Tania de Saro: «Pasamos una noche en la piscina y otra en el aeropuerto. Esta dormiremos, por fin, en casa»
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La carballiñesa y su familia vivieron el terremoto en un hotel de Marrakech
11 sep 2023 . Actualizado a las 10:05 h.Estaban en la habitación del hotel cuando la tierra comenzó a temblar. «Sentimos que comenzaba a moverse todo y comencé a chillar. Mi marido cogió al niño pequeño, que estaba durmiendo, e intentamos meternos debajo de la cama, pero tenía como una madera y no se podía. Nos quedarnos debajo de los marcos de la puerta hasta que paró». Así recuerda la carballiñesa Tania de Saro lo vivido junto a su familia en el terremoto de Marruecos. Habla de camino a casa tras los días más duros de su vida en las que eran sus vacaciones más especiales, porque su hijo mayor se va a la universidad. Así que decidieron viajar juntos a Nueva York y rematar en Marrakech a descansar. «Caray, quién me lo iba a decir», exclama. Sin duda se quedará para siempre en el recuerdo, pero no en el lado de los buenos. Cuando terminó el temblor se calzaron y bajaron a la piscina. Pasaron la noche en las hamacas, como el resto de los huéspedes del hotel. Porque aunque no se derrumbó, sí sufrió desperfectos. «Se cayeron lámparas, se rompieron algunos cristales», relata. Así que era más seguro quedarse en el exterior.
Su marido sí entró de nuevo a la habitación, para coger unas mantas y los pasaportes. «Había rocío y con la humedad de la piscina hacía frio», cuenta Tania, que no tiene más que palabras de agradecimiento para el hotel. «Nos dieron de todo: cojines, incluso manteles para taparnos, todo lo que había». Ya a salvo, llamó a su hermana para contarle lo que había pasado y decirle que estaban bien. Como a esas horas sus padres estarían durmiendo, esperó a primera hora para avisarles de lo ocurrido. Su familia comenzó de inmediato a buscar vuelos para que pudiesen abandonar Marruecos. «Teníamos a cuatro personas mirando todas las alternativas para volver. Buscamos a través de Lyon o incluso cogiendo un coche para poder cruzar en ferry a Ceuta, porque lo que quieres es salir de allí, pero no había nada», relata. No les quedó otra que esperar al vuelo que tenían previamente contratado. Pasaron todo el sábado en la piscina, con el resto de familias españolas, con las que hicieron piña. «Así te sientes más arropada», relata. Había otros gallegos y también gente de Cantabria, Málaga y Cataluña. Todos intentando adelantar sus vuelos, pero ninguno lo consiguió.
Anoche se fueron al aeropuerto. «En el camino era todo gente durmiendo en la calle, miles de personas. Esa imagen es muy dura», relata. Para ellos la pesadilla se acabó. Llegaron unas diez horas antes de que saliera su vuelo, pero un familiar les había dicho que era más seguro estar allí que en la ciudad, así que no se lo pensaron. No fue una noche fácil, sino más bien todo lo contrario. «Intentaba dormir, pero con las vibraciones de los aviones...», explica Tania en referencia a que despertaban de nuevo los recuerdos de la noche anterior, cuando todo se movía. Tampoco su marido ni sus hijos pudieron apenas pegar ojo. El pequeño, de 13 años, le decía a su madre: «Si duermo, sueño con terremotos». «Es complicado, nunca había vivido nada igual. Ver cómo se mueven las paredes, cómo se mueve todo, es una impresión horrible. pero ya pasó», relata. Echando la vista atrás, cita el zoco y la medina, dos enclaves turísticos de la ciudad en los que habían estado el día antes y que quedaron seriamente dañados durante el terremoto.
Mantiene el contacto con el resto de familias españolas. Algunas salieron unas horas después que ellos rumbo a la península, pero a otros todavía les toca esperar a mañana o incluso pasado para poder volver. «Como fuimos los primeros en marchar, les fuimos informando: cómo estaba el aeropuerto, al salir, al aterrizar; y ellos harán lo mismo», señala. Tania se reconoce feliz de estar de vuelta. «Nunca me alegré tanto de que se acabaran unas vacaciones. Pasamos una noche en la piscina y otra en el aeropuerto. Esta dormiremos, por fin, en casa», dice con alivio. «Mi familia y mis amigos estuvieron todo el tiempo pendientes. Estos dos días yo no respiré, pero ellos tampoco», resume sobre lo vivido.