La violencia fuerza la dimisión del primer ministro de Haití
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El líder de las pandillas rechaza un Gobierno de transición
13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Vuelco político en Haití. El primer ministro, Ariel Henry, anunció en la madrugada del martes que dimitirá cuando se haya conformado un Gobierno de transición en el castigado país caribeño, asolado por la violencia de las bandas criminales que reclaman su salida del poder tras una insurrección a finales de febrero.
«Le pido a todos los haitianos mantener la calma y hacer todo lo que puedan para que la paz y la estabilidad retornen lo antes posible», reclamó Henry en el vídeo con el que anunció su futura dimisión. La grabación fue difundida tras una reunión de los líderes de la Comunidad del Caribe (Caricom), celebrada el lunes en Jamaica, a la que asistió Anthony Blinken, el jefe de la diplomacia de Estados Unidos, país que, tras el estallido de la violencia había presionado a Henry para que convocase un Gobierno transitorio encargado de llevar al país a unas elecciones.
Ariel Henry llegó al poder tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio del 2021. Su Gobierno contó con el respaldo de EE.UU., Francia y Canadá, así como de empresarios, líderes de la sociedad civil, y parte de la oposición, con la condición de que dejase el poder antes del pasado 7 de febrero. Sin embargo, retrasó los comicios asegurando que no se daban las condiciones de seguridad necesarias. Se inició así la actual crisis, que se redobló a finales de febrero, cuando salió del país rumbo a Kenia para pactar el despliegue de mil policías de ese país africano en Haití como punta de lanza de una fuerza internacional de la ONU que se ha retrasado por cuestiones legales y falta de financiación.
El viaje provocó un vacío de poder y el inicio de la ofensiva encabezada por Jimmy Chérizier, alias Barbecue, líder de la banda G9 y Familia, y apoyada por varios de los 200 grupos armados que existen en el país.
Chérizier no parece dispuesto a cesar su ofensiva con la dimisión de Henry. Viv Ansanm (Vivir juntos, la alianza pandillera que dirige) no reconocerá a ningún Gobierno resultante de estas reuniones», avisó el lunes. «Es responsabilidad del pueblo haitiano elegir a los líderes que gobernarán el país», añadió.
Su discurso se ha endurecido. «No estamos haciendo una revolución pacífica. Estamos haciendo una revolución sangrienta en el país», aseveró, antes de amenazar con atacar los hoteles porque sus gerentes «se toman el malicioso placer de esconder a los políticos tradicionales».
Las acciones de las pandillas han costado la vida a más de 1.100 personas solo en el 2024. Más de 15.000 haitianos han tenido que abandonar sus hogares en los últimos días, uniéndose a los más de 300.000 desplazados previos.
En este mes, las pandillas han liberado a 4.700 presos, ha atacado numerosas instituciones y estaciones de policía, e incluso intentaron ocupar el Palacio Nacional este fin de semana, sin éxito.
El acuerdo tomado por los líderes de Caricom impide a Chérizier formar parte del Gobierno de transición porque excluye expresamente a las personas sancionadas por la ONU, y él lo está. Tampoco podrán formar parte quienes hayan sido acusados o condenados en cualquier jurisdicción, requisito que parece redactado ad hoc para Guy Philippe, otro líder rebelde que fue devuelto a Haití en noviembre tras haber sido condenado en EE.UU. por lavado de dinero.
El Gobierno de transición estará integrado por siete personas. Seis serán elegidas de las coaliciones políticas y uno será representante del sector privado. Habrá dos observadores sin derecho a voto: un líder religioso y otro de la sociedad civil. Ninguno —-tampoco el nuevo primer ministro— podrá presentarse a las próximas elecciones.
Numerosos analistas piensan que será difícil asentar ese Gobierno sin la asistencia de la fuerza internacional de la ONU. Este lunes Blinken prometió que la inversión de EE.UU. en esa fuerza será de 300 millones de dólares. Antes, Washington había asegurado que no enviará tropas sobre el terreno, pero muchos empiezan a dudar de la capacidad que tendrían los 1.000 policías kenianos de someter a las bandas.