Un estudio internacional en el que se ha seguido a un millón de personas durante ocho años confirma la asociación
09 nov 2023 . Actualizado a las 18:26 h.Un estudio internacional con casi un millón de personas confirma una fuerte y clara asociación entre la exposición a la radiación de las tomografías computarizadas en jóvenes (tac) y un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre. Esta es la principal conclusión del estudio EPI-CT, tras un análisis liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa". Los resultados, publicados en Nature Medicine, ponen de manifiesto la importancia de seguir aplicando estrictas medidas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica.
Los beneficios de la tomografía computarizada (tac) para la obtención de imágenes en el tratamiento de pacientes (incluyendo el diagnóstico, la planificación del tratamiento y el seguimiento de la enfermedad) son indiscutibles. Sin embargo, el uso generalizado de este procedimiento en las últimas décadas ha suscitado preocupación en la comunidad médica y científica por los posibles riesgos de cáncer asociados a la exposición a radiaciones ionizantes, sobre todo en pacientes jóvenes.
«La exposición asociada a la tomografía computarizada se considera baja (menos de 100 mGy), pero sigue siendo superior a la de otros procedimientos diagnósticos», afirma Elisabeth Cardis, jefa del Grupo de Radiación de ISGlobal y coordinadora del análisis. Estudios previos sugerían un mayor riesgo de cáncer en niñas y niños expuestos a TAC, pero tenían varias limitaciones metodológicas.
Para abordar estas limitaciones, un grupo de clínicos, epidemiólogos y dosimetristas de nueve países europeos (Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia) condujo EPI-CT, un estudio internacional coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (AIRC) y financiado en gran medida con fondos europeos.
«Llevar a cabo este gran estudio multinacional fue todo un reto: hubo que extraer datos de los registros radiológicos de 276 hospitales y vincularlos a registros de población de nueve países, todo ello manteniendo la confidencialidad de los datos personales», explica Cardis.
Seguimiento durante casi ocho años
En el estudio se analizaron datos de casi un millón de personas que se habían sometido a al menos un TAC antes de los 22 años. El equipo investigador calculó, para cada persona, la dosis de radiación absorbida por la médula ósea, que es donde se producen las células sanguíneas. Al vincular esta información a los registros nacionales de cáncer, se pudo identificar a quienes desarrollaron un cáncer de la sangre más tarde. El seguimiento de las personas se prolongó durante una media de 7,8 años, aunque para aquellos que se sometieron a un TAC en los primeros años de la tecnología, fue posible controlar la incidencia de cáncer durante más de 20 años después del primer TAC.
Los resultados del análisis muestran una clara asociación entre las dosis totales de radiación absorbidas por la médula ósea procedentes de las tomografías computarizadas y el riesgo de desarrollar tumores malignos, tanto mieloides como linfoides. Una dosis de 100 mGy incrementa el riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre por un factor de aproximadamente 3. De este modo, una exploración típica hoy en día (con una dosis media de unos 8 mGy) aumenta en un 16 % el riesgo de desarrollar este tipo de cánceres.
«En términos de riesgo absoluto, esto significa que, por cada 10.000 jóvenes que se someten a un TAC, podemos esperar ver alrededor de 1-2 casos de cáncer en los dos a 12 años siguientes al examen», dice la primera autora Magda Bosch de Basea, investigadora de ISGlobal cuando se hizo el estudio.
Los autores señalan que, para mejorar las estimaciones de riesgo en el futuro, es importante asegurarse de que las dosis y los parámetros técnicos se recogen de forma sistemática y adecuada en las clínicas en tiempo real.
Implicaciones para la salud pública
En la actualidad, más de un millón de niñas y niños europeos se someten cada año a un TAC. Aunque las dosis de radiación de los TAC han disminuido sustancialmente en los últimos años, los resultados de este estudio subrayan la necesidad de concienciar a la comunidad médica y de seguir aplicando medidas estrictas de protección radiológica, especialmente en la población pediátrica. «El procedimiento debe justificarse adecuadamente -teniendo en cuenta las posibles alternativas- y optimizarse para garantizar que las dosis se mantienen lo más bajas posible, al tiempo que se mantiene una buena calidad de imagen para el diagnóstico», explica Cardis.
«Desde hace décadas se sabe que existe una relación entre la exposición a las radiaciones ionizantes y la aparición de cánceres. Los centros de todo el mundo han realizado una ingente labor para calcular el factor de riesgo y cómo se manifiesta el riesgo en términos de tipo de enfermedad. Este ha sido el principio fundamental no solo para limitar la exposición a las radiaciones ionizantes, sino también para justificar cada caso; en concreto, el beneficio debe ser mayor que el posible perjuicio. Este estudio confirma la importancia de controlar la exposición y, además, establece un factor de riesgo importante a la hora de estimar el balance riesgo/beneficio», destaca Malcolm Sperrin, catedrático de Física Médica y miembro del Instituto de Física e Ingeniería Médicas (IPEM) del Reino Unido, en una reacción al estudio recogida por SMC España.
Aunque este estudio, amplio y bien realizado, no prueba una causa directa entre un TAC y el riesgo de cáncer de la sangre, sí alerta de que esto es posible, por lo que «debemos seguir estudiando cómo podemos limitar la exposición a la radiación en aquellos que buscan un diagnóstico, ya que esto podría ayudar a prevenir casos de cáncer de la sangre, salvando potencialmente vidas», explica Sarah McDonald, Subdirectora de Investigación de la organización Blood Cancer UK en el Reino Unido.