes limitados, y la mayoría de iraníes apenas conoce a Mojber, el nuevo presidente interino.

Hay que tener en cuenta que el régimen iraní tiene una compleja estructura que aúna instituciones propias de una teocracia con otras de carácter democrático, como un Parlamento o un presidente electo en las urnas. Sin embargo, la capacidad real de elección de la población es bastante limitada, pues un órgano dominado por los clérigos filtra los candidatos a la presidencia, y durante los últimos años ha excluido no solo a la oposición, sino incluso a los sectores reformistas. Aunque los ultraconservadores atesoren todos los resortes del poder, ello no significa que no haya diversas facciones que compiten agresivamente por él.

De todas formas, los analistas advierten de que el escenario de un colapso del régimen no es el más probable. Casi desde su fundación, la teocracia iraní ha mostrado una gran capacidad de resiliencia ante todo tipo de crisis, incluida una larga y brutal guerra con su vecino, Iraq, en los años ochenta. El hecho de que el guía supremo y no el presidente sea la figura más poderosa, unido a rol crucial en política exterior de un actor tan poderoso y corporativo como los paramilitares de la Guardia Revolucionaria, una especie de Estado dentro del Estado, dotan al sistema de unas altas dosis de estabilidad y continuidad que no tienen las democracias ante circunstancias tan excepcionales como la muerte del presidente del país.

Ebrahim Raisí, un puro producto de la teocracia que apuntaba a convertirse en guía supremo

A sus 63 años, el difunto presidente iraní, Ebrahim Raisí, encarnaba perfectamente no solo los ideales de la teocracia que creó el ayatolá Jomeini tras la revolución iraní de 1979, sino también la deriva ultraconservadora que ha experimentado el régimen en los últimos años. Raisí, un reputado teólogo ultraconservador, fue elegido presidente del país en el 2021 en unas polémicas elecciones, que boicoteó la oposición, después de haber ido escalando los diversos escalafones de poder de la jerarquía del régimen en el ámbito de la judicatura. De hecho, incluso sonó como posible sustituto del veterano Alí Jamenéi, el guía supremo, la figura más poderosa del régimen.

Sus tres años en la presidencia del país han estado sobre todo marcados por la revuelta popular desatada a raíz de la muerte de la joven Mahsa Amini en una comisaría tras ser arrestada por no llevar el hiyab o velo islámico. El levantamiento fue uno de los más masivos a los que ha hecho frente el régimen iraní, que reaccionó al igual que en anteriores desafíos de esa naturaleza: con una fuerte represión. Se calcula que al menos unas 600 personas murieron en los enfrentamientos con la policía y otras 20.000 fueron arrestadas, si bien la mayoría fueron puestas en libertad en las semanas o meses posteriores.

Confrontación con EE.UU.

A nivel internacional, su presidencia se asocia a la confrontación con EE.UU. y a la consolidación de las relaciones con varias milicias árabes afines al régimen, la mayoría de confesión musulmana chií, como los hutíes en Yemen o Hezbolá en el Líbano.

Aunque en Irán la última palabra corresponde a Jamenéi en una decisión en esta esfera, la política del régimen encajaba perfectamente con el talante de Raisí. El presidente pertenecía a la rama más conservadora dentro del sistema que se ha impuesto al sector reformista. De hecho, buena parte de sus líderes se encuentran en prisión o en arresto domiciliario.

La ideología ultraconservadora de Raisí se manifiestaba en su apoyo a la segregación de los sexos, o la aplicación de los castigos físicos prescritos por las interpretaciones más estrictas del islam. Pero su actuación más polémica sucedió cuando se ejecutó a miles de presos políticos a finales de los años ochenta cuando él ocupaba una importante posición en la cúpula judicial del país. Él siempre ha negado cualquier rol en la represión, pero por ella, Washington le colocó en la lista de altos cargos sancionados.

Mojber, un presidente interino con marcado perfil económico

El hasta ahora vicepresidente primero de Irán, Mohamad Mojber, ocupará la presidencia en funciones del país hasta las elecciones que él mismo fijó el lunes para el 28 de junio, mucho antes de los 50 días que le daba la Constitución. Después de la muerte de su predecesor, Ebrahim Raisí, en un accidente de helicóptero, Mojber recibió el visto bueno del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenéi.

El político llega al puesto con un marcado perfil económico tras haber dirigido entidades y fundaciones financieras, con una educación centrada en leyes internacionales. Actualmente tiene 68 años y llegó a la vicepresidencia de la mano de Raisí hace tres años, en el 2021.

Ocupó la dirección de un poderoso conglomerado, la Fundación de la Orden del Imán Jomeiní, entre el 2007 y el 2021, un cargo que le costó ser sancionado por Estados Unidos hace tres años, según Press TV.

Esa fundación se creó en los años ochenta para gestionar las propiedades confiscadas tras la Revolución Islámica de 1979 y con el paso del tiempo se ha convertido en un poderoso conglomerado económico estatal con intereses en diferentes sectores. También fue presidente de la junta del Banco Sina, un ente privado centrado en inversiones.

Antes de ocupar esos puestos fue vicegobernador de la provincia suroccidental de Juzestán, donde nació en junio de 1955 y donde dirigió la Compañía de Telecomunicaciones Dezful. Según Press TV, cuenta con un doctorado en leyes internacionales.

El canal de televisión también afirmó que es muy probable que el empresario y político se presente a las próximas elecciones para ser elegido presidente en las urnas.