Emmanuel Macron ha causado un cierto revuelo al insinuar la posibilidad de una guerra entre Rusia y la OTAN. El presidente francés no es el único que ha dejado caer esa idea preocupante. ¿Es esto sensacionalismo político o ese riesgo es mayor de lo que parece? Digamos que ambas cosas no son excluyentes. Macron buscaba un efecto mediático y esa pose churchilliana ni es convincente ni práctica (el envío de tropas que sugiere sería inútil y equivocado). Pero, al menos, Macron ha despertado, aunque sea por un momento, a una sociedad europea que, pasado el primer susto de la invasión rusa de Ucrania hace dos años, ha vuelto a olvidarse de un peligro que no ha desaparecido, ni siquiera ha disminuido.
Al principio, la hipótesis tranquilizadora era que la invasión le había salido tan mal al Kremlin que, al final, supondría la destrucción de su Ejército, haciendo menos probable un choque con la OTAN. Últimamente, el análisis ya no es tan optimista. Aunque Rusia haya perdido enormes cantidades de hombres y material, ha demostrado ser capaz de reclutar y reponer armamento a una velocidad que no se esperaba. Podría incluso ganar la guerra en un plazo breve y reconstruir rápidamente sus fuerzas armadas. La inteligencia británica cree que tardará diez años en esto, pero la de Polonia le da tres. Y es ahí donde entra la dinámica histórica: si lo miramos con cierta amplitud, veremos que, bajo Putin, Rusia no ha dejado de reforzar su Ejército e institucionalizar un discurso expansionista cuya conclusión lógica (aunque uno se resiste a escribir esa palabra) sería la guerra contra la OTAN. Ucrania es solo el ejemplo más notorio de esa tendencia de larga duración que podría ser inexorable. Rusia era la quinta potencia militar mundial en el 2021; desde la invasión de Ucrania se ha convertido en la tercera. Su economía está cada vez más orientada hacia la guerra. Esto se convierte en un círculo vicioso similar al que llevó a la Alemania de Hitler a la escalada de agresiones que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Parafraseando lo que se decía de la revolución, el expansionismo es como una bicicleta: cuando no anda, se cae.
De atreverse Rusia a dar el paso, los expertos militares esperan una invasión de uno de los países bálticos, que se podría ejecutar en horas. Esto pondría a la OTAN en el dilema de declarar la guerra o no, como hizo Hitler con la invasión de Checoeslovaquia en 1939. La superioridad militar de las democracias sería abrumadora, en teoría. Con una fuerza aérea cinco veces mayor que la de Rusia, gozaría desde el primer momento del control de los cielos; su marina combinada, cuatro veces más grande, destruiría la flota rusa en poco tiempo. Cierto que en el terreno de la guerra nuclear la ventaja sería para Rusia, que posee el mismo número de ojivas que la OTAN, pero que tiene a las grandes capitales europeas a su merced. Lo que ocurre es que la guerra nuclear tiene sus propias reglas, y es mucho menos probable. Tendría que ser Rusia quien la iniciase, y asumir las consecuencias. Incluso cuando países nuclearizados han estado en guerra (Pakistán y la India, por ejemplo) no han recurrido al arma atómica, que en el fondo solo tiene una función disuasoria.
El arma secreta de Putin
El arma secreta de Putin sería más bien otra: la falta de convicción de la sociedad europea y su saludable horror por la guerra. Putin cuenta con ello, igual que Hitler contó con el pacifismo que, de forma comprensible, se había extendido tras la tragedia de la Primera Guerra Mundial. Paradójicamente, aquel pacifismo no hizo menos sino más probable la guerra, y la paradoja sigue con nosotros en otra forma. Y esta es que, en el fondo, el punto débil de las democracias es aquello que las hace mejores como sistema político: la libertad, la prosperidad, el individualismo. Esos valores no son la mejor materia prima para forjar ejércitos, pero los ejércitos son indispensables para proteger esos valores. Que la frase «si quieres paz, prepara la guerra» se suela citar en latín es una señal clara de que se trata de una verdad contrastada por el tiempo. Si Emmanuel Macron ha conseguido que hablemos seriamente de esto, ha servido para algo.
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