Ellas se atrevieron a estudiar chino con más de 50 años

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Yolanda Sierra, colombiana de 56 años que está aprendiendo chino
Yolanda Sierra, colombiana de 56 años que está aprendiendo chino ALBA IGLESIAS

Tres mujeres y un reto. Sopladas las 55 velas, Yolanda, Mena y María José se enfrentaron con éxito a los caracteres orientales gracias a su pasión y la de sus profesores

29 ago 2023 . Actualizado a las 09:14 h.

«Cuando se lo digo a la gente de mi entorno, alucina», cuenta Mena Brá. Y no es para menos. A sus 55 años, esta vecina de Oleiros se apuntó a clases de chino en la Escuela de Idiomas de A Coruña. Se matriculó y aprendió. Y no es la única. Yolanda Sierra, colombiana de nacimiento, pero «galleguiña de corazón», también lo hizo. Y en edad les gana María José Hermo, de A Coruña, que no tuvo miedo a la hora de atreverse con los caracteres orientales a sus 57 y permaneció en la escuela hasta terminar la formación, con 65 años. Aunque, si fuese por ella, se quedaría más tiempo, «como percebe del Roncudo».

¿Qué las animó a volver a las aulas? Las condiciones que nunca antes se dieron para hacer algo que siempre habían querido: «Toda la vida me interesó la cultura, me prejubilé y tenía más tiempo, así que dije: ‘¿Por qué no?'», cuenta María José. «Desde siempre me encanta la geografía, ¡y ya de pequeña me ponía los típicos palillos en el pelo!», recuerda Mena, a la hora de apuntar el origen de su pasión por todo lo relacionado con el país asiático. A Yolanda siempre le gustaron los retos, y cuando pudo enfrentarse a este no lo dudó: «En mi país es inconcebible hacer algo así, porque aprender idiomas es muy caro. Me pareció una oportunidad increíble». «Llevaba años sin estudiar y ya no recordaba la ilusión que da volverse a sentar en un pupitre, delante de una pizarra», añade esta alumna que este año empieza el segundo curso.

Con esa ilusión de la que habla Yolanda y sin tener ni idea de chino, las tres comenzaron un viaje lento, pero, insisten, no difícil: «Eso es un mito. Hay mucho miedo a lo desconocido, pero el problema no es la dificultad», argumenta Yolanda. Eso sí, es un proceso en el que no hay lugar para las prisas: «Hay que ir poco a poco. El primer año no sales hablando a la perfección, pero eso pasa también en otros idiomas», defiende Mena que en septiembre empieza segundo. La clave, explica María José, es afrontarlo con decisión: «Todo es intentarlo, no hay que tenerle miedo. Así se hace mucho más llevadero y satisfactorio».

Y es que, pese al esfuerzo, aseguran que es una actividad que aporta mucho más de lo que resta, apta para todos los públicos y recomendable a cualquier edad: «Los años no son una barrera. En clase había gente de todas las edades», argumenta Yolanda. «Es más, creo que es muy positivo, porque es importante tener siempre una motivación, algo por lo que levantarte. Además de aportar conocimientos, te hace ver la vida de otra manera», añade. Se suma María José Hermo: «Desde siempre yo voy a varias actividades y chino es la que me da satisfacción a nivel personal. Te obliga a superarte, no es como una clase de zumba, que, si no te sale el baile, pues no te salió y punto».

Mena Brá, de 55 años, es una vecina de Oleiros, A Coruña, que está aprendiendo chino
Mena Brá, de 55 años, es una vecina de Oleiros, A Coruña, que está aprendiendo chino MIGUEL MIRAMONTES

Por su parte, Mena también es toda una experta en lo que a actividades se refiere, pues sus aventuras van desde la cerámica hasta la música: «¡Hay que aprovechar y hay que aprender cosas!», defiende. Pero además del conocimiento y la satisfacción personal, a ella lo que le gusta es una buena conversación, e incluso no descarta animarse con una nueva lengua en un futuro: «Soy una persona muy habladora y me encanta conocer gente. Entonces, cualquier idioma siempre es algo de utilidad para comunicarme».

Las tres lo tienen claro: «La ilusión compensa el sacrificio». «Repetiría sin dudarlo», sentencia Yolanda . «Hay que tener fuerza de voluntad, pero da mucha alegría levantarse y pensar que hoy vas a aprender algo nuevo, que vas a ver a tus compañeros y lo vas a pasar bien», añade.

¿LAS CLASES? UNA FIESTA

¿Cómo consiguen dominar un idioma que se parece al español entre poco y nada? Además del entusiasmo y el esfuerzo, aseguran que el mérito no es solo suyo y las tres tienen claro cuál es el secreto de su éxito: el compromiso de quienes les enseñan, que consiguen hacer irrisorio cualquier obstáculo. «Los profesores se vuelcan muchísimo con nosotros y acabamos siendo todos como una pequeña familia», asegura María José. Se suma Yolanda: «No solo les preocupan que aprobemos, sino que se esfuerzan mucho en fomentar nuestro interés y, sobre todo, en que realmente aprendamos».

«Son conscientes de que el idioma no tiene nada que ver con el nuestro, pero ellos tienen técnicas para que sea sencillo», cuenta Mena, quien, reconoce, estaba convencida de que sería incapaz de decir una sola palabra, pero que se sorprendió a sí misma: «Los profesores lo hacen todo fácil, de forma que, sin darte cuenta, aprendes». Ante las dificultades, incluso tuvo dudas sobre si continuar o no con las clases: «Ya de por sí el primer año es cuando realmente te llevas el impacto con el idioma, y además después de Navidad, sube un poco el nivel. Ahí todos nos agobiamos un poco y dijimos: ‘¡Madre mía, en dónde me he metido!'», relata. Pero esas dudas se disiparon en un abrir y cerrar de ojos gracias a la labor de sus docentes: «Ves que los maestros tienen tanta dedicación y que les gusta tanto que sus alumnos aprendan, que te animan a seguir».

Se trata de un departamento en el que la implicación va más allá, aseguran sus alumnas, de lo estrictamente académico: «Nos daban clases a mayores por las tardes, como clases particulares, les podíamos mandar wasaps con cualquier duda y nos los contestaban siempre», cuenta Mena.

En las sesiones, los alumnos no aprenden solo una lengua, sino toda una cultura: «Más que un idioma, ¡es toda una experiencia! Nos lo pasamos genial y las clases son de lo más divertidas», asegura María José. «Yo ya no me atrevo a ir tanto tiempo en avión —añade—, y es una forma de sentirme cerca de un país tan lejano como China». ¿Cómo es posible? «Tenemos nuestras fiestas, celebramos el año nuevo chino, la fiesta de la primavera, hacíamos intercambios, excursiones, visitábamos exposiciones...», recuerda María José. Tampoco faltan las representaciones teatrales y las salidas culturales: «Estuvimos en las exposiciones de fotos de Steven Meisel y Peter Lindbergh y después preparamos una redacción en chino», relata esta alumna. Hasta se tienen echado algún baile entre lección y lección: «Para animarnos, al empezar la clase los profesores ponían música en chino y hacíamos coreografías».