Tres meses de parálisis antes de un esprint de 33 días para la investidura

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

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El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recibió ayer al secretario de la Comisión Islámica en España, Mohamed Ajana (centro); al delegado de la Comisión Islámica en Madrid, Mostafá Abdeslame, a quien estrecha la mano; y al presidente de la Federación de Comunidades Judías en España, Isaac Benzaquen.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, recibió ayer al secretario de la Comisión Islámica en España, Mohamed Ajana (centro); al delegado de la Comisión Islámica en Madrid, Mostafá Abdeslame, a quien estrecha la mano; y al presidente de la Federación de Comunidades Judías en España, Isaac Benzaquen. MONCLOA / FERNANDO CALVO | EFE

Armengol aún no fijó la fecha para el intento de Sánchez en el Congreso

24 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Quedan menos de 800 horas (33 días) para que expire el plazo legal máximo que Pedro Sánchez tiene. El 27N es la fecha marcada en rojo en las agendas de todos los partidos políticos, porque si antes del mediodía no hay una investidura exitosa, se disolverán las Cortes y los españoles volverán a las urnas el 14 de enero. La cautela se ha apoderado del PSOE al comprobar que los independentistas catalanes siguen en posiciones de máximos. Pero en Ferraz y en los cuarteles generales de Sumar, Esquerra y el PNV dan por hecho que el final, aunque sea en el último minuto, como pronostica Andoni Ortúzar, será exitoso. «Es el mal menor para todos», comenta un alto cargo del PSOE que asegura desconocer el desarrollo de unas negociaciones que controla directamente Pedro Sánchez con un escueto, y discreto, equipo de colaboradores. Y todo, con el país en funciones noventa días después de los comicios del 23J.

LOS PLAZOS

El papel de Armengol. «A mí me fijó el calendario en 16 horas. Aquí, tres semanas después, seguimos sin saber cuándo irá Pedro Sánchez al Congreso», denuncia Alberto Núñez Feijoo casi a diario. EL PSOE y Sumar tienen el control absoluto de la Mesa, lo que le garantiza a la presidenta de la Cámara Baja el control del calendario conforme a las necesidades de Pedro Sánchez. El líder socialista intentará cerrar todos los síes a su investidura antes de fijar su comparecencia, pero los plazos se comprimen.

los apoyos

Bildu y el regateo de Sumar. A los 121 diputados del PSOE, Sánchez solo puede añadir con seguridad los seis de Bildu, ya comprometidos, y los 31 de Sumar, aunque la plataforma de Yolanda Díaz afronta algunas tensiones internas e intenta hacer valer su papel para no aparecer como un actor secundario en la formación de Gobierno. Ayer, el portavoz de la vicepresidenta, Ernest Urtasun, dijo que el pacto para repetir la coalición aún no estaba cerrado y que el principal escollo radicaba en la reducción de la jornada laboral. Apenas una hora antes, Nadia Calviño, cuyo futuro también es una incógnita por sus aspiraciones a presidir el Banco Europeo de Inversiones, abría la puerta a negociar también ese extremo. Fuentes del PP consideran ese tira y afloja «un paripé».

Queda por definir el papel de Podemos, cuyos cinco diputados quieren un trato diferenciado y, a ser posible, un ministerio. Pero nadie duda que no impedirán la investidura de Sánchez. De hecho, estaba previsto anunciar el nuevo acuerdo de coalición esta misma semana, aunque por el momento sigue sin fecha.

El PNV, que ya negó sus votos al PP, ahora se ha sumado a las reivindicaciones de otros socios para reclamar el reconocimiento del País Vasco como nación.

Entre los aliados de Pedro Sánchez, el voto del BNG resulta intrascendente, aunque se prevé que sea favorable. Mientras, en Esquerra se mantiene la estrategia de exprimir al máximo a los socialistas. «Nuestros votos se sudan», lanzó Gabriel Rufián tras salir de su cara a cara con Sánchez. Su apoyo al PSOE parece indiscutible, pero también esperan a sacar su recompensa para no quedarse atrás en la pugna con Junts.

la amnistía

El papel de Junts. En Waterloo, donde reside Carles Puigdemont, todo el mundo aguanta la respiración hasta comprobar el resultado de la consulta forzada por los críticos del expresidente huido para evitar apoyar la investidura de Sánchez. Todos los órdagos de Puigdemont le han salido a medias: el catalán sigue sin ser idioma oficial de la UE —y no tiene pinta de que vaya a serlo en los próximos cuatro años—, la amnistía ni siquiera se ha presentado en el Congreso, del relator el PSOE no quiere ni oír hablar y el referendo es una línea roja, al menos por ahora, en Ferraz. Así, falta por ver qué venderá a sus simpatizantes y seguidores, que no han parado de perder nichos de poder en los últimos años. Puigdemont tiene la llave, pero ya demostró ser un personaje imprevisible —y así lo ven tanto en el PSOE como en Sumar— cuando proclamó los ocho segundos de independencia. Todo el mundo esperaba una convocatoria de elecciones plebiscitaria y acabó saliendo del país en el maletero de un coche.