Cincuenta años de hip hop, una historia de éxito planetario

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

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Los raperos Joseph Simmons (derecha) y Darryl McDaniels, del grupo Run DMC, en el concierto celebratorio del cincuenta aniversario del hip hop en el estadio de los Yankees, en el barrio neoyorquino del Bronx.
Los raperos Joseph Simmons (derecha) y Darryl McDaniels, del grupo Run DMC, en el concierto celebratorio del cincuenta aniversario del hip hop en el estadio de los Yankees, en el barrio neoyorquino del Bronx. EDUARDO MUNOZ | REUTERS

Desde su origen contracultural en los años 70, se ha expandido globalmente para transformar la música, el arte y la moda

20 ago 2023 . Actualizado a las 09:42 h.

Toda cultura necesita un mito fundacional y el hip hop no es una excepción. El consenso ha querido fijar la noche del 11 de agosto de 1973, cuando un tal Clive Campbell, inmigrante jamaicano en el Bronx neoyorquino, fue requerido por su hermana pequeña para pinchar música en una fiesta de barrio, como el inicio de un movimiento que ha transformado la música, el arte y la moda a una escala planetaria.

Aquella noche, Campbell, que entraría en la historia como DJ Kool Herc, puso a la gente a bailar gracias a una técnica con la que llevaba tiempo experimentando: la misma canción en dos vinilos —en este caso, de James Brown—, con los que creó un bucle a partir de la repetición de la misma secuencia de compases instrumentales, alternándolos de plato a plato. Conocido como breakbeat, este patrón rítmico se convirtió en la espina dorsal de una nueva forma de hacer música y en el soporte idóneo para que un vocalista desgranase su monólogo rimado: a eso se le llamó rap. Junto a un baile —break dance—, un arte —graffiti— y una estética e indumentaria propias, el conjunto recibió el nombre de hip hop.

En los 70 Nueva York era una ciudad al borde de la bancarrota y del colapso colectivo. No es casual que aquella depauperación alumbrase dos revoluciones culturales, el punk y el hip hop. Los edificios en ruinas fueron un vivero de experimentación musical, los grafiteros podían pintar —casi— a sus anchas en la desvalida red del metro y los jóvenes encontraban en sus piques de baile en la calle o la pista una alternativa pacífica a la omnipresente violencia de bandas y el trapicheo de drogas. Durante unos años, el gueto que lo hizo posible encerró también al hip hop. Pero, en cuanto salió de sus confines, se propagó globalmente con una velocidad solo equiparable a su influencia. 

Preeminencia

Lejos de ser la moda pasajera con la que no pocos lo sentenciaron, ahora que cumple 50 años no hay duda de que el hip hop ha demostrado con creces su preeminencia cultural. El rap se ha reinventado y transformado incontables veces, un proceso en el que ha influido en la interpretación y la producción —con el sampleo a la cabeza— y en otros géneros musicales —jazz, reggae, rock, electrónica—, además de reivindicarse la paternidad de otros, del trap al grime. El break dance se estrena como deporte olímpico en París 2024. Banksy se cotiza a precios astronómicos y las icónicas figuras de Keith Haring ilustran prendas de reconocidas marcas, apenas un pequeño ejemplo de la inspiración que diseñadores y pasarelas han encontrado en el hip hop.

Para el profesor universitario Francisco Reyes, director del espacio televisivo de referencia sobre hip hop, Ritmo urbano —91 programas y siete temporadas en La 2—, y comisario de la exposición del Museo Nacional de Antropología Todo empezó en 1984 —más de 40.000 visitas— sobre su historia en España, hay varias claves que apuntalan la influencia del movimiento. «El hip hop sigue siendo underground», argumenta. Hay superestrellas millonarias, pero también hay chavales en el parque rapeando al ritmo de sus palmas: «Eso cuesta cero euros y, en el fondo, el rap del parque y del escenario son el mismo, por lo que puede hacerlo tanto un artista consolidado como un chaval de Vallecas».

Ese «corazón puro» del hip hop es lo que le ha permitido no anquilosarse y renovarse, a la vez que actúa como un imán de la industria en permanente búsqueda de «autenticidad»: «Banksy funciona como una agencia de publicidad en la que el arte es casi lo de menos, porque su atractivo reside en la ilegalidad». Y esa pureza se vincula, también, a las habilidades de inventiva, sorpresa e inocencia que tradicionalmente se asocian con la infancia; no en vano el hip hop, en sus orígenes, fue desarrollado por adolescentes —incluso niños— y ha mantenido su capacidad para no perder esa esencia. El propio Reyes parece confirmarlo cuando recuerda la llegada del hip hop a España a comienzos de los 80. «En Estados Unidos se fueron ensamblando las piezas de forma natural, pero aquí llegó todo junto: break, graffiti, rap... el paquete nos lo dieron ya hecho y lo disfrutamos como niños. No diré que el hip hop me salvase la vida, pero sin duda me la cambió. Fue una explosión de color en aquella España gris y nos convertimos en los más modernos».

Un movimiento con vocación de totalidad que es un estilo de vida

Una de las claves de la perdurabilidad del hip hop ha sido su vocación de totalidad: música, baile, arte y estética acabaron por confluir para crear un estilo de vida que integra todas las facetas. Quizá en origen algunas de estas manifestaciones no mantenían vínculos estrechos, como el rap y el graffiti, pero a partir de la eclosión global del movimiento han seguido caminos paralelos y se han retroalimentado. 

Rap

Un estilo global. Aunque cuenta con diversos precedentes, el mundo conoció el rap a partir de 1979 con el éxito Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang. Desde entonces, ha experimentado una evolución constante, ha influido prácticamente todos los géneros musicales y ha contribuido a desarrollar otros nuevos. También ha promovido la figura del DJ hasta convertirlo en un icono cultural del siglo XXI. 

«Break dance»

De la calle a las Olimpiadas. El hip hop es, en última instancia, música de baile, y su baile por excelencia es el break dance. Lo que nació como una fusión orgánica de bailes diversos junto a capoeira, kung fu gimnasia ha acabado por convertirse en una disciplina reglamentada que se estrenará como deporte olímpico en París 2024, para pasmo de aquellos chavales que trataban de imitar a los neoyorquinos Rock Steady Crew sobre un sintasol resbaladizo de aplicarle capas y capas de Pronto: el break dance fue el caballo de Troya que metió el hip hop en la España de los 80. 

Graffiti

Del metro al muralismo. Los neoyorquinos llevaban unos años viendo graffiti en el transporte subterráneo cuando el documental de Henry Chalfant Style Wars (1983) y su libro con Martha Cooper Subway Art lo llevaron hasta el último rincón del planeta. Hoy en día convive en su primigenia expresión ilegal con el muralismo autorizado o nuevas manifestaciones como el stencil o los adhesivos, mientras la etiqueta «arte urbano» busca englobarlo todo. 

Estética y moda

Estilo y actitud. La indumentaria del hip hop es otra historia de cambio. De las Gorras Kangol y deportivas con cordones anchos se pasó a las cadenas de oro y, de estas, a los medallones afrocéntricos... y de aquí a infinidad de incorporaciones y detalles. Adidas, Ralph Lauren —los LoHeads— y Tommy Hilfiger ganaron con el hip hop, y los artistas crearon sus propias marcas, de Yeezy y Rocawear a Bronco Estilo.

Sokram (dereita) e Mou, compoñentes de Dios Ke Te Crew, ante un dos murais de DesOrdes Creativas.
Sokram (dereita) e Mou, compoñentes de Dios Ke Te Crew, ante un dos murais de DesOrdes Creativas. PICADO

Sokram, de Dios Ke Te Crew: «O rap é folk»

O hip hop naceu como un fenómeno netamente urbano en resposta e reacción ás circunstancias das grandes urbes norteamericanas, pero na súa expansión global prendeu en todo tipo de poboacións. O caso de Ordes, con menos de 15.000 habitantes, é paradigmático de como o hip hop se converteu nunha ferramenta de expresión adaptada a todas as latitudes, linguas e situacións. Dende hai vinte anos, no concello coruñés Dios Ke Te Crew opera como unha activa célula hip hop que abrangue todas as súas manifestacións, cunha sólida discografía e o certame de arte urbana DesOrdes Creativas como fitos.

«O rap é folk», constata Marcos Couso Sánchez, máis coñecido como Sokram, alcume co que desenvolve a súa actividade artística e musical. «O rap naceu como música popular nos barrios e hoxe hai xente en Galicia rapeando sobre as súas inquietudes. Forma parte da cultura popular, e nese sentido é folk, aínda que proveña doutro lugar», amplía o seu argumento. Precisamente, o hip hop nutriuse de elementos que son universais, e iso facilitou a súa adaptación. Sokram relaciona o rap coas regueifas como un exemplo pertinente de actualización dunha tradición a novos tempos e expresións. «O hip hop ten unha raíz universal e ademais nace dunha necesidade humana básica como é a comunicación verbal. Esa tradición oral está presente en todas as culturas, é común a todas as civilizacións, e por iso o hip hop callou nesta sociedade e agora forma parte da nosa cultura», sostén.

Dios Ke Te Crew son un exemplo acaído de adaptación dun rap de sonoridades norteamericanas ás mensaxes locais e universais. Pero, igual que o hip hop se forneceu de multitude de achegas, é natural que haxa propostas que mesturen o rap e o trap coa música tradicional galega. Como di Sokram, a identidade do hip hop pasa por «non ter medo a romper cos clichés e as normas co obxectivo de facer algo novo».