La revolución de las pandillas pone en jaque al Gobierno de Haití

Héctor Estepa
Héctor Estepa RÍO DE JANEIRO / E. LA VOZ

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Imagen de archivo de varios agentes de las fuerzas de seguridad de Haití.
Imagen de archivo de varios agentes de las fuerzas de seguridad de Haití. Contacto / Adam Delgi | EUROPAPRESS

El paradero del primer ministro es una incógnita después de que abandonara Kenia el pasado sábado, según medios

04 mar 2024 . Actualizado a las 22:03 h.

Situación crítica en Haití. Jimmi Chérizier, alias Barbecue, el poderoso líder de la pandilla G9 y Familia, continuó este fin de semana su desafío al Gobierno con el asalto armado a la principal cárcel de la capital, Puerto Príncipe. Al menos 15 personas perdieron la vida —según reportes periodísticos, porque no hay registro oficial— y fueron liberados más de 3.600 reos.

«Hemos elegido tomar el destino en nuestras propias manos. La batalla que estamos librando no solo derrocará al Gobierno de Ariel Henry. Es una batalla que cambiará todo el sistema», aseguró Chérizier en un comunicado tras haber iniciado la «revolución» el pasado jueves con el ataque a estaciones de policía y el aeropuerto. A la Policía haitiana, con falta de personal después de que más de un millar de agentes dejasen el trabajo, le preocupa que los centenares de presos liberados se unan a las pandillas. «Habremos terminado. Nadie se salvará en la capital», expresó un sindicato policial.

Las bandas controlan el 80 % de Puerto Príncipe y también zonas clave de un país donde el año pasado fueron asesinadas 4.789 personas, el doble que en el 2022. Vinculadas por los analistas con las élites políticas y económicas del país, ahora, según informes, estarían actuando para beneficio propio. Chérizier reivindicó la pasada semana la Viv Ansanm (Vivir Juntos), una coalición de pandillas contra el Gobierno. Los ataques de los últimos días muestran cierta coordinación, aunque no se conoce el número de bandas aliadas que la componen.

La actual crisis se inició en julio del 2021, cuando el entonces presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado en su casa. El primer ministro Ariel Henry llegó al poder apoyado por EE.UU. y Canadá. Líderes de la sociedad civil y empresarios también lo apoyaron con la condición de que dejase el cargo este 7 de febrero, pero el premier ha argumentado que no se dan las condiciones de seguridad para celebrar elecciones y la oposición le acusa de haber creado una «dictadura de facto».

En paradero desconocido

Henry viajó a Kenia la semana pasada y firmó un pacto con ese país para el envío a Haití de 1.000 policías kenianos, punta de lanza de una fuerza multinacional auspiciada por la ONU que se ha retrasado por problemas legales en el país africano. Varios medios afirman que se marchó el sábado. Su paradero es una incógnita y eso abre la puerta a un vacío de poder que desestabilizaría aún más el país.

De hecho, fue el primer ministro interino, Patrick Michel Boivert, el encargado de decretar, este domingo el estado de emergencia en la región oeste y el toque de queda nocturno, por lo menos hasta el miércoles. Este lunes dispuso también la suspensión del comercio, la actividad de la Administración y los colegios.

La crisis está siendo seguida con especial atención en Colombia, país de origen de los 17 exsoldados acusados de haber participado en el asesinato de Moïse. Todos ellos estaban en la prisión asaltada por Chérizier. Decidieron no abandonar el edificio y refugiarse junto a parte de los guardias, haciendo un grito desesperado por internet para que las autoridades preservasen su vida. «La banda de los Barbecue los estaba esperando para ejecutarlos en la puerta de la prisión», dijo su abogada, Sondra Macollins. La cancillería colombiana intervino y consiguió que los soldados fueran enviados a otra instalación penitenciaria.