«Es peligroso armar a gente loca, pero la mayoría queremos defender a la familia»

Pablo Medina TEL AVIV / ENVIADO ESPECIAL

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Un solicitante de licencia de armas dispara en un campo de tiro de Kfar Saba, en Israel
Un solicitante de licencia de armas dispara en un campo de tiro de Kfar Saba, en Israel RONEN ZVULUN | REUTERS

Las solicitudes para portar armas en Israel se disparan y crean unidades de seguridad

28 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Bibi [Netanyahu] nos dijo que la situación está fuera de control y que compráramos armas». Un hombre que prefiere el anonimato se ha acercado a la tienda Lahab de Tel Aviv a comprar una pistola. Una Smith and Wesson que tarda unas semanas en llegar. El ataque de Hamás ha desatado una fiebre armamentística sobre la población civil en Israel y miles de ciudadanos han cursado la solicitud para portar una pistola por el temor de que el Gobierno, el Ejército y la Policía no sean capaces de contener otra masacre como la del pasado 7 de octubre.

La seguridad que Benjamin Netanyahu enarboló en sus pasadas campañas electorales se ha esfumado junto con la devoción que le profesaban muchos de sus seguidores. Facciones políticas, colectivos y el Ejército miran con recelo a míster Seguridad al no haber sido capaz de impedir el ataque de Hamás. El nerviosismo es generalizado. «Hay gente, no israelíes, que te sacan un cuchillo y de pronto te apuñalan. Tardé varios intentos en conseguir la pistola, pero por fin la tengo. Hubiera preferido la paz, pero esto es más seguro de momento», señala Eriz, que también acudió a recoger su arma en Lahab.

La cercanía con Gaza de los kibutz del sur del país se ha extrapolado a la psique de los ciudadanos israelíes. Ahora, cualquier núcleo urbano con población árabe alrededor es, para muchos, una amenaza potencial. A pesar de que los incidentes violentos en estas zonas son contados y rara vez están espoleados por grupos islamistas radicales, la sensación de que una situación extrema puede darse está a la orden del día. «Antes de la guerra tampoco me sentía seguro, pero después de lo que ha pasado, menos», comenta Shai, que ha adquirido su pistola en dos semanas.

No todo el mundo en Israel puede adquirir un arma corta. Se necesita experiencia militar avanzada, superar un test médico tanto físico como psicológico, pasar por filtros del Ejército y de la Policía, y superar una entrevista con éxito. Pero los criterios se han aligerado después de que el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, llamase a crear unidades de protección conformadas por civiles en caso de que se necesitara una protección urgente de núcleos poblacionales. Encargó 10.000 armas para dicho propósito y el primer día del anuncio se recibieron 8.000 solicitudes de permisos para portarlas. Fuentes del Gobierno aseguran a La Voz que estas ascienden ahora a 9.600 diarias de media. Más de 200.000 al mes en un país que apenas roza los 10 millones de habitantes.

Protección popular

En Jerusalén, una funcionaria de 57 años ha pedido el permiso repetidas veces y todas ha recibido una negativa por respuesta. Su filosofía es la estadounidense: «No quiero llevarla encima, solo dejarla en casa para defender a mi familia», comenta. El día que las Brigadas al Qasam entraron en suelo israelí, se lo pasó frente al televisor y fue el punto de inflexión que le llevó a querer un arma. «El Ejército está demasiado ocupado, no hay suficientes policías y no quiero vivir con miedo en mi país», añade. Pero la filosofía americana es peligrosa. El reciente tiroteo en Maine que dejó 18 muertos puso de manifiesto, una vez más, el peligro de armar a los civiles. Por ello, la posibilidad de que los sectores más radicales y ultraconservadores de la sociedad israelí inicien ataques indiscriminados contra la población musulmana es un miedo que planea sobre las cabezas palestinas.

Ben Avivi, el líder del llamado equipo de seguridad ciudadana de Tel Aviv, despeja la posibilidad de que esto ocurra, ya que la amenaza de más ataques del calibre de Hamás por parte de la población civil es irreal. «Es verdad que es peligroso armar a gente loca, pero la mayoría pensamos en defender nuestras casas, nuestras familias, nuestras vidas», aclara. Las unidades las conforman voluntarios y soldados que están de permiso. El objetivo es acordar dónde vive cada uno de sus miembros, encontrar un punto de despliegue común y decidir dónde se posicionaría cada uno para impedir la expansión de un posible ataque que las fuerzas y cuerpos de seguridad de Israel no puedan atajar a tiempo. Es decir: un ejército civil con plan propio y sin estructura.

Las posibilidades de paz social e interterritorial son una ficción en el corto plazo. La guerra entre Israel y Hamás tiene muchos frentes abiertos y podría agravarse si Hezbolá se une a la contienda en caso de que se invada Gaza. Una amenaza que también cansa. «Si esto vuelve a pasar, me iré a República Dominicana. Valoro demasiado mi vida. Si quieren matarse por banderas o por ideas que lo hagan, pero que no cuenten conmigo», concluye Ben Avivi.