¿Por qué asesinaron Rosario Porto y Alfonso Basterra a su hija? Las incógnitas que quedaron sin resolver del caso Asunta

X.M. / G.V. REDACCIÓN

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Alfonso Basterra y Rosario Porto, durante el juicio por el asesinato de su hija
Alfonso Basterra y Rosario Porto, durante el juicio por el asesinato de su hija XOÁN A. SOLER

Aunque han pasado más de 10 años de los hechos, quedan muchas incógnitas en torno a un crimen que ahora Netflix devuelve a la actualidad con su serie de ficción, «El caso Asunta»

24 abr 2024 . Actualizado a las 13:46 h.

Fue uno de los sucesos más mediáticos de la reciente historial criminal de Galicia. También uno de los que más incógnitas dejó en el aire.

El estreno de la serie de Netflix, El caso Asunta, el próximo 26 de abril, trae de vuelta a la actualidad aquel 21 de septiembre del 2013 que heló la sangre a toda España: el cuerpo de una niña de 12 años, Asunta Yong Fang Basterra Porto, aparecía sin vida en una pista forestal de Teo.

En ese momento arrancaba una frenética investigación que llevó a la detención de los padres, a las pesquisas de cómo era su vida y, sobre todo, a muchos porqués. La sentencia dice que Alfonso Basterra y Rosario Porto idearon y ejecutaron juntos y de común acuerdo el plan de asesinato de su hija. Ambos fueron condenados a 18 años de prisión, pero nunca revelaron el porqué.

Pasada una década, conocer el motivo se convierte casi en misión imposible. Rosario Porto se quitaba la vida en su celda de la cárcel de Brieva, en Ávila, el 18 de noviembre del 2020. Alfonso Basterra sigue pasando esapercibido como preso de segundo grado en la prisión de Teixeiro y, aunque tenía derecho a pedir permisos de fin de semana desde el 2018, no lo ha hecho.

¿Cuántos móviles del crimen se manejaron?

Con el qué, el quiénes, el cómo, el cuándo, el dónde y el con qué perfectamente respondidos y acreditados en la investigación y el juicio, al caso le queda por responder la gran incógnita que todo hecho suscita: el porqué. Lo más probable es que nunca se sepan los motivos que les llevaron a cometer el crimen. No se sabrá porque Porto está muerta y el padre, si habla, no tiene que contar la verdad ahora que ya nadie puede contradecirle. En este complicado caso se llegaron a investigar cinco teorías. Cinco posibles móviles. Algunos se descartaron, pero otros llevan diez años abiertos.

¿Tuvo algo que ver la herencia?

La primera teoría fue descartada rápidamente. En los primeros días del caso, cuando aún no se conocían muchos detalles del asesinato más allá de que los padres de Asunta eran los únicos sospechosos y habían sido detenidos y enviados a prisión preventiva, emergió una teoría tan lógica como equivocada. Tenía que ver con la herencia de los padres de Rosario Porto: un conocido abogado, Francisco Porto Mella, y una profesora de Historia del Arte de la USC, María del Socorro Ortega Romero, que lograron reunir un notable patrimonio y que gozaban de una posición económica envidiable.

Se dijo que, como no se fiaban de su hija y de su yerno, habían dejado todos sus bienes en herencia a la nieta y que por ello la habían asesinado, para quedarse los progenitores con todo. No era así. La única heredera era Rosario Porto, y cuando ella se suicidó en la cárcel de Brieva (Ávila), sus bienes pasaron a Teresa Sampedro Portas, gran amiga de su madre y a la que familiarmente llamaba la Nena. Esta profesora ourensana fue la única que la visitó en prisión y ella premió así su fidelidad, por delante de familiares directos como sus primos. Basterra, por tanto, nunca pudo beneficiarse, por lo que el testamento tampoco pudo ser un motivo que le llevara ni a cometer el crimen ni a convencer a su exmujer de llevarlo a cabo juntos.

¿Murieron los abuelos en extrañas circunstancias?

¿Mataron Porto y Basterra a los padres de ella? El segundo posible móvil en plantearse como posible explicación del caso Asunta fue el que aventuraba que la niña se había enterado de un oscuro secreto de sus padres y amenazaba con contarlo. Concretamente, según esta teoría que ya jamás podría probarse, la pequeña se había enterado de que Rosario Porto y Alfonso Basterra habían matado a sus abuelos maternos para heredar su fortuna.

Lo cierto es que Francisco Porto Mella y María del Socorro Ortega Romero fallecieron de forma repentina y con solo ocho meses de diferencia. Primero ella, el 11 de diciembre del 2011, y después él, el 26 de julio del 2012. Es verdad que eran mayores. La abuela tenía 78 años, y 88 el abuelo. Y estaban bien de salud cuando murieron. Ambos aparecieron sin vida en sus camas, mientras dormían, teóricamente por causas naturales; no se les practicó ninguna autopsia. Así que no pudo comprobarse si, por ejemplo, en su sangre y en su pelo había también restos de ese medicamento con el que drogaron a Asunta.

La teoría se aderezaba también con un cuento escrito por la niña en el que una pareja había sido asesinada y sus almas vagaban por parques distintos de Santiago, Belvís y la Alameda, y no podían reencontrarse. ¿Se refería a sus abuelos?

Los jueguecitos del padre

El porno con chicas asiáticas y las fotos de Asunta. Cuando Rosario Porto y Alfonso Basterra coincidieron en los calabozos de la Guardia Civil en Lonzas, antes de declarar ante el juez Vázquez Taín, tuvieron una conversación sorprendente para una pareja cuya hija, como ellos sostenían, acababa de ser asesinada por un desconocido. El magistrado ordenó grabarlos y, aunque el documento fue anulado posteriormente como prueba por haber sido obtenido ilegalmente, toda España pudo escuchar o leer el contenido de la charla. En un momento dado, ella le reprocha a su exmarido: «Tú y tus jueguecitos», y le pregunta: «¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso?». Él responde: «Calla, que a lo mejor nos están escuchando». ¿A qué se refería Rosario? ¿A un juego sexual? ¿Y qué era eso tan importante de lo que había que deshacerse para hablar de ello en un momento así, con la muerte de su hija tan reciente y ellos como únicos sospechosos?

Alfonso, que siempre se mostró más astuto, pareció por momentos temer que la madre de la niña se fuese de la lengua, por lo que no dudó en mandarla callar con contundencia y en intentar apaciguarla para que no cometiera más errores. Las fotos de Asunta vestida con medias de rejilla y poses provocativas o durmiendo dentro de un saco y la gran cantidad de porno con mujeres muy jóvenes y asiáticas que se encontró en el ordenador del padre dan que pensar.

Además, en la ropa interior de la niña se halló ADN de Basterra procedente de un fluido que no era semen. ¿Era a eso a lo que se refería Porto? ¿Podía haber algo tan secreto y vergonzoso que los hubiera llevado a asesinar a su hija? Eso podría explicar que al menos tres meses antes del crimen hubiesen estado suministrando a la niña un medicamento que causa somnolencia y sedación. Los investigadores llegaron a plantearse, aunque nunca se llegó a concretar y es algo de lo que ni se habló en el juicio, que la drogaban para hacerle fotos con fines sexuales.

La nueva vida de Rosario

Las ganas de romper con el pasado de la madre. Rosario Porto tenía una personalidad peculiar, llena de extravagancias provocadas por los problemas de depresión y ansiedad que padeció desde muy joven. El 26 de octubre de 1996 se casó con Alfonso Basterra en régimen de separación de bienes, pero años después la relación se fue deteriorando. Del que fue su marido dijo que era «un buen amigo, pero un mal amante» e inició una relación sentimental con un empresario de la que él se enteró en Reyes del 2012. El 14 de febrero del 2013 ya estaban divorciados y él en la ruina.

En paro, sin ingresos, sin pensión compensatoria de su exmujer y teniendo que abonar una a su hija de 150 euros mensuales. Mientras, ella se mostraba exultante ante sus amigas, a las que le contaba que se sentía aliviada por perderlo de vista. Estaba entusiasmada con su nueva vida y con la relación que había iniciado con otro hombre, pese a que estaba casado. Cuando vio que él no quería dejar a su mujer ni a su familia, quizás sintió que Asunta era un estorbo que la ligaba a un pasado con el que quería romper. En ese estado, quizás a Basterra le fue fácil convencerla de que había que librarse de la niña. O puede que fuese la madre la que tomase la iniciativa empujada por querer iniciar una nueva vida. En todo caso, lo cierto es que ambos se pusieron de acuerdo para idear y ejecutar el plan que acabó con la vida de su hija.

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El doble móvil

La venganza de Basterra y el desapego de Rosario. Un miembro destacado del equipo que participó en la investigación del caso Asunta dijo que el crimen de la niña era «un Bretón al revés». Es decir, que el padre, en lugar de matar a la niña para vengarse de la madre, como hizo José Bretón en Córdoba en julio de ese mismo 2013, se las ingenió para que Rosario Porto la matase y pareciese la única culpable con el fin de ajustar las cuentas que tenía pendientes con ella por la infidelidad y el divorcio que lo había dejado solo y sin dinero.

De ahí que participase tan activamente en las primeras fases del asesinato, como las sedaciones previas o comprando el medicamento con el que drogaron a la pequeña en una comida que él organizó en su piso, pero esfumándose en los momentos posteriores y decisivos del plan, los que se desarrollaron en la casa de Teo. Quizás quería que Rosario Porto cometiera un acto tan atroz como matar a su hija para poder tenerla bajo su control para siempre. Y si ella era la única acusada, podría tener acceso a su fortuna y gestionar su patrimonio. En definitiva, acudir en su socorro como cuando ella enfermó y acabó hospitalizada pocas semanas antes del crimen. Puede que ese fuese el móvil del padre, pero en esa teoría solo encajaría que ambos tuviesen distintos motivos para cometer un acto tan extremo. Él, la venganza. Ella, el desapego y las ganas de iniciar una nueva vida.

Los investigadores se plantearon que Rosario, en su afán de querer eliminar cualquier cosa que la atase al pasado, quisiese eliminar a Asunta para que no frustrase la relación que había iniciado. Así que no es descabellado pensar que los padres de Asunta idearon y ejecutaron el plan juntos, pero que buscaban cosas muy distintas cuando decidieron matar a su hija. Fuese lo que fuese, era algo lo suficientemente poderoso como para que ninguno de ellos se viniese abajo y contase la verdad. No lo hicieron ni durante la instrucción ni en el juicio ni ya en la cárcel. Rosario se llevó esos secretos a la tumba, y Alfonso ha mantenido un absoluto hermetismo en los diez años que lleva en prisión.