Marina Tena, creadora de «Dulce»: «Mis padres fueron diabéticos diez años para que no lo fuera yo»
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A través del cómic hace un recorrido por cómo ha sido su vida conviviendo con una enfermedad crónica y el impacto emocional y en el entorno: «De repente tienes que volver a entender tu vida».
18 may 2024 . Actualizado a las 19:13 h.Desde siempre, dibuja para explicarse cosas. Así que cuando el clic llegó,cuando inició el camino por un duelo que no comprendía porque estaba despidiéndose de algo que nunca había vivido, Marina Tena salía de trabajar a las 21 horas y se ponía a dibujar. Durante dos años estuvo trabajando en un proyecto que es a la vez un cómic, un diario, una oda y una denuncia. Dulce (en su versión original Sucre, editada por Inuk), cuenta una historia que es la de muchas personas: la de convivir desde la infancia con una enfermedad crónica como la diabetes.
«Una persona con diabetes toma 180 decisiones más al día que alguien sin ella. Y eso en un día normal y corriente». Así resume Marina Tena cómo es convivir desde la infancia con una enfermedad crónica. Una enfermedad normalizada pero a la vez muy desconocida en la sociedad. Y una enfermedad que casi siempre permanece oculta. «Para cualquier persona que esté fuera de esta cabeza de aquí [se señala la frente] tengo una vida muy normal», explica la autora de Dulce. Ocurre como con la salud mental: «Es muy fácil ver que la persona con silla de ruedas tiene limitaciones pero no es tan fácil ver como la persona con depresión tiene limitaciones. ¿Por qué? Porque es una cosa que yo no puedo ver y además tampoco se me ha educado en entender la salud mental como tal».
Lo mismo ocurre con la diabetes. «Te afecta muchísimo a nivel emocional y muchas veces eres un número más de un historial clínico». O tu glicosilada. «La glicosilada es el número que marca si has estado bien controlado durante los últimos seis meses, pero ¿y que yo no duerma por las noches, que llore, que me frustre, que no pueda estar de fiesta con mis amigas y pasármelo bien sin irme al baño llorar? Esto no es tan importante». Por eso Dulce es también un manifiesto, una denuncia. Un «escuchadnos ya, maldita sea», porque no todos los libros que se publican sobre diabetes tienen que ser sobre recetas y sobre ejercicio. «Yo sé que me tengo que cuidar, lo he hecho toda mi vida, pero ¿y cuando me siento sola?».
El clic, el proceso de duelo por la enfermedad, le llegó a Marina Tena más tarde de lo que le habría gustado. Pero llegó. Llegó al mismo tiempo que el confinamiento, o más bien, consecuencia de él. Por primera vez, escuchaba que no podía hacer vida normal. Era una paciente de riesgo. «Ese fue el primer impacto». Y luego llegaron los sensores y los números. Los márgenes en los que debía estar para tener controlada la enfermedad. «Me di cuenta de que llevo una mochila más cargada que el resto y esto ha pasado siempre». Y empezaron a tener sentido las cosas que le habían pasado a lo largo de su vida. Marina Tena llevaba diez años acudiendo a terapia y nunca había salido la diabetes. Los últimos dos años, la enfermedad ha estado muy presente en su proceso. «De repente tienes que volver a entender tu vida». Y hacer las paces con una misma. «Entonces dejas de aborrecer esa persona que hacía lo que podía y empiezas a hacerle la ola».
Una de las cosas que más aprecia Marina Tena es que sus amigos lleven zumo en el bolso. Que en las casas que visita haya zumo, porque le hace la vida un poco más sencilla. Le quita peso a su mochila. Menos decisiones que tomar ese día. Otra de las cosas es la terapia, que le ha permitido sentarse a ver la película de su vida desde otro prisma, el de una adulta, y comprender. Comprender que «mis padres fueron diabéticos diez años para que no lo fuera yo», para asegurarle una infancia normal. Por eso Dulce es también una oda a quien ejerce el papel de los cuidados: a sus padres, a su pareja, a sus amistades «Muchas veces ocurre que cuando pasa algo siempre vamos a la persona que le ha pasado, pero la otra persona también está sustentando todo esto y no le estamos preguntando». Los cuidadores «son los tremendos olvidados, es algo patológico y nunca mejor dicho».
Sí, ha tenido malas experiencias con el equipo médico que la atendía. Sí. Pensó que estaba sola, que nadie comprendía bien por lo que pasaba y que las dudas que la asaltaban solo las tenía ella. «Ahora mismo estoy muy contenta porque he hecho las paces. Mi hospital ahora es mi segunda casa y no pensaba que esto lo pudiese decir en ningún momento, porque para mí era ir al hospital y tener un ataque de ansiedad». La situación de saturación de la sanidad y cómo lo soporta su personal pesa, pero también es cierto que «del mismo modo que no conectamos con amigos o no conectamos a veces con psicólogos, tampoco conectamos con médicos». ahora ahora me siento súper arropada, pero ahora soy una persona adulta y cuando un médico me dice algo puedo llegar a entender por dónde tengo que cogerlo y cuando me dice algo que no me gusta, puedo recolocarlo. Y no solo soy una persona adulta, soy una persona adulta que ha hecho muchos años de terapia».
Un adolescente o un niño «no tiene todo este bagaje» y a eso hay que sumarle el tener que asumir una realidad con una enfermedad crónica a esa edad. Marina Tena cree que es importante que los pequeños y los jóvenes con diabetes vean a otras personas que tienen la misma condición, «porque el simple hecho de ver de verlo como un espejo hace que lo vivas diferente». Que se lo digan a ella, que la primera vez que vio un bajón de azúcar «me asusté». Por eso, «a quien se sienta perdido, le diría quizás no estás con el médico adecuado. Quizás no estás en el contexto adecuado. Quizás no te estás comunicando con tus padres o con tu entorno de la forma adecuada y por favor ve a terapia, porque si la vida ya es complicada, imagínate con una diabetes encima».