Portugal reinicia el curso político con Costa y Rebelo más separados que nunca

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

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Protesta de la plataforma Huelga Climática Estudiantil, el jueves, en el recinto donde se celebraba el Consejo de Ministros.
Protesta de la plataforma Huelga Climática Estudiantil, el jueves, en el recinto donde se celebraba el Consejo de Ministros. MIGUEL A. LOPES | EFE

La moción de censura del partido de extrema derecha Chega, abocada al fracaso, reabre la sesión del Parlamento

16 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La ultraderecha brindó ayer una amarga bienvenida al Gobierno de António Costa en la reanudación del curso político. Fue en forma de moción de censura. «Entendemos que hay una acumulación de situaciones […] que piden que el año político comience con una censura firme», dijo André Ventura, líder de Chega, que también acusó de «tibieza y laxitud» al PSD —partido centroderechista líder de la oposición—, que no apoyará la moción.

El debate parlamentario quedó agendado para la próxima semana y, aun sin el menor viso de prosperar, no deja de ser una forma simbólica de retomar las hostilidades entre Gobierno, oposición y presidencia de la República, que habían quedado suspendidas antes del parón de agosto.

Literalmente suspendidas: a finales de julio, el presidente luso, Marcelo Rebelo de Sousa, convocó al Consejo de Estado solo un día después del debate sobre la situación del país en el que se enfrentaron todas las partes. Es decir, quería tener la última palabra, pero se quedó, más bien, con ella en la boca: el primer ministro António Costa, allí presente, abandonó la reunión para coger un vuelo a Nueva Zelanda. Se retomó la sesión a inicios de septiembre y, tras las críticas de Rebelo de Sousa sobre el curso general de la nación, Costa volvió a optar por el silencio. Una manera peculiar, y para algunos despectiva, de dar por cerrado el tema (eso sí, la más explícita para remarcar la tensión entre ambos). Sin la réplica vehemente que cabía esperar, De Sousa no pudo culminar sus críticas a la gestión del Gobierno, la cual lleva desaprobando públicamente desde abril.

Una guerra frontal

Precisamente desde abril, la guerra entre ambos es frontal. El presidente, de corte conservador, prometió someter a un «escrutinio» mucho más minucioso al Ejecutivo, y ya acumula varios vetos a iniciativas aprobadas en el Parlamento —con mayoría absoluta socialista— .Es el caso de su mayor plan de vivienda, muy controvertido, que preveía el alquiler forzoso de casas desocupadas, pero fue vetado en agosto. Con la nueva votación de este texto se estrenará la actividad parlamentaria y se intentará resolver una de las mayores crisis del país.

La otra también regresa, con la vuelta a las aulas: los profesores ya han retomado sus huelgas y protestas, pendientes de un decreto clave para que se reconozcan sus más de seis años de servicio congelados durante la crisis. Un diploma que, tras haber sido vetado, Marcelo aprobó con una condición clave: que el Ejecutivo retome con los sindicatos unas negociaciones que continúa evitando. El último gran frente se encuentra en los hospitales, con una sanidad que pide a gritos cuidados intensivos.

No sin acritud, Costa se definió ante Rebelo como alguien que «hace en vez de comentar». Desde luego, tiene mucho por hacer, pues a estos frentes externos se suma el más conflictivo: la gestión interna de su propio Gobierno. De ahí surgen sus principales males y críticas. Las encuestas indican que la ciudadanía no quiere elecciones, pero sí una remodelación profunda del Ejecutivo. Esto sería dar el brazo a torcer en el pulso de autoridad entre primer ministro y presidente, que marca esta vuelta a las aulas —por cierto, también sin profesores que pongan orden—. Las elecciones de Madeira y las europeas serán los primeros indicadores de lo acertado o erróneo de la decisión.