El grupo yihadista Estado Islámico reivindicó el ataque en una sala de conciertos. Rusia informa de once detenidos
23 mar 2024 . Actualizado a las 14:59 h.Moscú sufrió este viernes uno de los atentados más graves de los últimos 20 años. Un tiroteo durante un concierto de rock en las afueras de la capital rusa dejó al menos 133 muertos y más de cien heridos hospitalizados, según datos preliminares del Servicio Federal de Seguridad (FSB).
Según la agencia estatal Tass, fue el Comité de Investigaciones de la Federación Rusa la que confirmó esta última cifra de fallecidos, después de hablar inicialmente de 40 muertos, aunque aclaró que se teme que el número de víctimas mortales aumente, como así ha sido en las últimas horas. Después del anterior informe de este sábado por la mañana, que hablaba de 93 muertos, el gobernador de la región de Moscú aseguraba en Telegram que «Otros 20 cuerpos fueron encontrados bajo los escombros. Los trabajos continuarán al menos durante unos días más». Entre los fallecidos hay tres niños. Según los investigadores rusos, la causa de la muerte de los asistentes al concierto, en el que se produjo la tragedia, son heridas de bala y la asfixia por el humo del incendio provocado por los atacantes.
Actualmente, en los hospitales de Moscú y la región de Moscú se encuentran 107 heridos en el atentado, que fue reivindicado anoche por el Estado Islámico. De acuerdo con fuentes médicas, 44 personas se encuentran en estado grave y otras 16 víctimas, entre ellas un niño, en estado «muy grave».
El Servicio Federal de Seguridad ha detenido a once personas en relación con el atentado. Entre los arrestados se encuentran cuatro terroristas que participaron personalmente en el ataque, según informó el director del FSB, Alexandr Bórtnikov, al presidente ruso, Vladímir Putin, indica la agencia TASS. A ellos se sumarían otros nueve detenidos presuntamente vinculados a varios niveles con el ataque.
Poco antes, el responsable del Comité de Política de Información de la Duma de Rusia, Alexander Khinstein, avanzó la detención de dos sospechosos del atentado después de que la Policía interceptara su vehículo a la altura de la localidad de Jatsun, región de Briansk, a unos 340 kilómetros al suroeste de Moscú. El vehículo interceptado es un Renault de color blanco, coincidente con la descripción inicial proporcionada por las autoridades sobre el coche con el que los responsables del ataque contra la sala se dieron a la fuga. En el interior del vehículo los agentes encontraron una pistola, un cargador para un fusil de asalto y pasaportes de Tayikistán.Los sospechosos ofrecieron resistencia de acuerdo con los servicios de seguridad rusos, que aseguran que los terroristas pretendían cruzar la frontera hacia Ucrania y mantenían «contactos» con representantes de ese país. Ucrania ha negado desde el primer momento cualquier conexión con el ataque.
El atentado de este viernes tuvo lugar en Krasnogorsk, en el centro comercial Crocus City Hall, donde al menos cinco enmascarados vestidos con ropa de camuflaje abrieron fuego contra la multitud con armas automáticas y granadas. Todavía no hay confirmación oficial, pero el grupo yihadista Estado Islámico (EI) reivindicó el ataque a través de la agencia Amaq, su órgano de propaganda. «Los combatientes del Estado Islámico atacaron una gran agrupación de cristianos en la ciudad de Krasnogorsk. Mataron e hirieron a cientos de personas antes de retirarse a sus bases de manera segura», comunicó Amaq.
Las unidades especiales de la policía, los efectivos antidisturbios y más de 70 ambulancias no tardaron en llegar al lugar del siniestro, donde los bomberos tuvieron que extinguir un incendio que llegó a consumir unos 12.900 metros cuadrados, según el Kremlin. Muchos de los asistentes fueron evacuados o rescatados del tejado del edificio, incluidos los miembros del grupo ruso Piknik, que era el que iba a dar el concierto en el auditorio atacado.
Más de 6.000 asistentes
Todas las entradas habían sido vendidas. Unas 6.200 personas esperaban el inicio del concierto en el momento del ataque, a las ocho de la tarde (hora local). En algunos vídeos que empezaron a circular por las redes sociales se ve cómo centenares de ellas corren escaleras abajo y se amontonan en las estrechas salidas del complejo. Detrás, varios cadáveres yacen en el suelo, en medio de charcos de sangre. Al menos 20 de los heridos tuvieron que ser hospitalizados, cuatro en estado grave.
El FSB confirmó oficialmente el tiroteo antes del inicio del evento, y aseguró haber tomado todas las medidas necesarias. También la Rosgvardia (Guardia Nacional Rusa) informó de que sus unidades «trabajan en el lugar del atentado. Está en marcha la búsqueda de los criminales».
«Hoy en el Crocus City Hall ha ocurrido una terrible tragedia. Mis condolencias a los familiares de los muertos», escribió en Telegram el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin. El Ministerio de Exteriores ruso llamó a la comunidad internacional a condenar lo que calificó como un «sangriento atentado ante los ojos de toda la humanidad».
Condenas internacionales
La UE no tardó en manifestar su consternación. «El club comunitario condena cualquier ataque contra civiles. Nuestros pensamientos están con todos los ciudadanos rusos afectados», publicó el portavoz del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) en su cuenta oficial de X. También España Alemania, Francia, Polonia, Italia y Portugal condenaron la agresión individualmente, igual que Venezuela, Cuba y Bolivia.
Kiev, por su parte, se apresuró a asegurar que no tenía «nada que ver» con el atentado, y Washington apoyó su versión. Antes de que el EI lo reivindicase, el consejero presidencial ucraniano llegó a insinuar que el ataque podría ser una estrategia rusa.
El Ayuntamiento de Moscú ha suspendido todas las actividades masivas previstas para este fin de semana. El alcalde pidió a los moscovitas que fuesen comprensivos, mientras la agencia de aviación civil comunicaba que ha extremado las medidas de seguridad en todos los aeropuertos de la capital.
Las embajadas occidentales llevaban dos semanas lanzando advertencias
Las embajadas occidentales en Rusia llevaban semanas advirtiendo sobre posibles atentados terroristas en el país. La de Estados Unidos fue la primera. El 7 de marzo, emitió una alerta inusual para sus ciudadanos en el país. Compartió informes de que «los extremistas» —no especificó más allá— tenían planes inminentes de atacar grandes concentraciones en Moscú, incluidos conciertos.
El mensaje pedía a los estadounidenses que evitasen las multitudes durante las próximas 48 horas. A pesar del retraso, el evidente parecido en la naturaleza del objetivo fue la primera pista sobre la autoría del ataque.
Vladimir Putin consideró las advertencias «un intento de intimidar y desestabilizar nuestra sociedad». «Permítanme recordarles las recientes declaraciones, francamente provocadoras, de varias estructuras oficiales occidentales sobre la posibilidad de ataques terroristas en Rusia. Todo eso parece un abierto chantaje absoluto y un intento de intimidar y desestabilizar nuestra sociedad», dijo el autócrata esta semana durante una reunión con la plana mayor del Servicio Federal de Seguridad (FSB).
Putin sí había tomado medidas, pero no apuntó en la dirección correcta. El martes, ordenó al FSB detener a varios miembros del Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK, una milicia proucraniana) y vigilar de cerca a la Legión por la Libertad de Rusia, ambos grupos considerados terroristas en el país. «Subrayamos que la Legión no combate contra los civiles rusos», insistieron a través de Telegram. Según el autócrata los ataques de esas dos unidades pretendían «perturbar» la celebración de las elecciones presidenciales de los pasados días 15, 16 y 17, en las que salió reelegido. Rusia ya ha convocado una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar el atentado.
El antecedente del teatro Dubrovka, la matanza chechena con 170 muertos
Óscar B. de Otálora
El ataque contra el Crocus City Hall en el que han sido asesinadas 60 personas tiene un antecedente. El 23 de octubre de 2002, medio centenar de terroristas chechenos tomaron el Teatro Dobruvka y mantuvieron retenidos a 850 rehenes. En el rescate llevado a cabo por las fuerzas de seguridad rusas fallecieron 170 personas. Los atacantes, yihadistas que desde el primero momento mostraron sus intenciones suicidas, solicitaban el fin de la guerra de Chechenia y que Rusia abandonase el país invadido.
El ataque contra el Dobruvka fue uno de los primeros y más graves ataques llevados a cabo por los terroristas chechenos en suelo ruso. En aquellas fechas, en Chechenia se estaba reuniendo una yihad internacional para luchar contra la invasión ordenada por Moscú. Uno de los líderes de este movimiento, Shamil Basayev, fue quien dirigió este ataque desde su país y quien reivindicó la toma de rehenes.
En el momento del asalto, los terroristas colocaron explosivos en distintos lugares del teatro y se situaron entre los propios asistentes al evento, para pasar desapercibidos. Sus responsables políticos ofrecieron un ultimátum de una semana para que Rusia aceptara sus exigencias. Finalizado ese plazo, su intención era comenzar a asesinar a los rehenes. Durante tres días se produjo un tira y aflora con las autoridades de Moscú, que llegaron a ofrecer a los terroristas una salida del país, propuesta que fue rechazada.
Gas paralizante
El cuarto día, las unidades de élite rusas atacaron el teatro pero de manera previa inyectaron un gas paralizante a través de los conductos de ventilación del teatro. La efectividad de esta táctica fue relativa, ya que los chechenos llevaban máscaras de gas. En el interior de la sala se produjo un tiroteo en el que murieron 170 personas, incluidos todos los terroristas.
Este atentado se produjo tres años después de que Vladimir Putin hubiera sido nombrado presidente de Rusia. El ataque fue utilizado por el Kremlin para endurecer sus políticas y aumentar la presión militar en Chechenia. Además, comenzó a pactar con algunos clanes del país para que les ayudasen a exterminar a los yihadistas.
La escalada que se produjo después del atentado en el teatro hizo que los yihadistas llevaran a cabo una toma de rehenes de mayores dimensiones. El 1 de septiembre de 2004 tomaron una escuela en Beslán, una localidad de Osetia del Norte. En esa ocasión tomaron como rehenes a 1.181 personas, en su mayoría niños. Dos días después, los comandos rusos asaltaron el centro escolar -que se había convertido en un fortín minado- y el asedio finalizó con 334 muertos (186 de ellos, niños) y más de 700 heridos. Estos atentados, así como varias explosiones registradas en Moscú, reforzaron el poder de Putin como un securócrata de mano dura, una imagen que le consiguió el apoyo masivo de la población.