Sami Ashour, presidente de la Asociación Galaico Árabe Jenin: «Mi madre ha acogido en su casa de Gaza a más de 150 personas»
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Las hermanas de este palestino vecino de Santiago perdieron sus viviendas en los bombardeos y huyeron con sus niños hacia el sur
17 oct 2023 . Actualizado a las 19:51 h.Hace una semana que Sami Ashour (Gaza, 1976) no duerme en su cama. Su madre, de 75 años; sus hermanos; sus sobrinos, y hasta 55 miembros de su familia están en la Franja, bajo los bombardeos israelíes. Algunos han perdido sus casas, pero aún siguen vivos, asegura este palestino, doctor en Economía y vecino de Compostela desde hace 16 años. Él y su mujer pasan las noches enteras en el salón escuchando las últimas noticias de la televisión Al Yazira sobre esta guerra «infrahumana», que ha dejado a sus parientes sin luz ni agua ni otro plan que el de sobrevivir, y compartiendo una vivienda con 150 personas que huyen de las bombas. Este padre de familia numerosa, que trabaja en la Vicerrectoría de Política Científica de la Universidade de Santiago y preside la Asociación Galaico Árabe Jenin, solo piensa en ir, cuando se pueda, a ver a los suyos a la Franja, «si todavía existen», dice antes de que se le quiebre la voz.
—¿Dónde está su familia?
—Mi madre y mis hermanos y hermanas viven en la parte sur de la Franja, en la ciudad de Khan Younis. Dos de mis hermanas vivían en el barrio Al Rimal, en la ciudad de Gaza, pero tuvieron que huir de los bombardeos y se refugiaron en casa de mi madre, en Khan Younis. Pero somos una familia muy grande, de 55 miembros.
—¿Está en contacto con ellos?
—Permanentemente. Lo que pasa es que desde hace dos días se cortó del todo la electricidad, salvo algunos generadores privados. El problema de la electricidad no es nuevo, lo lleva controlando Israel desde hace 17 años. Todo lo que entra en la Franja es con el okey de Israel. Ahora corta el suministro de alimentos, combustible, electricidad y agua, pero ya lo controlaba antes. Si manda cerrar la frontera, Egipto cierra la frontera. Allí solo manda Israel en todo. Antes del sábado, tampoco tenían electricidad 24 horas al día. Gaza necesita 430 camiones de alimentos diarios y lo que dejaban entrar era una media de 70.
—Pero desde el sábado 7 de octubre no entra nada.
—No, y el problema es que la gente, al no tener electricidad ni poder adquisitivo, compra la comida día a día; no puede guardar un par de pollos en el congelador porque este ya no funciona.
—¿No habla con los suyos porque no tienen batería en el móvil?
—No tienen batería, pero, gracias a la ayuda de los generadores, cargan algún móvil y se encargan de decirnos que todos están bien. Perdimos algunas casas, pero es lo último que nos importa. Mi hermana me dijo que su casa está considerablemente dañada por las bombas, según le contaron sus vecinos. Fueron 4.000 toneladas de bombas y borraron ciudades del mapa. Mis tías, mi sobrina y mis hermanas perdieron sus casas.
—¿Cómo huyeron sus hermanas, en coche?
—La mayoría de la gente del norte de la Franja no huyó; siguen agarrados a sus casas; si mueren, morirán en sus casas; no se plantean marcharse. Pero familias con niños, como mi hermana, que tiene cinco, acabaron marchándose, porque los niños tenían miedo. Los pequeños vieron papeletas cayendo de los aviones que decían que si no se marchaban se iban a morir. Era una locura absoluta y decidieron huir a casa de mi madre; afortunadamente tenían adonde ir.
—Fueron todos a casa de su madre.
—Sí, mi madre ha acogido en su casa, una casa grande, a más de 150 personas, que es una barbaridad. Ha acogido a familiares, amigos y gente que nos conoce de muy lejos. Escapan de la frontera norte y vienen. Y la casa está abierta para todos. Ayer hablé con mi hermano, y me dijo que hacen turnos para dormir y para usar los baños, pero el problema es que no tienen agua. Es todo infrahumano; es la humillación absoluta; es una limpieza étnica y está identificada en leyes internacionales. Esto no empezó el sábado de los atentados de Hamás, la gente de la Franja está oprimida desde hace 75 años y aplastada desde hace 17. Esto iba a estallar. Lo que más nos indigna es que el ministro israelí de Defensa dice que somos animales. Creen que somos animales y han matado a más de mil niños. Esto nos genera una angustia que supera a cualquier ser humano.
—¿Cuál es el plan de su familia?
—No hay ningún plan. Son 55 personas y no está permitido salir de la Franja. Tengo miedo de que caiga una de estas bombas sobre la casa de mi madre y sea una masacre. No quiero ni imaginarlo; prefiero morirme antes de saberlo. Mi madre es diabética y no puede guardar la insulina en una nevera porque no hay electricidad.
—¿Qué harán cuando entre el Ejército israelí por tierra?
—Nada, no tienen ningún plan. Si les toca, les toca. Es una jaula.
—¿Sus hijos conocen Gaza?
—Dos de ellos nacieron allí, pero los cuatro acaban de pasar en Gaza los tres meses de verano; volvieron a Galicia el 5 de septiembre. Lo mejor que pueden tener mis hijos es la oportunidad de ir a Palestina y estar con la familia.
—¿Qué van a hacer los familiares que se han quedado sin casa?
—Te soy sincero: ahora solo piensan en salvar sus vidas. Huyeron con lo puesto. Yo iba a ir a principios de diciembre, porque me quedaban dos semanas de vacaciones, para estar con mi madre y los míos, y, ahora, si siguen existiendo, nada más parar la guerra, me voy para allí. Los quiero abrazar y darles ánimos.