Israel abre la puerta a una guerra a gran escala tras matar a Al Aruri
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Borrell sugiere una solución a la guerra «impuesta» desde «el exterior»
04 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El asesinato selectivo de Saleh al Aruri, número dos de Hamás, en el Líbano a manos de Israel abre la puerta a una escalada de la guerra al este del Mediterráneo. Hezbolá tantea la posibilidad de involucrarse de pleno en la contienda contra Tel Aviv mientras las conversaciones de paz se estancan, Egipto se retira de la mediación y los esfuerzos internacionales por conseguir un alto el fuego son una ilusión en medio de una pesadilla.
Hasán Nasralá, líder de la milicia libanesa chií respaldada por Irán, advirtió que la respuesta a un ataque en Beirut —algo que hasta hace dos días no sucedía desde el 2006— conllevaría una «respuesta contundente». En un discurso televisado, ayer expresó que «desde hace tres meses hasta hoy, tenemos mártires, sacrificios, desplazados, daños, destrucción, peligros y precios que pagar. Pero también tenemos resistencia, coraje, lucha, desafío, pérdidas en las filas del enemigo y negativa a rendirse», pero, además, matizó que la lucha de Israel ha conseguido «derrumbar su imagen» y que la «causa palestina» tenga «más respaldo que nunca» por parte de la comunidad internacional.
El riesgo de escalada es muy elevado. Tel Aviv está más que dispuesto a borrar también a Hezbolá del mapa y reducir la capital libanesa a escombros. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, lo avisó el pasado noviembre, cuando el intercambio de artillería entre las Fuerzas de Defensa de Israel y los milicianos chiíes escalaban: «Están cometiendo errores y quienes pagarán el precio son, ante todo, los ciudadanos del Líbano. Lo que estamos haciendo en Gaza podemos hacerlo en Beirut».
Imposición externa
La comunidad internacional ve que los esfuerzos por detener la guerra son infructuosos. La campaña contra Hamás deja ya más de 22.000 muertos y 50.000 heridos, según las autoridades gazatíes, la situación humanitaria es muy grave y no hay visos de que una alternativa de paz sea posible si los agentes negociadores son islamistas, milicianos y el Gobierno más ultra de la historia de Israel.
Por ello, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, aseguró que «lo que hemos aprendido de estos años es que la solución tiene que ser impuesta desde el exterior, desde una comunidad internacional, porque las dos partes nunca serán capaces de llegar a un acuerdo».
La vía del reconocimiento de los dos Estados que capitanea España y el alto el fuego, sin embargo, han tenido hasta ahora poco éxito para prosperar debido a las posiciones ventajosas que mantiene Estados Unidos, principal aliado de Israel, en los organismos de la ONU.
Tan pocas son las opciones que incluso Egipto, que había servido de mediador, junto a Catar, entre Hamás e Israel para los intercambios de rehenes y la entrega de ayuda humanitaria en Gaza, decidió retirarse de su papel de mediador. «Egipto informó oficialmente a Israel, que congeló su papel como mediador entre Israel y las facciones palestinas para concluir un acuerdo que lleve al fin de la guerra. El papel de Egipto es indispensable y, en ausencia de su mediación, la gravedad de la crisis puede aumentar y empeorar más allá de las estimaciones de todas las partes», afirmaron fuentes gubernamentales de El Cairo citadas por la cadena Al Qahera News.
Además, la «venganza» que prometió Irán por el asesinato en Siria de Razi Mousavi, comandante de la Guardia Revolucionaria, está por llegar, aunque los esfuerzos continuados de las fuerzas proxy que tiene desplegadas en Yemen, Líbano, Siria e Irak llevan meses apoyando a los palestinos, si bien estos dos últimos solo colaboran en materia logística.
Los socios ultras de Netanyahu planean la deportación de los gazatíes
La guerra en Gaza avanza y con ella los planes del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para entrar en la tercera fase bélica y resolver qué sucederá con el enclave costero palestino una vez que las operaciones terrestres de las Fuerzas de Defensa concluyan.
Si bien se sondeó la posibilidad de que la gestión del territorio recayera en la Autoridad Nacional de Palestina, gobernada desde hace años por Fatah, los socios radicales de Netanyahu tienen otros planes que pasan por la deportación de los gazatíes a terceros países. El ministro de Finanzas, el ultraortodoxo Bezalel Smotrich, argumentó que los ciudadanos israelíes no pueden convivir «con dos millones de personas que desean masacrar, violar y asesinar judíos» a pocos metros de los kibutz del sur del país y que, por ello, se habría de «impulsar la migración voluntaria de árabes gazatíes y su absorción en otros países» para favorecer la colonización israelí del territorio.
De hecho, fuentes gubernamentales citadas por el Times of Israel confirman que ya se están produciendo contactos con posibles países de destino para negociar su acogida. Entre ellos, el Congo, un país en el que el 52.5 % de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
El portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Matthew Miller, no tardó en criticar la «retórica incendiaria e irresponsable» de Smotrich y aseguró a través de la red social X, antes Twitter, que Estados Unidos no respaldará ninguna política que pase por la expulsión de los gazatíes, ya que la operación militar de Israel en la Franja se supone limitada a la desarticulación de Hamás y no a la conquista.
A Smotrich se le unió el también ultra y ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, que advirtió que «Estados Unidos es nuestro mejor amigo, pero antes que nada haremos lo mejor para el Estado de Israel: la migración de cientos de miles de personas desde Gaza permitirá a los residentes del enclave regresar a casa y vivir seguros».
Saleh al Aruri: El embajador de la yihad global convertido en la pesadilla del Gobierno israelí
A Saleh al Aruri no le quedaban muchos días de vida y él lo sabía desde agosto. «No tengo miedo de las amenazas de Israel de matarme. Ya he vivido más de lo que esperaba. Siento que pasé la edad en la que se suponía que debía morir. Cuando muera como mártir, lo agradeceré», le dijo a la televisión Al Aqsa, de Hamás.
El número dos del Movimiento de Resistencia Islámica era una de las mentes detrás de los ataques del 7 de octubre, fue padre fundador de las Brigadas al Qasam, brazo armado del grupo y fundador de su franquicia en Cisjordania. También actuaba como embajador de Hamás ante Hezbolá, un aliado cercano con el que conservó buenas relaciones debido a las numerosas estancias de Al Aruri en el exilio de Beirut.
Natural de Ramala, murió con 57 años habiendo pasado 15 de ellos en una prisión israelí antes de ser deportado a Jordania en el 2010. De ahí se paseó por Siria cuando Al Asad aún guardaba buena relación con Hamás, Turquía y Líbano. Se convirtió en uno de los hombres más buscados de Oriente Próximo debido a su facilidad para captar adeptos a su causa y para orquestar numerosos ataques contra civiles israelíes.
Papel negociador
Sobre la cabeza de Al Aruri, como en el caso de todo terrorista de cierta relevancia en la yihad global, pesó un precio. Estados Unidos lo calificó de «terrorista» en el 2015 y ofreció una recompensa de cinco millones de dólares por cualquier información sobre él.
Incluso muerto, continúa siendo un dolor de cabeza para Tel Aviv, ya que militares y expertos se cuestionan por qué se pudo acabar con él en un ataque selectivo y no se pudo hacer lo mismo con Yahya Sinwar, el número uno de Hamás en Gaza, y Mohamed Deif, el jefe de las Brigadas Al Qasam, en vez de ejecutar una operación que ha dejado a miles de muertos y heridos. Y entre ellos, no se cuentan ni Sinwar ni Deif.