Un debate tan atípico como devaluado

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

ACTUALIDAD · Exclusivo suscriptores

Alberto Núñez Feijoo, candidato popular a la investidura
Alberto Núñez Feijoo, candidato popular a la investidura Kiko Huesca | EFE

27 sep 2023 . Actualizado a las 10:39 h.

Enmudeció la claque popular y Feijoo se quedó lívido al observar que era Óscar Puente, en vez de Pedro Sánchez, quien subía a la tribuna a darle la réplica y «ridiculizar la farsa de la investidura». El candidato acusó el golpe de efecto y lo calificó de «enorme descortesía». «Se le ve dolido», advirtió con sorna Abascal. No era para menos. El desplante de Sánchez, imitado después por la líder de Sumar, rebajaba al mínimo la enjundia de un debate tan atípico como devaluado desde antes del inicio.

Era atípico a la vista de los antecedentes. Todos los candidatos anteriores a la investidura, con la única excepción de Pedro Sánchez en 2016, la superaron. Llegaron con los deberes hechos y los votos amarrados, expusieron sus programas de gobierno y se fueron a la Moncloa. Esta vez todo resulta distinto y disparatado. El empecinamiento de Feijoo en presentarse a una investidura imposible roza el fraude de ley: el candidato asume su derrota, se erige en líder de la oposición y reconvierte la sesión de investidura en una moción de censura. El candidato afrontaba un problema de enfoque: ¿hacia quién dirigir la censura? ¿Hacia un presidente que ni siquiera es aún candidato o hacia un Gobierno del pasado que ya ha sido juzgado por las urnas? Feijoo, en medio del dilema planteado por el verso de Quevedo: «Ayer se fue; mañana no ha llegado», optó por disparar en ambas direcciones: hacia el pasado que ya pasó y el futuro que se presupone.

En la primera parte de su discurso viajó al futuro presentido: arremetió contra la amnistía, o fórmulas «equivalentes y análogas», que quiebran el principio de igualdad y la división de poderes. Y fue aquí, en este apartado, donde el candidato insertó el sofisma que sus allegados presentaron como idea fuerza del discurso: «Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno, pero no acepto pagar el precio [la amnistía] que me exigen para serlo». Feijoo sigue sin asumir que su problema de aislamiento lo genera la toxicidad de la extrema derecha: no le faltan los votos del PNV o de Junts, le sobran los 33 de Vox.

El discurso se internó después en el túnel del tiempo. Con el pretexto de explicar los seis pactos de Estado que propone, Feijoo saldó cuentas pendientes como si no hubiera habido quita electoral y nos devolvió a la campaña electoral de julio. «España sigue siendo líder de desempleo en Europa y su Gobierno ha beneficiado a más de 1.200 agresores por la ley del solo sí es sí». «El PP nunca congeló las pensiones, como sí hizo el PSOE». La moción de censura que no se atrevió a presentar en su momento, revivida después de que las urnas hayan hablado.

Feijoo ejerció como líder de la oposición y no como candidato a la investidura. Para que la farsa fuese completa, solo precisaba el concurso de Sánchez en el papel de presidente que se enfrenta a una moción de censura. No cayó el socialista en la trampa y tuvo la ocurrencia de delegar en el ex alcalde de Valladolid —«de vencedor a vencedor, señor Feijoo»—, a quien el pacto PP-Vox había mandado a la oposición en su ciudad.