La memoria de un guardia civil asesinado por ETA: «Nadie nos ha pedido nunca perdón»
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Aurelio Salgueiro, de Monforte, fue tiroteado en Mondragón hace justo 45 años, dejando viuda y siete hijos. La segunda de ellos rememora aquel suceso
29 ago 2023 . Actualizado a las 13:05 h.Hace 45 años, el 28 de agosto de 1978, murió asesinado en Mondragón, en un atentado de ETA, el monfortino Aurelio Salgueiro López. Cabo primero de la Guardia Civil, estaba destinado en este municipio guipuzcoano. Tenía 46 años, estaba casado y era padre de siete hijos. Uno de ellos, que contaba 14 años, vio cómo su padre era tiroteado en plena calle cuando regresaba a la casa cuartel vestido de paisano, después de haber ido a recoger correspondencia en la oficina de Correos. Antes, había ido al banco a sacar dinero para prestárselo a la mujer de un compañero. «Estuvo tirado en el suelo más de diez minutos sin que nadie hiciese nada por él», recuerda una de sus hijas, Esther Salgueiro Vázquez. «Sigue siendo doloroso, pero a día de hoy puedo hablar de aquello», añade.
La familia había llegado a Mondragón ocho años antes, en agosto de 1970. Tras superar el curso de preparación para cabo, Aurelio Salgueiro López —natural de la parroquia monfortina de Santa Lucía de Guntín—, fue asignado al cuartel de esta localidad como destino forzoso. Su mujer, Sabina Vázquez Rodríguez, procedía de Marcelle, otra parroquia de Monforte. Sus hijos habían nacido en los distintos lugares donde había estado destinado con anterioridad. «Cuando llegamos a Mondragón, yo tenía ocho años, y allí fui feliz hasta que tuve doce», recuerda Esther. En diciembre de 1974 fueron asesinados los primeros dos agentes del cuartel. «Fue algo terrible, porque todos los que vivíamos en la casa cuartel éramos como una sola familia, y desde entonces crecí con el miedo de que iban a asesinar a mi padre», dice. Durante los siguientes años, hubo más atentados mortales contra el cuartel de Mondragón. «Además, como les pasó a otros, sufrí rechazo en el colegio solo por ser hija de un guardia civil, y fuera de clase no conocía prácticamente a nadie», agrega.
Vuelta a Galicia
Antes del atentado que le costó la vida, a Aurelio Salgueiro le habían anunciado que sería ascendido a sargento, ya que había superado las pruebas necesarias para ello. Con el ascenso, podía escoger su siguiente destino y el que había elegido era A Coruña. «Ese día subió a casa muy contento a decirnos que nos marchábamos», dice Esther. En julio ya había buscado en A Coruña un piso para instalarse con su familia. Cuando fue asesinado, faltaban cinco días para que su hija más joven cumpliese su primer año.
Dos días después, el 30 de agosto, Aurelio Salgueiro recibió sepultura en su parroquia natal. La Guardia Civil organizó de inmediato el traslado de su viuda y sus hijos, que no volvieron a vivir en Mondragón. «Mi madre nos dejó decidir a mi hermano mayor a y mí el lugar al que iríamos —explica Esther Salgueiro—, y yo dije que a Avilés». En esta ciudad asturiana vivían varios hermanos de Sabina Vázquez. Al principio, los hijos quedaron repartidos en diferentes casas de sus parientes.
Esther Salgueiro dice que su familia —además del sufrimiento causado por la pérdida de su padre— se vio en los siguientes años en una situación de «abandono brutal». Siguiendo el consejo de la viuda de otro guardia civil del cuartel de Mondragón, el hermano mayor se puso a buscar trabajo. «Mi hermano había terminado ya el primer curso de Ciencias Empresariales y trabajaba al mismo tiempo en una filial de Fagor, pero dejó los estudios para dedicar todo su tiempo a trabajar para sostenernos, y nunca se quejó por ello», dice. Con 16 años, Esther —la segunda de los hermanos— también quiso buscar trabajo, pero su madre le dijo que la mejor manera de ayudar a la familia era seguir estudiando.
«Ni odio ni rencor»
«Nos destrozaron la vida a todos, pero salimos adelante gracias al valor y la fortaleza de mi madre, que prácticamente no había podido ir al colegio, pero era una mujer muy inteligente», añade.
Al cabo de todo este tiempo, Esther Salgueiro dice que no olvida ni perdona lo que le ocurrió a su familia. «No puedo perdonar, y además hasta ahora nadie nos ha pedido perdón, pero al mismo tiempo no quiero guardar rencor ni odio, que fue lo que nos enseñó mi madre», dice. «Debemos recordar lo que nos pasó para que esa tragedia que vivimos durante tantos años no vuelva a pasar, para resaltar la importancia de la convivencia y del respeto a los demás», concluye esta víctima de terrorismo.
«Su mayor preocupación era que sus hijos pudiesen estudiar»
La mayor preocupación de Aurelio Salgueiro —según recuerda su hija— «era que todos sus hijos pudiésemos estudiar, algo que él no pudo hacer por las circunstancia de la vida en esa época». Al terminar sus estudios de COU (aquel curso de orientación universitaria), Esther Salgueiro quiso ingresar en la Guardia Civil, pero la disuadieron de hacerlo, ya que por entonces era casi imposible. «Sigue siendo la profesión que más admiro», dice. En vez de ello, estudió Farmacia en la Universidade de Santiago. Ahora reside en Oviedo, donde es profesora de Farmacología.
Los hijos de Aurelio Salgueiro viven repartidos por diversos lugares, pero siguen manteniendo un fuerte vínculo con Monforte, y, cuando pueden, se reúnen en la casa de su familia materna, situada en Marcelle. En el cementerio parroquial de Santa Lucía de Guntín reposan los restos de su padre, y también los de su madre, que falleció a causa del ELA cuando tenía 65 años de edad.