El PSOE reivindica a Rubalcaba cinco años después de su muerte

María Salgado
María Salgado REDACCIÓN / LA VOZ

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Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen de octubre del año 2012, cuando era secretario general de los socialistas
Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen de octubre del año 2012, cuando era secretario general de los socialistas GUSTAVO RIVAS

Sánchez recuerda el legado del exministro de Interior, pieza clave en el fin de la banda terrorista ETA, fallecido a causa de un ictus

10 may 2024 . Actualizado a las 23:02 h.

«La paz y la libertad es nuestra forma de vida». Este es el lema que podía leerse hace justo un lustro en la capilla ardiente de quien dedicó 40 años de vida a su país. Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951 - Madrid, 2019) fue un político afable y dialogante, querido por compañeros y rivales, y cuyo nombre está grabado con letras doradas en la historia de España por haber sido una pieza clave para lograr el fin de la banda terrorista ETA. «Su legado sigue muy presente y su recuerdo nos acompaña siempre. No solo a la familia socialista, también a todos los demócratas», reivindicó ayer en redes sociales el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mensaje acompañado de una fotografía del socialista sonriendo en el quinto aniversario de su fallecimiento a causa de un ictus.

No tenía puertas giratorias. Quien logró en 1984 su plaza como profesor de Química orgánica en la Complutense de Madrid, donde estudió y conoció a su mujer, regresó a las aulas 30 años después, cuando abandonó la política, ese instrumento tan denostado que él tocó con virtuosismo. Muñidor de la transición del felipismo al zapaterismo, Rubalcaba fue ministro de Educación y de la Presidencia, y portavoz del Gobierno con González, legislaturas en las que reformó el sistema educativo con la Logse y amplió la educación obligatoria hasta los 16 años.

Con Rodríguez Zapatero, se hizo cargo de Interior, y centró su trabajo y su obsesión en lo que acabó siendo su testamento político: la lucha antiterrorista. «O convencéis a ETA de que termine o rompéis con ella. O votos o bombas», advirtió a los dirigentes de Batasuna.

Sánchez y Rubalcaba, en julio del 2014, cuando el primero fue nombrado secretario general de los socialistas
Sánchez y Rubalcaba, en julio del 2014, cuando el primero fue nombrado secretario general de los socialistas Benito Ordoñez

El cántabro fue capaz de atraer a los separatistas a la arena democrática y el 20 de octubre del 2011 —«uno de los días más felices de su vida», dijo una compañera de partido—, la banda dejó las armas. «Para la gente ha acabado el terrorismo, pero para las víctimas, no. Para ellas sigue estando presente cada mañana, cada tarde y cada noche, porque tienen a sus seres queridos enterrados. No hay que olvidarlas nunca y por ellas hay que construir un relato de verdad de lo que pasó. Y lo que ocurrió es que la democracia ganó y ETA perdió», sentenció.

Rubalcaba también impulsó el carné por puntos y el endurecimiento de las penas a los conductores temerarios, medidas que redujeron los 6.000 muertos anuales en carretera a 1.500. Vicepresidente primero apenas nueve meses, lo dejó todo para ser candidato del PSOE a las generales del 2011, pero perdió. Tras dos años como secretario general de los socialistas, dio el relevo a Sánchez, cuya primera investidura definiría como «Frankenstein» por sus pactos con nacionalistas conservadores y secesionistas. Siempre crítico, hijo de un piloto y nieto de un capitán del Ejército republicano, hasta en Génova reconocían: «A nosotros lo que nos falta es un Rubalcaba».