Una investigación confirma la desaceleración desde mediados de la década de los 90
27 mar 2024 . Actualizado a las 10:09 h.Galicia y Nueva York están a una latitud parecida, pero sus climas son radicalmente diferentes. Sobre todo en invierno. Mientras la temperatura media en enero en la ciudad estadounidense es de 0 grados en A Coruña, por ejemplo, ronda los 10. Uno de los factores que determinan que a este lado del Atlántico el clima sea mucho más suave se llama corriente del Golfo. Un transporte de aguas calientes que salen desde el golfo de México y recorren el océano hacia Islandia. Se podría decir que actúa como un sistema de calefacción natural para Europa.
La corriente del Golfo es la parte superficial de la Corriente del Atlántico Norte (AMOC) de la que forma también parte las aguas profundas que descienden por el Atlántico hacia el hemisferio sur. Desde hace años, la comunidad científica sostiene que la liberación de agua dulce del deshielo del Ártico está alterando su equilibrio. Cada vez se descubren nuevas evidencias. Ayer se publicó en la revista Frontiers in Marine Science otra investigación que apunta en esa dirección.
Los autores descubrieron que el flujo del sistema actual se mantuvo estable y consistente desde 1955 hasta 1994. Sin embargo, a mediados de la década de 1990, la fuerza de la AMOC empezó a disminuir y la corriente comenzó a moverse más lentamente, debido al continuo cambio en la salinidad de sus capas superiores.
«Si AMOC se ralentiza, el intercambio de calor se reducirá, lo que a su vez afectará al clima, haciendo que las zonas cálidas se calienten más y las frías se enfríen», sostiene Alexey Mishonov, de la Universidad de Maryland y autor del artículo.
Como no podía ser de otra forma, cada vez que se cita a la AMOC de manera inevitable acaba saliendo la película El Día de Mañana que describe un cambio climático global y abrupto por esta cuestión.
«La mayoría de los científicos del clima no comparten estas fantasías de Hollywood. Sin embargo, una desaceleración sustancial de AMOC podría resultar en un cambio climático significativo que no se puede prever ni predecir», advierte Mishonov. Los autores planean ahora explorar otras regiones del océano global para buscar patrones similares en la variabilidad de la temperatura y la salinidad a largo plazo.
Mishonov y sus coautores creen que la clave para comprender la trayectoria del clima oceánico es identificar cómo responde el clima del Atlántico Norte al calentamiento continuo de la superficie durante períodos de décadas.