Vladimir Putin: Un espía enclaustrado en lo más alto del Kremlin

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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Putin, en una imagen de archivo.
Putin, en una imagen de archivo. NATALIA KOLESNIKOVA / POOL | EFE

Cómo un «agente mediocre» se mantuvo al frente de Rusia durante más de 20 años

19 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado 24 años desde aquel 2000, cuando un exespía poco conocido de la KGB tropezó y acabó, casi por accidente, al frente de Rusia. Estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado. Es decir, en el círculo íntimo de su predecesor, Boris Yeltsin, cuando este tuvo que soltar la batuta.

En un primer momento, Putin parecía abrazar la Rusia liberal y democrática: se había criado en un piso comunal en Leningrado, y había pasado su juventud peleando en la calle con chicos más grandes que él. Sin embargo, poco tiempo después de llegar al poder describió el colapso de la Unión Soviética como «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX».

«Está desconectado de la realidad, en otro mundo», dijo Angela Merkel, excanciller alemana, en varias entrevistas. Ella fue la líder occidental que mejor lo conoció, intentó negociar con él en múltiples ocasiones, pero cuando comenzó la invasión de Ucrania llegó a la conclusión de que simplemente «quiere destruir Europa».

Desde el punto de vista del autócrata, no obstante, haber desatado el mayor conflicto bélico en el continente desde la Segunda Guerra Mundial está más que justificado. Se cansó de repetir —falsamente— que Ucrania es un Estado artificial poblado por neonazis y siempre intentó alejarlo de la OTAN, contra la que guarda un profundo resentimiento.

Dar el primer golpe

En una entrevista del 2000, Putin describió cómo, de pequeño, consiguió acorralar a una rata grande en la escalera de su bloque de apartamentos. No tenía adónde huir, así que se acabó arrojando sobre él: «Allí recibí una lección rápida y duradera sobre el significado de la palabra “acorralado”».

Se licenció en Derecho por la Universidad Estatal de Leningrado, y en 1975 entró en el servicio de inteligencia soviético, la KGB. Era el trabajo de sus sueños, había crecido viendo series de espías y «era un producto puro y absolutamente exitoso de la educación patriótica».

Estuvo varios años en Alemania, vio la caída del muro de Berlín y consiguió el rango de teniente coronel, pero nunca llegó a destacar. Uno de sus superiores, Nikolai Leonov, lo consideraba un «agente mediocre».

A partir de 1991, una serie de casualidades condujeron a Putin a un ascenso meteórico, y acabó como asesor presidencial en Moscú. Hizo ruido con una ofensiva a gran escala para recuperar la república rusa de Chechenia (dijo que eliminaría a los rebeldes «incluso en el baño»), ganó popularidad y, por fin, llegó al trono. «Había demostrado ser un demócrata», dijo años después Valentin Yumashev, por aquel entonces jefe de la Administración presidencial rusa. Lo consideraba un «excelente candidato».