El cubo de Rubik cumple 50 años: «Para resolverlo no hay que hacer caso al sentido común»

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ANGEL MANSO

Los mayores expertos en cubos de Rubik de Galicia desvelan todos los secretos, entresijos e historias de un rompecabezas que, desde hace 50 años, ha desesperado a cualquiera que lo haya intentado descifrar

20 mar 2024 . Actualizado a las 14:13 h.

Un leve sentimiento de satisfacción recorrió el cuerpo del joven arquitecto cuando alzó entre sus manos el objeto que había creado. El bullicio de Budapest se convirtió en un zumbido. Su habitación, iluminada por el sol del mediodía, se volvió invisible. Veintisiete piezas de madera acababan de tomar forma ante sus ojos, y ensambladas con gomas elásticas formaban un cubo cuyas caras —gracias a un mecanismo de ejes— podían rotar independientemente. «Por fin», pensó, sus alumnos de la Escuela de Artes Comerciales entenderían la geometría tridimensional. Era el 19 de mayo de 1974 y Erno Rubik, sin saberlo, acaba de volverse inmortal.

En un primer momento bautizó su creación como «Cubo Mágico». Colocó pegatinas de colores en cada pieza y, hasta que las gomas se rompieron, se quedó fascinado por la cantidad de combinaciones que podía conseguir. Pero también vio que volver al estado original parecía imposible. Su invento empezó a comercializarse en Hungría a finales de los setenta, de la mano de una pequeña cooperativa de Budapest, y allí se mantuvo durante un tiempo. Aunque cruzaba la frontera de vez en cuando, en manos de entusiastas extranjeros que habían quedado fascinados con sus giros y recodos, las grandes jugueteras nacionales no se interesaban por él. «No despierta curiosidad en las ferias», le decían a Rubik.

Hasta que Tibor Laczi, un húngaro expatriado que trabajaba como comercial de una compañía de ordenadores austríaca, conoció al arquitecto. «Cuando vi a Rubik por primera vez tuve ganas de darle dinero, parecía un mendigo —recordaba Laczi en una entrevista para el canal Historia—. Iba terriblemente vestido y llevaba un cigarrillo húngaro barato colgado de la boca. Pero sabía que tenía a un genio ante mí. Le dije que podíamos vender millones».

UN JUGUETE UNIVERSAL

El cubo de Rubik, el juguete más vendido de la historia, cumple 50 años. Más de 18.250 días en los que ha recorrido todos los rincones del planeta, conquistado el corazón de millones de personas... y también ha dejado millones de cerebros echando humo.

«El cubo es universal. Tú le hablas a alguien del cubo de Rubik y más o menos lo conoce», dice Saúl, rodeado de cientos —tal vez miles— de cubos, de todas las formas y colores, en una pequeña tienda de Fonteculler (A Coruña). Le brillan los ojos cuando habla. «¿Por qué el cubo de Rubik mantiene tanto interés? Yo creo que es por la curiosidad. Salen constantemente nuevos modelos, métodos nuevos para resolverlo, siempre tienes la idea de querer mejorar, mejorarte a ti mismo, supone un reto. A Bea le pasa, viene un cubo nuevo y no para de pelear hasta que lo resuelve».

Bea y Saúl llevan casi 23 años juntos. Empezaron trabajando en animación hospitalaria en el hospital Materno de A Coruña durante ocho años, y adoran todo lo que tenga que ver con los niños. Después montaron una librería tematizada en juegos «distintos», y un día cayó en sus manos un cubo de Rubik que giraba realmente bien. «Entonces empezamos a traer cubos. Un modelo, dos modelos, tres modelos. Al final, decidimos cerrar la librería y montar Juegos Besa».

Han pasado nueve años desde entonces, pero los dos siguen manteniendo la pasión del primer día. Cada vez que entra un niño se pasan media hora con él, preguntándole, aconsejándolo... «Es que el cubo es como un coche», explica Bea. «Tú el retrovisor lo llevas a tu manera, el asiento lo llevas a tu manera... Es tu coche. Te subes a otro y notas algo raro». De hecho, cuenta que los «cuberos» con cierto nivel —capaces de resolver el cubo en menos de 15 o 20 segundos— ajustan al milímetro las tensiones de su propio cubo. E, igual que sucede con los coches, las marcas de cubos se multiplican. «Los torneos oficiales los sigue patrocinando la marca Rubik’s original, pero ya no se compite con sus cubos —aclara Saúl—. Hay otras marcas, como Gan o QiYi, que giran muchísimo mejor, tienen imanes de neodimio... Están a otro nivel. Por ejemplo, con el QiYi nuevo es con el que se batió el récord del mundo: 3,13 segundos».

Con el tiempo, Juegos Besa ha pasado de ser una tienda normal a ser mayorista e importar directamente el producto. «Pero muchos de los niños que venían hace nueve, diez años, siguen viniendo. Por ejemplo, Diego, que fue campeón durante mucho tiempo».

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DESHACER Y REHACER

«Creo que se equivocan, porque yo siempre quedaba de segundo», bromea Diego, que ahora tiene 25 años. Cuenta que él empezó «como todos, por un pique con un amigo». Se puso una tarde, hace ya unos diez años, y tardó tres horas en resolver el cubo («eso sí, mirando un tutorial para la parte final, porque es que eso ya era inviable [se ríe]»). Llegó a tardar ocho segundos de media.

«Yo era de Culleredo, ahora vivo en Cambre. Y descubrí una tienda que estaba allí en A Corveira, una librería que también vendía cubos de Rubik. Ahí conocí a Saúl y a Bea, me enteré de algunos torneos extraoficiales en Galicia... y empecé a quedar segundo, porque un chaval que se llamaba Santi, no recuerdo su apellido, era increíble».

Luego vino la pandemia, los torneos se acabaron y Diego dejó un poco de lado el cubo. «De tanto practicar, me terminé agobiando —dice—. Y bueno, ahora me he hecho mayor y tengo que trabajar». Para alguien que quiera aprender a resolverlo, Diego aconseja no hacer mucho caso al sentido común. «Todo se basa en el concepto de ‘deshacer para volver a hacer’. Eso a mucha gente no le entra en la cabeza, intentan hacerlo todo a la vez y eso es imposible». Lo más fácil es buscar un tutorial. Lo más complicado, darle vueltas y entender el funcionamiento del cubo. A partir de ahí, «practicar muchísimo». Diego llegaba a hacer unas mil resoluciones al día. «Sentía que el tiempo iba más despacio», cuenta. «Y si alguien quiere bajar aún más los tiempos, que aprenda el método Fridrich. Es el mejor, el que usan los mejores. Son muchos algoritmos, pero hay versiones reducidas».

Él mismo ha grabado algunos tutoriales y los ha subido a su canal de YouTube, Rubik Squad. Pero «que nadie se obsesione con bajar tiempos muy rápido», advierte Diego. Hay que levantar el culo de la silla y respirar aire de vez en cuando.