«Einstein y la bomba», relato de cómo una ecuación desató una era nuclear

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Un documental cuenta la conexión entre el físico alemán y la creación del artefacto de destrucción masiva

20 feb 2024 . Actualizado a las 11:52 h.

Franklin D. Roosevelt ordenó crearla, Robert Oppenheimer la construyó y Harry S. Truman apretó el botón. El 6 y el 9 de agosto de 1945 dos bombas atómicas cayeron sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Se estima que fallecieron unas 246.000 personas de manera directa e indirecta por enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación.

Sin embargo, cuando el pueblo nipón pidió responsabilidades por el primer y único ataque nuclear de la historia no acudió a ninguno de ellos, sino a Albert Einstein. Un periodista japonés, Katsu Hara, escribió una carta al físico alemán preguntándole cómo se sentía por ser responsable de «un arma capaz de masacrar a los seres humanos». Él respondió que «no veía ninguna salida, aunque siempre fui un pacifista convencido». La correspondencia entre el periodista y el físico protagoniza uno de los momentos del docudrama Einstein y la bomba (Netflix) que explica la conexión del alemán con el artefacto de destrucción masiva.

La historia de la bomba atómica se remonta a 1905, el llamado Annus Mirabilis en el que Einstein publicó cuatro artículos. En uno de ellos estableció la relación entre masa y energía en la fórmula E=MC2, la más famosa de todos los tiempos. Significa que la energía es igual a la masa multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado. Quiere decir que una pequeña cantidad de materia puede transformarse en una descomunal de energía. Se trata del principio científico detrás de una bomba atómica.

En la década de los 30, los avances en física nuclear coincidieron con el ascenso de Hitler. Cuando Europa se encontraba al borde de la guerra, muchos temieron que los nazis pudiera desarrollar un programa científico militar para aplicar la ecuación en la creación de una bomba.

En 1939, Einstein, el científico más famoso de la Alemania nazi, se encontraba exiliado en Estados Unidos, donde había aceptado un puesto vitalicio en la Universidad de Princeton. Dos físicos judíos de origen húngaro, Leó Szilárd y Eugene Wigner, presionaron a Einstein para que informase al presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt sobre la posibilidad de que Hitler construyese un arma nuclear.

El documento rezaba que «se ha hecho probable que puede establecerse una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por lo que se generarían vastas cantidades de energía. Este nuevo fenómeno también llevaría a la construcción de bombas». Roosevelt le respondió. «Encontré estos datos de tal importancia que he convocado una Junta del Ejército y de la Marina para investigar a fondo las posibilidades de su sugerencia con respecto al elemento del uranio». Unos meses después ordenó poner en marcha el programa nuclear que se traduciría en el proyecto Manhattan.

Einstein pasaría el resto de sus días arrepintiéndose de haber enviado esa carta, «pero había una justificación: el peligro de que los alemanes la fabricaran», dijo. Algo que nunca sucedió.