A punto de cumplirse 11 años de su elección, Francisco aprueba cambios profundos en la Iglesia como las bendiciones a las uniones gais pese a la oposición de los conservadores
26 dic 2023 . Actualizado a las 08:50 h.«Eso ya lo dejamos para Juan XXIV». El papa Francisco suele utilizar este chascarrillo cuando sus colaboradores más cercanos le plantean planes o compromisos a medio plazo: opta por echar balones fuera y coquetear con la idea de que será un próximo obispo de Roma quien tome esa decisión. Aunque lleve recurriendo a esta broma desde poco después de comenzar su pontificado en marzo del 2013, lo cierto es que Jorge Mario Bergoglio ha dado muestras de que no le tiembla el pulso a la hora de dirigir la Iglesia católica, sin importarle las críticas del sector más conservador. Esa voluntad por sentar las bases de una comunidad eclesial abierta a todos, más allá de las discrepancias doctrinales, se ha acelerado estos últimos meses. A ello ha contribuido probablemente tanto su elevada edad (cumplió 87 años el pasado domingo), como el fallecimiento el 31 de diciembre de 2022 de su antecesor, Benedicto XVI, considerado un símbolo para los más tradicionalistas y con el que Bergoglio nunca quiso abrir una lucha.
El anuncio esta semana de que, a partir de ahora, los sacerdotes pueden bendecir las uniones entre personas del mismo sexo o que estén formadas por divorciados vueltos a casar ha sido la última y más evidente señal de que el papa argentino ya no se arruga a la hora de hacer realidad su modelo de Iglesia. Esta decisión, plasmada en la declaración 'Fiducia supplicans' del dicasterio para la Doctrina de la Fe que cambia la posición manifestada por ese mismo ministerio vaticano dos años antes, llega después de otro anuncio igualmente sorprendente. El citado dicasterio aclaró en noviembre que los transexuales adultos pueden ser bautizados, al igual que los niños nacidos de parejas homosexuales por medio de la gestación subrogada.
Además, se señaló entonces que los gais que convivan en pareja tienen permitido hacer de padrinos en bautizos. Para evidenciar esa voluntad de acogida, Francisco decidió cenar de manera pública durante la Jornada Mundial de los Pobres del pasado 19 de noviembre con un grupo de transexuales que se ganan la vida prostituyéndose a las afueras de Roma.
A estas decisiones acerca de cómo responder al colectivo LGTBI se une otra histórica apertura durante la primera sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad, celebrada el pasado octubre: su documento final fue votado por primera vez por mujeres; lo eran 54 de los 363 participantes en el encuentro. Poco antes del inicio de la asamblea, el papa señaló además que la ordenación sacerdotal femenina «puede ser objeto de estudio», marcando un punto de inflexión con esta espinosa cuestión respecto a la posición manifestada hasta entonces por él mismo y por sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Negativa a los cambios
«Es posible que Francisco sienta que su pontificado se acerca a su conclusión, lo que en cualquier caso podría llevar años, pero tiene claro que está más cerca ya del final que del inicio. Hemos entrado en una fase nueva, en la que se responde de manera diferente a las solicitudes teológicas», señala Massimo Faggioli, profesor de Teología en la Universidad Villanova de Estados Unidos, para quien resulta determinante en este cambio el nombramiento el pasado julio del argentino Víctor Manuel Fernández, hombre de la máxima confianza de Bergoglio, como prefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe. También explica esta nueva etapa Faggioli por el «cierto impacto» que ha tenido la muerte de Benedicto XV en los círculos conservadores que giraban en torno a la figura del Papa emérito y que ahora se han quedado sin referencia.
Si por un lado Francisco no tiene empacho ahora en acelerar sus reformas, tampoco se cortan sus críticos al afirmar públicamente que no tragan con ellas. «Las cosas han cambiado: los cambios no se van a aceptar en todos lados solo porque lo diga Roma», advierte el profesor de la Universidad Villanova. La recepción de la 'luz verde' a las bendiciones para las parejas gais resulta paradigmática: no se han hecho esperar las declaraciones tanto de algunos episcopados africanos y asiáticos como de ciertos obispos que aseguran que en su territorio no se aplicará el cambio. «Las bendiciones de cualquier tipo para uniones entre personas del mismo sexo no se permiten en Malawi», han advertido los obispos de ese país, una posición similar a los de Kenia, Kazajistán o Zambia. El cardenal Gerhard Müller, exprefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe, ha señalado incluso que el sacerdote que bendiga las uniones gais «cometerá un acto sacrílego».
Otros episcopados, como los de Alemania y Bélgica, llevaban en cambio años presionando al Vaticano para que diera este paso. «Las críticas son comprensibles», señala el sacerdote jesuita Pino Piva, que trabaja en la formación de los agentes de pastoral LGTBI en algunas diócesis italianas. «Hay zonas del mundo donde no se siente esa exigencia o incluso la homosexualidad está considerada un delito», recuerda. A su juicio, una de las grandes aportaciones de 'Fiducia supplicans', cuya acogida ha sido por lo general muy positiva entre los católicos gais, es la reflexión doctrinal que lleva detrás y que cambia el propio concepto de bendición. «Se dice que para recibirla ya no hace falta estar en una situación perfecta desde el punto de vista moral y que, gracias a ella, Dios puede ayudar a llevar mejor una vida cristiana. La declaración marca una diferencia clara con el concepto de matrimonio y no niega las dificultades de las uniones gais o de divorciados vueltos a casar, pero coloca la acogida a esas personas en la Iglesia por delante de sus condiciones».
Un alto funcionario vaticano que prefiere mantenerse en el anonimato coincide en el análisis, aunque poniéndole un punto más pragmático: «No podemos dejar fuera a la mitad de los católicos porque se hayan divorciado o sean homosexuales. Los conservadores están enfadados porque creen que el papa ha hecho este cambio por la puerta de atrás, pero había que hacer algo. Si un criminal se confiesa y se arrepiente, lo aceptamos sin problemas. ¿Y no acogemos a los gais o a los divorciados?». Para Faggioli el gran reto que ha puesto de manifiesto la cuestión de las bendiciones es cómo garantizar la unidad de la Iglesia católica mientras las distintas comunidades locales aplican disciplinas diversas. «La realidad de los fieles en Europa es muy diferente a la de Estados Unidos, África, Asia o América Latina. Hay que ver cómo se mantienen unidos aunque se esperen respuestas distintas a temas como el diaconado femenino, los homosexuales o el sacerdocio».