El regulador europeo ve con buenos ojos una absorción que el Ejecutivo amenaza con impedir
10 may 2024 . Actualizado a las 18:54 h.La guerra que ha desatado el anuncio de opa hostil lanzada el jueves por BBVA sobre Banco Sabadell se va a librar en campos de batalla más allá de los consejos de administración de las entidades en liza. El motivo no es otro que las autorizaciones que el banco vasco necesita para completar la operación, en el caso de que los accionistas del catalán le den el 'sí, quiero' a su oferta y logre sumar un mínimo del 50,01 % del capital. Porque pese a superar esa fase -ya de por sí complicada- a la polémica opa hostil le quedarán todavía etapas que completar, y una de ellas pasa por la bendición del Banco Central Europeo (BCE).
La institución que dirige Christine Lagarde no se pronuncia oficialmente, pero ve con buenos ojos la operación que ayer presentó públicamente el presidente de BBVA, Carlos Torres, a analistas y medios. De hecho, fue el propio Torres el que aseguró que desde el primer momento había mantenido informado a Fráncfort de sus intenciones y que no disgustaban en absoluto, habida cuenta de que el supervisor lleva años alentando una concentración bancaria que alumbre entidades potentes, a ser posible, transnacionales, extremo este que todavía no se ha dado.
Aunque el BCE no vaya a ser un obstáculo para la absorción de Sabadell, el vicepresidente del supervisor, Luis de Guindos, que este jueves participó en un acto en Madrid, optó por la prudencia y recordó que Fráncfort tendrá que analizar si la integración tendrá efectos sobre la estabilidad del sistema financiero español. «Hay que ser absolutamente prudentes, no sabemos si la operación va a cristalizar, dependerá de los accionistas. Pero el BCE tiene que autorizarla y lo hace siempre basado en el principio de solvencia y en el principio prudencial. Nosotros lo que buscamos es la estabilidad del sistema financiero en la zona euro y España es un país importante», dijo Guindos.
Precisamente BBVA considera que la bendición del supervisor europeo estará basada en esos criterios de solvencia y estabilidad que tendría la nueva entidad fusionada, ya que rebasaría los niveles objetivo del banco en solitario. Del mismo modo jugarían a favor las sinergias entre ambas entidades, que Torres elevó a un ahorro de 850 millones de euros antes de impuestos, y a la complementariedad de sus negocios, a lo que habría que añadir el salto cuantitativo en la concesión de crédito, unos 5.000 millones de euros adicionales al año.
El impacto que esta nueva vuelta de tuerca en la concentración bancaria supondría para la competencia o la exclusión financiera son aspectos que -como recordó Guindos- no le competen al BCE, sino a las autoridades nacionales, como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y, como último peldaño, al Gobierno, a través del Ministerio de Economía.
Y ahí es donde puede acabar encallando el intento de crecer de BBVA, ya que el Ejecutivo, que hace solo una semana -cuando la fusión se planteaba en términos negociados- se mostraba respetuoso con los contactos de ambas entidades financieras, ayer sacó la artillería pesada posicionándose frontalmente en contra.
La semana pasada la única voz contraria a la operación era la de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La líder de Sumar alertaba del riesgo de oligopolio en la banca española y del impacto que la concentración tendría para trabajadores y clientes. Sin embargo ayer el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, tomó la bandera para criticar la opa, tanto por «el fondo como por la forma» y recordó que era su departamento quien tenía la última palabra para autorizarla, dejando claro que no estaban dispuestos a hacerlo, aunque la operación hubiera superado todos los filtros previos, el primero, el del BCE.
Por su parte, el presidente de BBVA se mantuvo optimista, asegurando que confiaba en que finalmente el Gobierno se diera cuenta de que la fusión era beneficiosa para el país en conjunto.