Insólito, pero no imposible: el alzhéimer se puede transmitir entre personas

Raúl Romar García
R. Romar LA VOZ

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Acumulaciones de la proteína beta-amiloide en el cerebro, los depósitos precursores del alzhéimer
Acumulaciones de la proteína beta-amiloide en el cerebro, los depósitos precursores del alzhéimer BRIAN SNYDER | REUTERS

La ciencia identifica cinco pacientes que desarrollaron la enfermedad tras recibir un tratamiento en su infancia con una hormona de crecimiento procedente de cadáveres, lo que ya está prohibido desde 1985

29 ene 2024 . Actualizado a las 19:17 h.

¿El alzhéimer puede ser transmisible? Es algo muy raro, insólito, pero no imposible. Y no, no se contagia por contacto de una persona a otra. Eso sí es inviable. Pero sí podría darse una hipotética transmisión a partir de las proteínas precursoras de la enfermedad, los agregados beta-amiloides, de una persona a otra. Es algo extremadamente inaudito, pero sí se ha comprobado que es factible en un estudio publicado en la revista científica Nature Medicine en el que se han descrito cinco casos de personas que, en el Reino Unido, desarrollaron un cuadro de demencia similar a la de alzhéimer tras recibir un tratamiento en su infancia con una hormona de crecimiento procedente de cadáveres.

Estas personas habían sido tratadas con la hormona de crecimiento hace entre 60 y 40 años, cuando para esta terapia todavía se usaban extracciones de las glándulas pituitarias de cadáveres. Este sistema fue erradicado a partir de 1985, cuando se describió que un raro trastorno cerebral llamado enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, la variante humana de las vacas locas, estaban asociados con la administración de hormona de crecimiento humana contaminada procedente de cadáveres. A partir de esa fecha se empezaron a utilizar hormonas sintéticas elaboradas en laboratorio. 

¿Qué pudo ocurrir en estos casos? Que el material biológico procedente de cadáveres podía haber estado contaminado con proteínas beta-amiloides que, con el tiempo, acabaron desencadenando el alzhéimer en los pacientes que recibieron el tratamiento. Estos depósitos van formando placas entre las neuronas que resultan tóxicas y que son las responsables, junto con las proteínas tau, del progresivo deterioro cognitivo en las personas con esta patología degenerativa.

La investigación sugiere, por tanto, que en estos cinco casos la enfermedad podría haber sido transmitida. Es decir, que se produjo por exposiciones repetidas a un tipo de hormona que ya no se utiliza. En todo caso, los autores de la investigación, que confirma los resultados de otra previa realizada en el 2015, aseguran que se trata de un suceso muy poco frecuente, absolutamente inusual. En el estudio se siguió a ocho personas que habían recibido la hormona de crecimiento procedente de cadáveres, de las que cinco desarrollaron alzhéimer.

«Debo enfatizar que estos son sucesos muy raros, y la mayoría de ellos se relacionan con procedimientos médicos que ya no se utilizan», dijo en un comunicado John Collinge, autor principal del estudio y director del Instituto de Enfermedades Priónicas de la University College London.

Los investigadores examinaron ocho casos en los que una persona tenía antecedentes de haber sido tratada con hormona de crecimiento humana derivada de la glándula pituitaria de un cadáver. Todos ellos habían sido tratados de niños. Cinco de los pacientes todavía estaban vivos durante el estudio y tenían más de 50 años. Los otros tres habían fallecido a los 57, 54 y 47 años.

Los investigadores encontraron que cinco de las personas estudiadas tenían síntomas consistentes con la demencia de aparición temprana y tres de esos cinco habían sido diagnosticados con la enfermedad antes del estudio. Cuatro de los pacientes comenzaron a experimentar síntomas entre los 48 y 49 años. El quinto comenzó a tener síntomas a los 55 años. Es, en todos los casos, un alzhéimer temprano.

«Hemos descubierto que es posible que la patología beta-amiloide se transmita y contribuya al desarrollo del alzhéimer», dijo en un comunicado e doctor Gargi Banerjee, primer autor del estudio e investigador del Instituto de Enfermedades Priónicas de la University College  London.

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 Se trata, en todo caso, de un hecho excepcional, tal y como recalca Tara Spires-Jones, jefa de grupo en el Instituto de Investigación de la Demencia del Reino Unido, en una reacción recogida por Science Media Center (SMC). «No hay indicios -aclara- de que la patología pueda transmitirse entre individuos en actividades de la vida cotidiana. Tampoco hay pruebas que hagan temer que los procedimientos quirúrgicos actuales conlleven algún riesgo de transmisión. Este trabajo es una descripción de ocho personas que recibieron en su infancia, durante varios años, inyecciones de hormona del crecimiento extraída de cadáveres humanos, cinco de las cuales desarrollaron la demencia entre 30 y 40 años después».

Igual de cauto se muestra Andrew Doig, catedrático de Bioquímica en la Universidad de Manchester, quien asegura que «no hay pruebas de que el modo de transmisión de la enfermedad presentado aquí se haya producido nunca en otros lugares. Ya tenemos mucho cuidado con la transmisión de tejido cerebral entre personas debido al riesgo, pequeño pero real, de transmitir priones que podrían causar la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob».

De lo que sí existe constancia es de que los agregados de beta-amiloide pueden viajar a través de las sinapsis (las conexiones entre neuronas) del cerebro propagando el alzhéimer. Y el trabajo publicado en Nature Medicine refuerza esta idea. 

Doig también aclara que «trabajos anteriores han demostrado que los agregados de beta-amiloide podían transmitirse a los humanos junto con la hormona de crecimiento humana, aunque no sabíamos si tenían algún efecto. Este nuevo trabajo sugiere, por primera vez, que estos agregados pueden efectivamente causar una enfermedad parecida al alzhéimer».