Resistencia palestina en un grafiti: «Nos matan porque saben que las ideas son inmortales»

Pablo Medina BELÉN / ENVIADO ESPECIAL

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Taqi Spadee, junto a su grafiti sobre Shireen Abou Akleh, la periodista cristiana de Al Yazira asesinada por Israel el año pasado.
Taqi Spadee, junto a su grafiti sobre Shireen Abou Akleh, la periodista cristiana de Al Yazira asesinada por Israel el año pasado. PABLO MEDINA

El muro de separación ilegal que divide Israel y Cisjordania se ha convertido en un lienzo y un memorial de la opresión

04 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El muro de separación ilegal que levantó Israel durante la segunda intifada para impedir ataques terroristas desde Cisjordania se ha convertido en una exposición permanente sobre la opresión para la población palestina. Un gigantesco lienzo que supone para los locales un paso más en el exilio y en el abandono de sus tierras. Un obstáculo para trabajar. Una pared que les deja como ciudadanos de segunda clase a los ojos de sus vecinos. Pero también se ha convertido en un memorial de la resistencia frente a la ocupación. Sus losas de hormigón de diez metros de alto se han convertido en el lienzo predilecto de artistas como Taqi Spadee, que aprovecha su superficie para pintar sobre las conciencias occidentales.

«Me detuvieron cuando hice esta pintura. Es un uniforme israelí con un fusil con mira telescópica apuntando a la cámara de un periodista. Ese informador era amigo mío. Me dijeron que estas voces pesan más que los discursos de Israel», apunta sobre su mural. El grafitero tiene claro que su obra tiene que lanzar «mensajes que sean eficaces» para que las personas que la vean entiendan la realidad de los palestinos. «El arte enseña la auténtica cara del mundo y queremos que la gente sepa qué pasa aquí. Hay que poner focos de luz donde no los hay», remarca.

Un soldado israelí con un gorro del Ku Klux Klan recibe a un niño con una pecera. Un tiovivo da vueltas con dianas sobre los caballos en vez de jóvenes. Un martillo de un juez golpea el muro dejando entrever un símbolo de la paz adornado con el cielo y una campiña. Las imágenes de Taqi son directas. No hay infancia, libertad, paz ni dignidad si no hay justicia. «No me gusta pintar abstracciones. Pinté el caso de George Floyd —el afroamericano asesinado por un policía estadounidense durante un arresto— de forma muy directa. Gracias a que mostramos que lo que necesitaba era justicia, podemos demandarla para nosotros y lograr que nos apoyen», sostiene el pintor. Hizo lo mismo por Shireen Abou Akleh, la periodista cristiana de Al Yazira asesinada por Israel el año pasado, que ahora adorna una de las esquinas del muro.

Resistencia enlatada

Para Taqi, el contexto de la guerra actual no deja espacio a la creatividad porque hay urgencias mayores que atender. «La pintura forma parte de la resistencia, pero cuando llega la guerra tengo que aparcar los espráis y las brochas por si tengo que coger un arma para defenderme», afirma convencido. Su visión del mundo, según cree, no es comparable a una realidad mucho más cruda y concreta. «La imagen captada por la cámara de un palestino es mucho más poderosa. No hay ideas detrás, solo la realidad: que nos están masacrando», objeta el artista.

Lo ha vivido en sus propias carnes. Durante los bombardeos en Gaza, seis artistas urbanos murieron mientras estaban en un centro cultural. «Nos matan porque las ideas son inmortales. Un soldado me dijo que los artistas y los periodistas son más peligrosos que la gente que tira piedras porque su mensaje alcanza a mucha gente», subraya Taqi.

Ahora mismo, su desempeño artístico está congelado, puesto que prefiere contribuir a la causa palestina a través de otras vías. «Inventé el concepto Gazalestina en una publicación de Instagram para impulsar la idea de que Gaza y Palestina —como llama a Cisjordania— son la misma realidad. Una sola palabra que, para mí, si llega a mucha gente, es más eficaz que un mural aquí», aduce.

Para los palestinos, según entiende Taqi, este muro de separación representa un memorial de la causa. Es su particular Yad Vashem, el memorial del Holocausto. Pero si alguna vez tiene que persistir la memoria o la libertad, no dudaría en derribarlo. «Tenemos otras cosas para preservar nuestra memoria. Este muro es una vergüenza», concluye.