Estaba claro que, antes o después, el asunto del grano ucraniano en Europa iba a traer problemas con algunos países, incluso son los mejores amigos de Ucrania. Lo que no se esperaba es que la retórica llegase a ser tan incendiaria, con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski acusando a Polonia de insolidaridad y Polonia amenazando con cortar a Kiev su suministro de armas. Si la pregunta es si esto romperá a la alianza frente a Moscú, la respuesta es que no, pero a corto plazo es un bache preocupante.
El asunto del grano es simple. Cuando Rusia bloqueó la salida de las exportaciones ucranianas por el mar Negro se hizo inevitable trasladarlo por tren a través de Europa, es decir a través de Polonia, cuyos ferrocarriles tienen el mismo ancho de vía que los ucranianos. Mientras esto se presentó como una solución provisional la cosa fue yendo, pero los sucesivos fracasos de la diplomacia a la hora de volver a abrir el mar Negro al tráfico marítimo hacen pensar que lo que iba a ser provisional se volverá permanente. Ucrania necesita los ingresos de esas exportaciones y el mundo necesita el grano ucraniano. El problema está en que Polonia tiene también un millón de campesinos, sobre todo en el este del país, que se sienten perjudicados por estas exportaciones. Polonia, y otros países afectados (Hungría, Eslovaquia) pidieron en su momento una solución a la UE y esta solo ha podido ofrecer un parche de unos meses: el envío del grano ucraniano directamente al exterior a través del puerto de Gdansk. Pero es imposible evitar su venta también en Europa. De hecho, la UE acaba de abandonar esta medida que va en contra de su tratado de cooperación con Ucrania. La respuesta polaca ha sido un embargo provisional de armas a ucrania, una medida peligrosa porque mezcla el conflicto económico con la alianza militar.
Se entienden tanto la indignación de Ucrania como la de Polonia, que esperaban, respectivamente, más solidaridad y más gratitud. Ucrania está sosteniendo el pulso a Rusia. Y Polonia es, con diferencia, el país que más ha ayudado a Ucrania tanto en el terreno militar (en relación a su tamaño) como en el humanitario, llegado a alojar más de nueve millones de refugiados, de los que sigue albergando a más de millón y medio. La UE, por su parte, espera que el enfado de los polacos en este asunto sea transitorio. El 15 de octubre hay elecciones allí y la extrema derecha intenta arrebatar con este asunto el voto campesino al gobernante Ley y Justicia (PiS). Una vez pasen las elecciones, quizá Polonia vuelva a aceptar alguna clase de arreglo. Siempre y cuando la caída de voto del PiS no le obligue a un gobierno de coalición de la extrema derecha, lo que supondría más quebraderos de cabeza para Bruselas. Y también para Kiev, puesto que esa extrema derecha es menos combativa con Rusia.
De paso, algo más ha quedado en evidencia de manera tangencial: las enormes dificultades que supondría el hipotético ingreso de Ucrania en la UE, del que se sigue hablando de vez en cuando sin demasiado convencimiento
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