Meritxell Batet: Una silenciosa marcha tras cuatro años de estruendo

Manuel Varela Fariña
Manuel Varela REDACCIÓN / LA VOZ

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Meritxell Batet en un mitin del PSOE en Cataluña.
Meritxell Batet en un mitin del PSOE en Cataluña. Andreu Dalmau | EFE

La socialista dejará la Mesa tras presidir una legislatura convulsa en la Cámara Baja y recibir varapalos del Tribunal Constitucional

12 ago 2023 . Actualizado a las 20:09 h.

Con la política española instalada en la hipérbole, en los últimos años se han sucedido las jornadas parlamentarias que pasarán a la historia, una etiqueta igual de contundente como efímera de tan manoseada. Una de ellas fue al filo de la medianoche, con Meritxell Batet (Barcelona, 1973) como protagonista. Nunca hasta entonces había comparecido de urgencia la tercera autoridad del Estado para leer una declaración institucional. El motivo: la paralización de la tramitación parlamentaria de una reforma legislativa para desbloquear la renovación del Constitucional dictada por el propio tribunal a instancias del PP. «Entraña el peligro de una potencial deslegitimación del sistema democrático», alertó Batet.

Y aquello fue histórico, porque nunca había pasado, pero ocho días después se resolvió el problema. La fotografía ilustra lo ampuloso y efímero de lo que fue la última legislatura en el Congreso que le tocó presidir a Batet.

Fueron cuatro años muy convulsos, de insultos y ofensas taladradas entre diputados que terminaron por minar a la política socialista, cuya continuidad en el cargo hacía peligrar el control de la Mesa de la Cámara Baja por parte del PSOE. «Sería una temeridad» que siguiese, censuró Pablo Echenique, exportavoz de Podemos que se pasó los cuatro años de legislatura sobre la alfombra del Congreso, junto a las taquígrafas y estenotipistas a la espera de que Batet habilitase un escaño adaptado para él y su silla de ruedas. «Es inaceptable», lamentaba el ya expolítico sobre su situación. Pero aquello era solo un episodio más de la animadversión de los morados contra la socialista, que el pasado martes dijo basta.

Sin comparecencias, declaraciones ni mensajes de despedida. El partido habló por ella para comunicar que se va tras haber desempeñado una responsabilidad que fue «un honor» y que confía en que el PSOE mantenga la Presidencia de la Mesa. Batet se inmoló para facilitarlo, pero la decisión vendría de tiempo atrás, cuando le comunicó a Salvador Illa, secretario general de los socialistas catalanes, que no tenía intención de repetir al frente de la lista por Barcelona. El adelanto electoral limitó el margen de maniobra para encontrarle reemplazo, y Batet, fiel al paño rojo y la rosa, estará de nuevo en el Congreso, aunque ahora ocupando escaño de diputada.

Está por ver cuál será el encaje de la exministra de Política Territorial en un hipotético Gobierno de coalición. La lealtad demostrada al líder socialista, con su retirada de la carrera a presidir el Congreso o el voto contra la investidura de Mariano Rajoy en el 2016, siguiendo la línea del «no es no» de aquella primera vida de Pedro Sánchez como secretario general, la avalan como candidata a cualquier puesto de relevancia. También la victoria electoral del PSC que menguó al independentismo y frenó al PP y Vox.

El TC y la relación con Campo

Además de las constantes críticas desde Podemos, acentuadas tras la decisión de expulsar en el 2021 al diputado Alberto Rodríguez, inhabilitado por el Supremo tras una condena por agredir a un policía durante una manifestación, Batet vio su labor enmendada por el Tribunal Constitucional en más de una ocasión. Especialmente dura para la socialista fue la decisión del TC de anular la suspensión de la actividad del Congreso decretada en las primeras semanas del estado de alarma en el 2020.

Las cosas se complicaron aún más con la designación del exministro de Justicia Juan Carlos Campo como vocal del tribunal. Como pareja de Batet, el magistrado se abstuvo en su primer pleno de debatir sobre dos asuntos: la ley del «solo sí es sí», ya que estaba en el Gobierno cuando se aprobó; y la corrección del voto de Alberto Casero —exdiputado del PP— en la reforma laboral por su relación con la presidenta del Congreso.

Tampoco deliberó contra decisiones adoptadas por la Mesa como la retirada del escaño a Rodríguez, a los expedientes de los indultos del procés que Batet no solicitó al Gobierno pese a la petición del PP, o los acuerdos en la sesión constitutiva del Congreso que habilitaron las fórmulas de acatamiento utilizadas por algunos diputados.