Alberto Soler, autor de «La gran guía de la crianza»: «Es bueno que los niños vean a sus padres discutir, pelear es otra cosa»

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Alberto Soler, padre de tres niños y autor junto a su mujer, Concepción Roger, de «La gran guía de la crianza»
Alberto Soler, padre de tres niños y autor junto a su mujer, Concepción Roger, de «La gran guía de la crianza»

El chupete (que, según estudios recientes, ayuda a prevenir la muerte súbita), los límites, los «terribles dos años» y la gestión de un divorcio están en la guía que ha elaborado con su pareja este psicólogo, padre de tres niños, que nos previene de un enemigo (la presión social) y de un falso aliado (la receta mágica). «Por no ser el poli malo, a veces como padres nos metemos en un juego perverso para manipularles», advierte

17 dic 2023 . Actualizado a las 17:06 h.

Todos los hijos son únicos. «No hay dos iguales. Cada hijo es diferente y cada familia es distinta. Por eso las recetas mágicas, mejor para otros, para esos padres que no son sinceros», dice Alberto Soler, director del Centro de Psicología que lleva su nombre y autor de Niños sin etiquetas, que acaba de publicar junto a su pareja, Concepción Roger, La gran guía de la crianza. Los dos son autores del canal Píldoras de Psicología, un tándem profesional que se curte con la experiencia en casa. ¿Cómo se convive con una profesional del mismo ámbito, hay concordia cotidiana? «Es una maravilla. A mi mujer y a mí trabajar juntos nos facilita el día a día... Pero aquí la parte más preparada de la ecuación es la menos visible, Conchi. Ella es la más preparada de los dos. Más de la mitad de la Guía es ella», revela Alberto, máster en Psicología Clínica con 18 años de experiencia en psicoterapia.

 ¿Chupete, sí o no?, ¿qué pasa a los «terribles dos años» y por qué les llaman «los tres de la calma»?, ¿es bueno decirles eso de «pórtate bien, que te están viendo los Reyes?, ¿por qué sufren estrés a edades cada vez más tempranas?, ¿es aconsejable obligarles a dar besos?, ¿qué hacemos cuando los abuelos actuan contrariamente a lo que pensamos como padres?, ¿cómo actuar ante niños con altas capacidades intelectuales, trastorno del espectro autista o trastorno del déficit de atención e hiperactividad? 

—El chupete, el colecho, el BLW (‘Baby led weaning’, introducción de alimentos sólidos en trocitos en la dieta del bebé), fobias, lecciones de abuela, el fracaso escolar, el uso de pantallas o cómo gestionar una separación ante los niños están, entre otras muchas cuestiones, en «La gran guía de la crianza». «No busques un hijo obediente» es una de las recomendaciones que haces. ¿Por qué?

—A nadie le amarga un dulce. Cuando le dices a tu hijo que vaya a la ducha, lo ideal es que te haga caso. Facilita el día a día que nuestros hijos sean obedientes, pero a veces la quintaesencia de la educación se resume en que sean obedientes. Y acabamos asimilando que un niño es bueno o malo en función de si es obediente o no lo es. La obediencia no es el factor más importante. Lo es mucho más el pensamiento crítico o tener empatía y capacidad para relacionarse. ¿La obediencia es importante? Bueno... Facilita las cosas, pero llega un momento en que dejan de obedecernos a nosotros y pasan a obedecer a otras personas de referencia, pero si agachan la cabeza siempre llegará un momento en que no nos hará gracia. Si queremos que desafíen las injusticias que se cometan contra ellos, debemos educarles para eso desde pequeños.

—Entonces, los padres de hijos «respondones» que discuten la orden y no vienen a cenar a la primera no deben llevarse las manos a la cabeza...

—Para nada. Yo a mi hija le digo: «Espero que el día de mañana seas igual de cabezota y de firme».

—¿Necesitamos un libro para criar y educar hoy que vamos a mil, saturados de información y opiniones?

—Lo necesitamos porque el hecho de concebir una criatura no nos da los conocimientos y habilidades para mantenerla con vida de manera razonable. Antes había mayor red familiar, más entre iguales y entre distintas generaciones; la abuela, la tía, la prima, la vecina del barrio... Había una tribu que acompañaba en esa tarea, pero cada vez estamos teniendo más una sociedad individualizada e individualista, a la fuerza, que hace que la experiencia de educar se haga desde el aislamiento. Pero no todos los libros son iguales, muchos venden soluciones mágicas, que no existen. Por ejemplo, en los ochenta se vendió mucho el libro del método Estivill...

—Hubo algunos que llegamos a aplicarlo, era un manual muy recomendado hace unos 15 años.

—Hay modas... Que todo el mundo lo haga no quiere decir que sea recomendable. Hoy sabemos que esas estrategias para enseñar a dormir no son las mejores. Esto no quiere decir que hayamos traumatizado a cada niño al que se lo hayamos hecho. Los niños saben dormir desde que nacen, otra cosa es que sus hábitos de sueño se ajusten a las expectativas de sus cuidadores. En ningún sitio está escrito que un niño de 6 o 12 meses tenga que dormir lo mismo que sus padres. Eso es imposible.

—Hay profesionales rigurosos y razonables que conducen a la frustración. Es difícil compaginar una vida laboral para sostener la familia con dormir mal cada noche dos años... Muchas madres quedan extenuadas al tener que mantener su puesto de trabajo y cuidar con dedicación a sus hijos.

—Venimos de una época en que el niño o la niña no eran protagonistas, y eso tuvo una reacción, que ha sido poner el foco en la criatura. Esto es necesario, el respeto a la criatura es básico e incuestionable, pero muchas veces nos dejamos por el camino el respeto a la madre, que es una persona con necesidades. A veces se les pone el listón injustamente alto. No puede ser.

—Esta guía reivindica la corresponsabilidad en casa, que padre y madre sean capaces de estar al mismo nivel en trabajo doméstico y carga mental. ¿Queda mucho por hacer?

—En los últimos años, hemos recorrido un gran camino, pero queda mucho por recorrer. La educación y la crianza, como las tareas de la casa, son algo que tradicionalmente se asociaba a la mujer. Y como todas las tareas feminizadas, está poco valorada. De manera progresiva, los hombres nos hemos ido incorporando a los cuidados, pero no de la misma manera que las mujeres se han ido incorporando al mercado laboral. Ahí hay un desfase por el cual las mujeres hacen dobles y triples jornadas, y eso acaba minando su salud. Solo hay una alternativa: mejor reparto dentro de casa y políticas de conciliación.

—¿Cuál debe ser el rol de un padre?

—Debe ser un modelo de hombre funcional; es decir, una persona capaz de llevar a cabo cualquier tarea de casa, de cuidado, igual que su compañera. Que igual hace la cena que pone la lavadora.

—¿Chupete sí o no?

—Es recomendable especialmente en los niños que no son amamantados con lactancia materna, porque previene la muerte súbita del lactante.

—¿Es recomendable el colecho?

—En algunos casos, en bebés por debajo de los 4 meses, está desaconsejado si no se cumplen una serie de características. De lo que no hay duda es de que, por encima de esa edad o cuando no hay situaciones de riesgo, es una práctica que puede ser satisfactoria para el bebé y para la familia, y no tiene fecha de caducidad. Mejora la calidad de sueño de muchas familias. No hay colecho incómodo, sino cama pequeña.

—¿Qué pasa cuando es ver a su madre y ponerse a llorar? ¿Hay algo cierto en esa idea de que los hijos se portan peor con las madres?

—Tendemos a sobrestimar la capacidad de manipulación de los niños. Tendemos a vernos retados por ellos. Y no tienen esa capacidad maquiavélica para manipularnos. Solo son personitas que intentan conseguir sus objetivos legítimos pero con herramientas torpes.

—¿Cuál es la diferencia entre horario y rutina?

—Tendemos a confundirlos. Horario es que, cada día a tal hora, hay que hacer esto; a tal hora el baño, a tal hora la cena, a tal hora a dormir. Algunas familias viven angustiadas por el reloj y creen que las cosas deben hacerse todos los días exactamente de la misma manera. No es necesario, pero sí lo es un cierto orden de las cosas que hacemos: primero los deberes, después el baño, después jugamos, cenamos... y seguimos todos los días el mismo orden, no importa si vamos una hora arriba o abajo, pero ese orden en las rutinas facilita las cosas. Las rutinas a los niños les dan tranquilidad. Tenemos un reloj biológico en el cerebro que no es autónomo, sino que necesita sincronizarse con marcadores externos. Que tengamos unas rutinas ayuda a que ese reloj se vaya sincronizando.

—Los niños sí tienen estrés, adviertes. ¿Cada vez más?

—Sí. Y el estrés es algo exógeno, viene de fuera, de la presión que los adultos ejercemos sobre los niños. A veces como padres sucumbimos a la presión social para que nuestros hijos no pierdan el tren, pero ni es adecuado que aprendan a dormir con el método Estivill ni que estudien tres idiomas con 5 años.

—¿Mejor perder ciertos trenes?

—¡A lo mejor no hay ningún tren que perder...! O el único tren que están perdiendo es el de la infancia. Tiempo para aprender nuevos idiomas o nuevas tecnologías lo habrá, pero para disfrutar de la infancia y ser niño no lo va a haber.

—¿Es bueno que los hijos nos vean discutir?

—Sin duda, es bueno que los hijos vean discutir a sus padres. Otra cosa es que nos vean pelear. La discusión es positivísima, sobre todo con respeto hacia el otro. Es bueno que los hijos nos vean discutir para que vean que las discusiones forman parte del día a día. Tirarnos los platos a la cabeza, eso no, pero las discusiones no hay que evitarlas.

—¿Y que nos vean llorar?

—... Pues es tan natural como que nos vean hacer pipí. Todos lloramos, es una parte que no podemos evitar de la vida. Esconder las emociones no les hace ningún favor.

 —¿Por qué nos cuesta tanto poner límites?

—Identificamos poner límites con estilos educativos autoritarios y nada más lejos de la realidad. Autoritaria es la forma de poner los límites, no los límites en sí mismos. A veces para no quedar de poli malo, nos metemos en un juego perverso de intentar manipular a la criatura para que se ponga ella el límite. Renuncia por sí misma a comer dulces o a ver la televisión, pero eso es contrario a su naturaleza. El rol de poner límites es ingrato, pero es el rol que nos toca desempeñar como padres y a ellos lo que les toca mostrar una oposición a esos límites. Presionarles para que nieguen lo que les gusta o lo que sienten porque nos facilita la tarea a nosotros es algo muy cruel.

Cinco «píldoras» de «La gran guía de la crianza»

1. Rabietas. No son más que la frustración ante un deseo del niño que no se puede cumplir, señalan los autores de esta guía. Son muy habituales entre los 2 y los 4 años. Completamente normales, aunque incómodas. No, nos están manipulando, están pasándolo mal, advierte Soler. Evita las explicaciones largas y castigar para que aprenda (... a no expresar su frustración).

2. Límites. Debemos ponerlos de manera clara y con las explicaciones justas. Hay que encajar las protestas y las malas caras (por su parte es lo natural) y mantener el límite con seguridad (es nuestro papel como padres). Si incumplen el límite, debe haber consecuencias lógicas, proporcionadas para su edad. Son consecuencias que han de estar relacionadas con la conducta que queremos corregir y deben ser anunciadas de antemano. Un ejemplo: si deja su ropa tirada, la consecuencia natural es que ahí se queda la ropa; el castigo, dejarle sin parque, sin tele o sin postre. La consecuencia lógica, según Alberto Soler: hasta que el niño recoge la ropa, no se hace otra cosa. Se le puede decir que debe recoger su ropa, decirle dónde ponerla y que, tras hacerlo, podrá seguir jugando o hacer otra cosa.

3. ¿Les obligamos a dar besos? «El afecto se gana, no se impone», subrayan los autores de la guía. No es en absoluto recomendable forzar las manifestaciones de afecto de los niños, ni enseñarles que deben hacer siempre lo que otros quieren o esperan de ellos. Ellos deben decidir cuando quieren dar un beso y a quién.

4. ¿Pantallas sí, no... o desde cuándo? No hasta el año y medio. A partir de los 18 y hasta los 24 meses, su uso debe ser ocasional y con control parental. Mejor en todo caso cero pantallas. Entre ls 2 y 5 años la recomendación es de un máximo de una hora al día y con contenidos de calidad. Mejor consola que tablet, según Soler.

 5. La importancia del juego y del tiempo. Hay que tener cuidado con la agenda escolar y un exceso de extraescolares. Es recomendable que tengan «algunas tardes vacías». Y es importante tener en cuenta que el juego, especialmente en la infancia, es «el mayor mecanismo de aprendizaje».