El pueblo palestino, condenado a elegir entre verdugos israelíes o yihadistas

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

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Una familia palestina acude a un funeral en Gaza.
Una familia palestina acude a un funeral en Gaza. MOHAMMED SALEM | REUTERS

El 2023 se convierte en el año más sangriento desde la Segunda Intifada

31 ago 2024 . Actualizado a las 21:34 h.

La guerra iniciada por Hamás y continuada por Israel ha puesto de manifiesto que el pueblo palestino carece de líderes que aboguen por su supervivencia. El atentado del movimiento yihadista respondió a una elevada situación de violencia israelí sobre civiles en Cisjordania y, ahora, cerca de dos millones de personas en Gaza afrontan un futuro incierto ante la contundencia de una invasión israelí en la Franja. Todo ello con el precedente de este año de haber sido el más sangriento desde la Segunda Intifada fuera de un contexto de guerra oficial.

La violencia física despuntó a lo largo del año y, antes del estallido del conflicto a causa del atentado de Hamás, habían muerto 250 civiles palestinos. Ayer, la Oficina Humanitaria de Naciones Unidas contabilizó otros 56, incluidos 13 menores de edad. Cinco de los muertos, además, fueron asesinados por colonos. Todos ellos en Cisjordania, territorio que cada vez se ve más mermado por la colonización israelí.

Según Peace Now, Israel había construido en tan solo siete meses, de enero a julio, 12.855 casas en territorios ocupados. La ONU cifra ya en 700.000 los habitantes de asentamientos ilegales y reconoce la existencia de 279 de estos campamentos o cúmulos de casas prefabricadas desde Yenín hasta Hebrón, donde acontecen los enfrentamientos entre colonos y las Fuerzas de Defensa israelíes contra la población civil árabe no israelí.

Estos casos se extendieron también a Jerusalén este, de soberanía palestina, donde Amnistía Internacional ha documentado que un 35 % de las propiedades de árabes, musulmanes y cristianos, han sido expropiadas por el Estado israelí. El ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, enunció los motivos el pasado junio: «Tenemos que colonizar la tierra de Israel y al mismo tiempo lanzar una campaña militar, volar edificios y asesinar terroristas. No uno o dos, sino docenas, cientos o, si es necesario, miles».

Del «apartheid» a la guerra

Dicha escalada de violencia, la toma de tierras, la negación a los palestinos a adquirir nuevas por no ser judíos y la degradación de los árabes a ciudadanos de segunda clase tras la aprobación del estatus por el que Israel se consagró como «Estado judío», dispararon las acusaciones de que Israel es un «Estado de apartheid», puesto que todos estos hechos vulneran el Derecho Internacional Humanitario. No solo entre civiles y aliados de la causa palestina, sino entre figuras eminentes como Tamir Pardo, exdirector del Mossad, o Shlomo Ben Ami, exministro de Exteriores.

Estas acusaciones han servido de combustible para las posturas más radicales de los otros verdugos: Hamás, Hezbolá, Yihad Islámica y otros grupos yihadistas que operan alrededor de Israel. El padre de la internacionalización de la yihad, el palestino Abdulá Azzam, ya sentó las bases del terrorismo como vía para «liberar el territorio [palestino, en referencia a que Israel es una potencia ocupante del mismo] y expulsar de él a los cruzados [figura recurrente de la propaganda yihadista para referirse a que Israel recibe apoyo de países cristianos]» en 1989. La retórica de Azzam fue aceptada por la totalidad de los grupos yihadistas internacionales, aunque los civiles palestinos en su mayoría no simpatizan actualmente con ellos, puesto que sus acciones propician la muerte de cientos de inocentes y el disentimiento con ellos o el espionaje para Israel se castiga con la muerte.

Pero Hamás no tiene oposición política. El movimiento Fatah, que gobierna en los territorios palestinos, no siempre ha condenado las acciones de Israel, y ello ha supuesto su desprecio por los civiles de Gaza y Cisjordania y una oportunidad para que Hamás saque músculo como «única fuerza» para defender a los civiles y que las agresiones hacia ellos no «queden impunes». El repunte de violencia israelí llevó esta lectura a niveles extremos.

Por tanto, la seguridad del pueblo palestino es inexistente y, para los gazatíes, supondrá un mazazo. Khaled Meshaal, dirigente del movimiento encargado de la diáspora palestina afincado en Catar, tampoco arrojó expectativas de paz en su último mensaje: «A todos los eruditos que enseñan la yihad... a todos los que enseñan y aprenden, este es un momento para aplicar la teoría».