Bajo el síndrome de Arrimadas

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

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Inés Arrimadas y Albert Rivera, en el Parlament de Cataluña
Inés Arrimadas y Albert Rivera, en el Parlament de Cataluña

29 mar 2024 . Actualizado a las 12:27 h.

Puede ir Salvador Illa revisando los vídeos de Pedro Sánchez carcajeándose de la victoria de Alberto Núñez Feijoo en las urnas el 23J. Pintan los sondeos que la situación del exministro de Sanidad se parecerá mucho a la del gallego. Ganará, con ventaja notable, pero tiene complicado armar una mayoría suficiente para gobernar.

Lo sufrió Inés Arrimadas cuando Ciudadanos era un partido pujante, en el no tan lejano 2017. Ganó con 36 de los 135 diputados del Parlamento catalán. Más de 1,1 millones de votos que gritaban no a los independentistas. Y ni siquiera llegó a presentarse a la investidura.

Illa lo experimentó en sus propias carnes en el 2021, cuando sumó 33 actas con apenas 550.000 votos. Pero fue Pere Aragonès el que aglutinó el voto independentista, al menos por unos meses, y desplazó al socialista al papel de muleta de la Generalitat a cambio de los apoyos de Esquerra a Pedro Sánchez en Madrid. Ahora Salvador Illa sufre el peor de los escenarios. En el argot ciclista, lleva una larga escapada de tres años liderando las encuestas tras ser enviado por Sánchez a Cataluña en medio de una gestión de la pandemia con más sombras que luces, aunque entonces no se percibiera como ahora. Aceptó resignado los bandazos de su presidente con los independentistas, a los que pasó de amenazar con la cárcel y las medidas penales más duras a agasajarlos primero con los indultos a los culpables de sedición en el 1-O y, ahora, la amnistía, incluyendo el perdón absoluto para quienes huyeron de sus responsabilidades y se refugiaron en un cómodo asiento de eurodiputado.

Ahora, al candidato socialista no solo se le asoma el fantasma de una victoria píririca y estéril. sino que afrontará una campaña entre las críticas con sus relaciones con la trama de la casa Koldo y los ataques de quienes le achacan su complacencia y equidistancia con el separatismo. Illa ha sido ninguneado por Puigdemont, que le vetó como negociador a las primeras de cambio. E ignorado por Aragonès, que utiliza sus votos en Madrid para sacar todos los réditos que necesita directamente de Pedro Sánchez, sin intermediarios. Con ese cuadro, la máxima aspiración del exministro es elegir de qué separatista será el vicepresidente. Lo contrario sería una sorpresa.