La Unesco ha recomendado incluir a la ciudad y su laguna en la lista de patrimonio mundial en peligro para poder salvarlas
12 ago 2023 . Actualizado a las 09:20 h.«¿Los turistas? Hay demasiados, de verdad», dice con amargura a La Voz Marco, un jubilado de Venecia. Sería difícil llevarle la contraria. Paseando por las calles de Venecia en pleno verano, impresiona la cantidad de turistas que la llenan a pesar del calor: italianos, alemanes, franceses, españoles y norteamericanos, pero también indios, sudamericanos, chinos, árabes, africanos. Y, cuanto más cerca de la legendaria plaza de San Marcos, el corazón del centro histórico, más aumentan las multitudes. «Parece que todo el planeta quiere conquistar Venecia», dice un quiosquero que acaba de vender souvenirs a unas turistas asiáticas.
En la que es una de las ciudades más bellas de Italia, los precios son desorbitados. Un cortado en una cafetería a pocos minutos de la plaza de San Marcos puede costar siete euros, «un precio exagerado», dice Gabriele, que ha venido a Venecia para ver una exposición. En su ciudad, a unos 70 kilómetros, un cortado vale dos euros en el bar más elegante del centro. Según él, la culpa es de los turistas extranjeros, que tienen ingresos medios más altos que los italianos y no tienen problemas en pagar nueve euros por un trozo de tarta. Él, en cambio, se ha traído unos bocadillos de casa.
Los turistas son una bendición para la ciudad transalpina: los casi 30 millones de visitantes anuales generan ingresos considerables para hoteleros, restauradores, etc. Pero, según un estudio de la universidad local, Venecia podría soportar un máximo de 19 millones. Y el turismo de masas tiene varios inconvenientes, como han aprendido a su costa ciudades como Madrid, Barcelona o Lisboa. Alquilar un piso a un precio razonable en Venecia es casi imposible, y, para los venecianos, moverse por la ciudad, congestionada por el turismo, puede ser un verdadero reto.
Muy vulnerable
Además, al estar construida sobre pequeñas islas y agua, Venecia es muy vulnerable a la crisis climática, sobre todo a la subida del nivel del mar. Esta semana, la Unesco, la agencia de Naciones Unidas que, entre otras cosas, protege el patrimonio de la humanidad, dio la alarma y recomendó que Venecia y su laguna se incluyeran en su lista de patrimonio mundial en peligro, porque Italia no está haciendo lo suficiente para protegerlas de la crisis climática y el turismo de masas.
Pero, según un empresario que trabaja a menudo en Venecia, y que prefiere no dar su nombre para no enfadar a nadie, «la turistificación de Venecia no es culpa del Gobierno, sino de los venecianos que han decidido convertir sus inmuebles en bed and breakfast, o en tiendecitas para turistas. Si prefieren alquilar su piso por semana a turistas adinerados de Fráncfort o París, en vez de durante tres años a una pareja joven de aquí, ¿de quién es la culpa?».
Giacomo Cervo, estudiante y activista de izquierdas residente en Venecia, opina: «La ciudad necesita a los jóvenes para mantenerse viva y contrarrestar el proceso de envejecimiento. Pero falta lo esencial para que la ciudad sea sostenible para los jóvenes con menos de 30 años: vivienda y servicios asequibles, empleos de calidad...».
Según Luana Zanella, líder de Los Verdes en la Cámara de Diputados y originaria de Venecia, la ciudad «y su laguna necesitan un mantenimiento incesante, sobre todo ahora que los problemas estructurales se ven agravados por las consecuencias del cambio climático. Hay que sacar a la ciudad del monocultivo turístico depredador. Hacen falta políticas que reduzcan el impacto del turismo en la residencia y la habitabilidad diaria de la ciudad».