Venezolanos de toda Galicia viajan en vano al consulado de Vigo para poder votar en julio

Luis Carlos Llera Llorente
Luis Carlos Llera VIGO / LA VOZ

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«He venido tres veces y no dejan que me registre», dice Fernanda Ruiz, que preside la asociación de pensionados de Venezuela

08 abr 2024 . Actualizado a las 21:47 h.

Un gran chasco. Un grupo de venezolanos toma café en el bar Maracaibo de Vigo, situado muy cerca del Consulado General de Venezuela en Galicia. Algunos han hecho un largo periplo de un extremo a otro de la comunidad, pero el viaje ha sido en vano.

El consulado atiende a los 42.000 venezolanos que viven en Galicia, de los cuales 5.000 residen en Vigo, según la asociación de pensionistas de Venezuela que encabeza Fernanda Ruiz. El trasiego a la puerta del consulado es intenso. Hay que sacar número ya que a las doce del mediodía se cierra la atención al público. Jesús Alberto Maestre, un empresario afincado en A Coruña, llega poco antes de que se cierren las puertas de la sede diplomática de la República Bolivariana. «He venido en tren desde A Coruña para poder registrarme y votar en las elecciones del 28 de julio y me he encontrado con que no he podido, porque el registro está cerrado». Jesús tuvo locales de copas en el Orzán y en Santa Cristina, donde regentaba el Punto G. «Yo soy portavoz de gente de Venezuela de A Coruña que no ha podido venir», explica. «He llegado y me han dicho que no podía hacer la inscripción», relata. «La atención fue muy mala, fueron un poco déspotas. La próxima vez tendremos que decir que vamos a votar por Maduro».

Veinte días de retraso

El registro tendría que estar abierto desde el 18 de marzo, pero apenas faltan diez días para que acabe el plazo de inscripción y los venezolanos siguen aguardando. Aunque son un pueblo paciente, acostumbrado a las colas.

Otra compatriota, Mónica Janeiro, afincada en Vigo, intenta entrar con paso firme en el consulado pero sale a su encuentro un funcionario ataviado con una pañoleta palestina y le explica que no puede pasar a registrarse porque no han recibido autorización de Caracas. «Estamos esperando instrucciones», asegura el funcionario, que le dice a Mónica que si tiene quejas reclame a través de alguna organización. Mónica le pregunta a qué se refiere. «Soy una ciudadana normal y corriente». Lleva dos años viviendo en Vigo. «He venido dos veces a inscribirme y esta es la tercera vez que me dan la negativa». Su padre murió pero sigue inscrito y aunque su fallecimiento fue comunicado «podría votar teóricamente y yo no», comenta con ironía.

Fernanda Ruiz asegura que Maduro no deja presentarse a la líder de la oposición, María Corina Machado, y que ha puesto a 17 candidatos afines a él para dar sensación de pluralidad. Ruiz bromea con otros compatriotas porque el Consejo Nacional Electoral, que tiene que dar el visto bueno a la inscripción de los venezolanos en el exterior para poder votar en julio está dirigido por un político que se llama Elvis Amoroso. «¿Quieren que llamemos a Amoroso?» Pero a este dirigente venezolano no le llegan las baladas del rey del rock sino, indirectamente, las quejas de expatriados que quieren votar. Algunos de ellos ya han sufrido otros calvarios en su país como José Zerpa, que a sus 85 años posee una enorme lucidez y conserva duros recuerdos de su trabajo como ingeniero forestal del Gobierno venezolano. «Venían las empresas mineras de Brasil y nos amenazaban para que no estuviésemos allí protegiendo los bosques: ¡Vais a comer tierra!, nos gritaban», cuenta sobre las explotaciones de oro y otros metales preciosos en zonas boscosas que él tenía que preservar de las talas salvajes. Hablando de oro Zerpa relata que «en Venezuela se cuenta que Maduro le regaló una pequeña mina de oro a Zapatero y que Delcy [Rodríguez, la actual vicepresidenta venezolana] traía el oro en las maletas. Es un comentario muy extendido, pero solo eso, un comentario».