Costa Rica atraviesa un grave estallido de la violencia, debido a la proliferación de bandas del narcotráfico alentadas por los carteles internacionales de la droga.
12 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Durante décadas Costa Rica ha sido considerada como un oasis de paz dentro de una región convulsa. Su atractivo turístico, estabilidad política, calidad democrática y baja criminalidad han sido alabados como ejemplo para otros países. Muchos temen que esa visión pase a formar parte del pasado. La Suiza centroamericana atraviesa un grave estallido de la violencia, acelerado en el 2023, el año con más asesinatos de su historia, debido a la proliferación de bandas del narcotráfico alentadas por los carteles internacionales de la droga.
«Se ha vuelto común encontrar cuerpos con signos de tortura, decapitaciones, cuerpos quemados o con una gran cantidad de impactos por arma de fuego, incluso en zonas de riesgo, y hablo de riesgo porque hay personas inocentes que pueden ser víctimas o heridas», comentaba hace unos meses Michel Soto Rojas, subdirector del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), cuando ya se vislumbraba que las cifras de la violencia en el 2023 podían ser de récord.
Costa Rica registró 907 asesinatos en el 2023, un 38,6 % más que en el año anterior, que también había sido de récord, alcanzando una tasa de 17,2 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Para poner la cifra en perspectiva, México, un país donde la violencia se considera endémica, registra 25,9 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Alrededor de dos tercios de los homicidios corresponden, según las autoridades, a ajustes de cuentas o venganzas entre las más de trescientas bandas criminales del país, que estarían empleando a unos doscientos sicarios.
Costa Rica se encuentra en un corredor clave para el movimiento de la droga producida en Sudamérica rumbo a Estados Unidos y Europa, con una ventaja además capital: la de tener costa en el océano Pacífico y también en el Atlántico, junto a un interior selvático que invisibiliza el contrabando.
Los efectos de la pandemia hicieron que aumentase el número de jóvenes reclutados por las bandas y la expansión de los grupos internacionales del narcotráfico, especialmente de los mexicanos.
Ojos que no ven
El presidente del país, Rodrigo Chaves, es consciente del problema, pero ha sido criticado por minusvalorar la situación. Llegó a pedir que se considerasen los asesinatos como «bajas de combatientes» en la guerra entre narcos, sin tener en cuenta que las estadísticas oficiales recogen 52 víctimas mortales colaterales en acciones de asesinato solo en el 2023, el triple que el año anterior.
Hace unas semanas se produjeron dos acciones clave que hacen tambalear esa visión: tres menores fueron heridos de bala en un ataque de sicarios a la puerta de un colegio y un policía fue asesinado en la turística localidad de Herradura. Chaves ha sido criticado también por acusar a la prensa de exagerar, como Andrés Manuel López Obrador en México, y los tres poderes del Estado se acusan mutuamente de ser los responsables de la crisis, como ocurrió en Ecuador durante el Gobierno de Guillermo Lasso.
Tanto el Ejecutivo como el Legislativo han presentado propuestas contra la crisis. Chaves propugna «mano dura» con medidas como aumentar las penas de los adolescentes, extraditar a costarricenses sospechosos de narcotráfico y aumentar los rangos de prisión preventiva.
En el Congreso, donde la oposición tiene mayoría, algunos creen que esas medidas atentan contra la tradición garantista de Costa Rica, y están en contra, mientras otros no ocultan su predilección por soluciones más extremas, como la del presidente salvadoreño, Nayib Bukele.