Podemos se asoma al abismo después de perder representación territorial y cuotas de poder
06 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Ha pasado casi una década desde que las manifestaciones pacíficas para acabar con el binomio PP-PSOE del 15M se materializaran en la realidad política de Unidas Podemos en el 2014. Un partido que pretendió cambiarlo todo para ofrecer una democracia plural, más abierta a la ciudadanía y sin la «casta» tradicional que copaba los escaños del Congreso de los Diputados. Y ahora ni tienen un espacio propio y el partido fundado por Pablo Iglesias queda relegado a la nada, tocado y a punto de hundirse.
El arranque sorprendió entonces. En sus primeros pasos, Íñigo Errejón —ahora en Más País, integrado en Sumar— coordinó la campaña de los comicios europeos del 2014, cuando toda la maquinaria de Podemos echó a andar. Sortearon las polémicas por las financiaciones que presuntamente recibieron desde países como Venezuela e Irán y consiguieron cinco escaños y un millón de votos. Al día siguiente, los titulares de los periódicos llevaban la estocada podemita en el costado. «Fuerte castigo a PP y PSOE», «Debacle», «El bipartidismo sufre su peor revés en democracia». Los deberes estaban hechos.
Ascenso y gobiernos
A partir de ahí, los años dorados de Podemos verían la luz. En el 2015, irrumpieron en 14 comunidades autónomas con un resultado de 133 representantes repartidos entre los territorios y más de dos millones de votos. Meses más tarde, en diciembre, entrarían en el Congreso por primera vez por la puerta grande, con un resultado de 69 escaños y cinco millones de votos.
Fue un fin de año que también suponía un inicio de ciclo. Podemos, Ciudadanos y las minorías nacionalistas e independentistas condicionarían en el futuro el apoyo a los presidentes del Gobierno bajo el mantra de que se tendrían que satisfacer las necesidades políticas de otros partidos. Se acabaron las legislaturas monocolor.
Tanto fue así que hubo que repetir elecciones en el 2016 después de que Rajoy (PP) rechazara presentarse a una investidura. Un buen plan para Podemos, que obtuvo 71 escaños y conservó los cinco millones de votos. Aunque la izquierda no gobernó porque Rajoy recibió la abstención de todos los diputados del PSOE excepto 15 por el rechazo a pactar con los morados.
Hasta la siguiente convocatoria electoral, el panorama fue convulso. Pedro Sánchez dejó el PSOE y volvió para revolucionarlo, el PP fue condenado por la trama Gürtel y el líder socialista echó a Rajoy con una moción de censura en el 2018. Ahí comenzaría la debacle de Podemos.
Caídas, renuncias y divorcio
En el 2019, hubo dos convocatorias electorales y Podemos comenzó a renquear. En abril, bajaron hasta los 41 diputados y más de tres millones y medio de votos. Pero tocaba convencer a Sánchez de asumir un Gobierno de coalición. Lo hicieron tras los comicios de diciembre, donde cayeron a los 35 diputados y medio millón de papeletas menos.
Fue el «Gobierno del cambio». Podemos empezó a tantear el salario mínimo interprofesional, reclamó cinco ministerios —entre ellos Igualdad, que dirigió Irene Montero— y comenzó a apretar las tuercas del PSOE para evitar que mirara al centro del PP y considerase solo el espacio a su izquierda. Ello con Pablo Iglesias como vicepresidente del Gobierno.
Duraría dos años al reconocerse «poco útil» para la política tras presentarse a las elecciones madrileñas contra Isabel Díaz Ayuso, que consiguió mayoría absoluta: «Estoy enormemente orgulloso de haber liderado un proyecto político que cambió la historia de nuestro país», se despidió.
El fantasma de los divorcios también se paseó por las filas de Podemos aquel 2019. Fue cuando Íñigo Errejón fundó Más País, un año después de que la cabeza del partido en Andalucía, Teresa Rodríguez, formara Adelante Andalucía. Una ristra de máximos cargos de Podemos harían lo mismo por la «tiranía» de la cúpula morada. Hasta el 23J, cuando ese autoritarismo lo pagarían con la misma moneda, pero por parte de Yolanda Díaz, la sucesora de Iglesias.